Los acuerdos de paz suelen tener efectos impensados. En el caso de Colombia el primer objetivo del histórico acuerdo de paz con el gobierno en 2016, desmovilizar a la tropa guerrillera de las FARC, se cumplió con creces. 
Y en el mismo proceso, se fueron desocupando territorios de la selva que constituían el teatro de operaciones de ese ejército.

La ausencia de una política del gobierno de Ivan Duque para la inclusión de los vastos territorios en un mapa de sustentabilidad, al menos una explícita, derivó en una de esas consecuencias imprevistas: Cuando los rebeldes se fueron a las ciudades, los acaparadores de tierras vieron su oportunidad y, motosierra y fósforo en mano se instalaron a criar ganado.

Los hallazgos de un nuevo estudio, publicado en la revista Nature, reivindican a los expertos en conservación que han argumentado durante mucho tiempo que la estrategia de Colombia para conservar la Amazonía, a menudo centrada en combatir la producción de coca, ha equivocado el camino.

El entonces presidente Iván Duque utilizó el argumento de la “guerra a la producción de coca” para justificar el recrudecimiento de las acciones militares contra los cocaleros. Primero rociando glifosato, hasta que en 2015 la justicia lo prohibió por los riesgos para la salud pública y el ambiente. Entonces el gobierno de Duque envió helicópteros y tropas armadas a la selva amazónica, a veces en confrontaciones mortales con cultivadores de coca.

Lo que resalta el estudio es que mientras los ranchos ganaderos talaron más de 3 millones de hectáreas de selva amazónica en 2018, el impacto de la coca fue insignificante. Ese año, el último con datos disponibles para el reporte, los cocaleros talaron 45.000 hectáreas. O sea, una hectárea para coca por cada 66 hectáreas para el ganado.

El estudio

El objetivo del trabajo era examinar cómo la ganadería ilícita y el cultivo de coca impulsaron el cambio de la cubierta forestal entre 1985 y 2019. Para lograrlo, los autores combinaron dos enfoques basados ​​en imágenes para diferenciar entre el cultivo de coca y la ganadería utilizando un algoritmo de aprendizaje profundo.

Así fue que por un lado encontraron evidencia de que ha sido la ganadería, no la coca, el principal impulsor de la pérdida de bosques fuera de la frontera agrícola legal, incluso de una reciente conversión explosiva de bosques a ganadería fuera de la frontera agrícola y dentro de áreas protegidas posteriores al acuerdo de paz.

En paralelo, desarrollaron este nuevo método de análisis que permite diferenciar las actividades ilícitas terrestres, que pueden trasladarse a otras regiones donde estas actividades también han sido documentadas.

“Queremos erradicar finalmente esta narrativa de que la coca es el motor de la deforestación”, dijo a The Guardian Paulo Murillo-Sandoval de la Universidad del Tolima, quien dirigió el estudio.

Cuando los agricultores erradican sus cultivos, simplemente establecen nuevas parcelas, a menudo unos pocos kilómetros más adentro del dosel del bosque, dijo Murillo. “La guerra contra las drogas comenzó hace 40 años, pero todos saben dónde está la coca: en el mismo lugar donde siempre han estado”.

“Siempre hemos cuestionado el argumento del gobierno de que la coca estaba impulsando la deforestación, pero carecíamos de pruebas”, declara en el mismo artículo Angélica Rojas, oficial de enlace para el estado de Guaviare en la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, un centro de estudios ambiental colombiano. “Ahora tenemos datos reales con los que podemos oponernos a este error”.

Un problema regulatorio

El artículo inglés escrito desde Bogotá por Luke Taylor, apunta lo que parece un tema central: las fallas en la regulación de tierras en Colombia, que incentivan la conversión de selvas tropicales biodiversas en pastizales para ganadería.

Según la reglamentación vigente, para que se reconozcan sus escrituras, los propietarios deben demostrar que el 75% de sus parcelas son productivas, y es mucho más fácil para los agricultores usar vacas que cultivos.

Una vez despejado el terreno, demostrar que se está “utilizando” el territorio es muy fácil con la ganadería. No está regulado el mecanismo de uso, de este modo se pueden justificar cientos de hectáreas de tierra con una muy baja cantidad de ganado. En cambio, si se trata de agricultura, una hectárea requiere años de trabajo.