Hace algo más de un año, en julio de 2020, se documentó el primer encuentro de una orca con un velero frente a las costas de Cádiz. Ahora ya son más de 140 los casos contabilizados por el grupo científico de trabajo Orca Atlántica en el Estrecho y las costas de Portugal, Galicia y hasta Francia, puntos habituales de la ruta migratoria de estos cetáceos. 

Los individuos de la especie forman estructuras sociales complejas y se organizan en grupos matrilineales (descendencia definida por la línea materna) y para facilitar la socialización utilizan un método de comunicación sofisticado, motivo por el cual son objeto de estudio y observación desde hace muchos años.

El fenómeno surgió aparentemente de la nada y solo hay una certeza: que se acrecienta desde el pasado marzo, época en que los mamíferos llegan al sur para cazar atunes. 
El subjefe del Centro de Salvamento Marítimo de Tarifa José Maraver ha contabilizado ya 62 interacciones en la zona. En 26 de los encontronazos se ha necesitado el auxilio de los rescatistas porque los destrozos en el timón, la pala o el casco dejaron a las embarcaciones a la deriva.

La peligrosidad de estas situaciones ha llevado a restringir el paso de veleros en la zona. La medida es similar a la que ya se tuvo que tomar en septiembre del año pasado, después de que ocho embarcaciones sufrieran daños también por encuentros con estos cetáceos protegidos.

“Hay que pedir perdón a los navegantes por la restricción, pero el peso de la orca [entre las 1,4 toneladas de una hembra adulta a las 3,6 de un macho] a la velocidad de impacto puede dar  vuelta o hundir un velero”, justifica Julio Berzosa, capitán marítimo del Puerto de Algeciras.

Berzosa suma ya 36 años controlando las aguas del Estrecho y asegura no haber presenciado “nunca” un comportamiento así en las orcas. El biólogo marino e integrante del grupo Orca Atlántica Alfredo López también reconoce la excepcionalidad de lo que se está viviendo en todo el frente atlántico de España y Portugal: “Es absolutamente novedoso. Se pueden encontrar registros de interacciones, pero son puntuales”.

Aunque López y sus colegas se niegan a hablar de ataques a barcos. “La forma en la que se producen las interacciones denota que la intencionalidad no es atacar, sino un patrón relacionado con otra causa por averiguar”, apunta el investigador gaditano Ezequiel Andréu, integrante de ese grupo.

Los biólogos marinos trabajan sobre todo tipo de hipótesis. Desde fenómenos autoinducidos por las orcas, al intento por detener situaciones de riesgo hasta la perspectiva de que factores del cambio climático estén induciendo nuevas conductas. También podrá tratarse de un patrón para enseñar a las crías a cazar atunes.

En uno de los episodios registrados, la embarcación fue rodeada por hasta cinco ejemplares: “Había dos madres con sus crías y quizás una tercera madre”, reseñó el marino. Se dieron cuenta de su presencia cuando, mientras navegaban a motor y vela con piloto automático, el timón comenzó a girar. “Podrían hundir un barco cuando les diese la gana, pero no hacían nada de eso”, relata el patrón. 

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Tweet de SALVAMENTO MARÍTIMO en un episodio reciente

Fueron hasta tres idas y venidas hasta que se marcharon, las suficientes para dejar afectado el sistema de navegación autónoma y otros fallos en cadena que les impidieron seguir el rumbo que tenían marcado hasta Alicante.

El grupo Orca Atlántica recaba cada uno de los detalles de estos encuentros, por si lograse establecer alguna pauta que se repita. Por ahora, ya han lanzado una guía de recomendaciones en la que piden no bloquear el timón, apagar motores y sonda y, sobre todo, no atacar a los animales para intentar ahuyentarlos. 

Lo previsible es que, en breve, el aproximadamente medio centenar de orcas que pueblan el Estrecho —divididas en grupos— comiencen su migración hacia el norte. A su paso, es posible que dejen nuevos incidentes con barcos portugueses o gallegos. Y también parece probable que no vayan a ceder en su interés por los veleros.
Fuente: elpais.com