Aunque no lo admita públicamente, la Comisión Europea está considerando la desregulación total de ciertos tipos de cultivos genéticamente modificados (GM). La desregulación podría significar eliminar los controles de seguridad, la trazabilidad y el etiquetado de ciertos Organismos Genéticamente Modificados (OGM) con el argumento de que ciertas nuevas técnicas emulan mecanismos naturales.
El proyecto de nueva reglamentación también considera la posibilidad de eliminar el requisito de etiquetado de OGM para algunos productos ya existentes que sean declarados "sostenibles".

Se trata de un giro copernicano en la política europea sobre OGMs. Hasta aquí está vigente un fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que dictaminó en 2018 que “los organismos obtenidos mediante mutagénesis [referencia a las nuevas técnicas genéticas] constituyen un organismo modificado genéticamente (OMG)”.

De este modo, Europa ha funcionado como una barrera para el avance de este tipo de cultivos de OGM de “nueva generación”, ya que el continente se resistía a la desregulación, algo que vienen solicitando las compañías multinacionales de semillas y herbicidas hace años.

Los antecedentes en la legislación

Las nuevas técnicas encontraron terreno fértil en otras partes del mundo. Ya en 2015, Argentina (no debería sorprendernos) fue el primer país a nivel mundial en lanzar su normativa específica para productos derivados de estas tecnologías. Le siguieron Chile en el 2017 y luego Brasil y Colombia. 

En marzo de 2018, el USDA (EEUU) anunció que no regulará las plantas editadas de manera diferente a las obtenidas por mejoramiento tradicional, si es que se pueden obtener también por este medio, que, como veremos, es la clave de la cuestión. Australia, por su parte, se encuentra revisando su Ley de Tecnología Genética. Y Europa, hasta ahora, resisitía los cambios.

La denuncia sobre el solapado movimiento en la Unión Europea acaba de ser formulada por el sitio GM Watch, que se especializa en el seguimiento de alimentos y cultivos modificados genéticamente (OGM) y los pesticidas asociados.

La denuncia puntualiza que los planes de política de la Comisión Europea para 2030-35 se conocieron por una encuesta dirigida que solo se envió a ciertas partes interesadas. La encuesta se tomará como base para la evaluación de impacto que acompañará a la propuesta de la Comisión para cambiar las regulaciones de OGM. La modificación entraría en vigencia en la primavera boreal de 2023.

La diferencia fundamental

Ocurre que las técnicas con las que hasta hace una década se desarrollaban OGM consistía en introducir genes que no estaban en el organismo original. Así, la soja o el maíz resistentes al glifosato, disponen de un gen que se extrajo de la bacteria Agrobacterium tumefaciens y se insertó en su ADN, permitiendo que sean resistentes al herbicida.
El gen que confiere la resistencia no estaba en el genoma original. Son organismos a los que se les “agregó” ADN extraño y por eso genuinamente puede decirse que son “trans-génicos”.

El científico español Francisco Juan Martínez Mojica comenzó en 1993 una saga de descubrimientos que concluiría 20 años después con lo que hoy se conoce como nuevas técnicas de fitomejoramiento, en inglés New Breeding Techniques/ Technologies (NBTs).

En estás técnicas no se agrega ADN “extraño”: se “repara” el del propio organismo utilizando la maquinaria con que algunas bacterias consiguen repeler el ataque de virus. En ciertas condiciones lo que se inserta para reparar es idéntico a una versión original que podría haberse agregado por mejoramiento convencional, es decir, polinizando y seleccionando a campo los cultivos. En estos casos, el resultado final de la NBT es indistinguible de lo que se obtendría por técnicas convencionales.

Y este es el argumento principal que adoptó la autoridad norteamericana y ahora se propone retomar la Comisión Europea, para desestimar el fallo del Tribunal de 2018.

Los planes de la Comisión Europea

La encuesta dirigida privadamente a los consultores de la Comisión describe siete escenarios políticos considerados por la Comisión, que no se mencionan en la consulta pública. 
Los siete escenarios de política, A1 a C2, revelan que la Comisión está considerando eliminar todos los requisitos reglamentarios de OGM para cultivos GM que "también podrían obtenerse de forma natural o mediante reproducción convencional".

Entre los escenarios considerados, el A2 y el B3 son exactamente lo que pidió Bayer/Monsanto públicamente. Según Bayer, "los productos con perfiles de seguridad similares" deberían "estar sujetos a las mismas regulaciones específicas de comercialización"; en otras palabras, no habría una regulación de OGM para los OGM que supuestamente tienen cambios similares a lo que podría haber sucedido naturalmente.

La Comisión también está considerando la opción de eliminar el requisito de una etiqueta de OGM para cultivos transgénicos supuestamente "sostenibles", aunque la información sobre lo que se consideraría “sostenible” no se ha presentado públicamente.

Las reacciones a la revelación

El grupo de parlamentarios Verdes inmediatamente presentó una carta a la Comisión en la que afirman:  “La sostenibilidad de nuestro sistema alimentario no es una cuestión de productos individuales. Un rasgo aislado de una planta, sin considerar el contexto agrícola en el que se cultiva la planta, es insuficiente para sacar una conclusión significativa.
Hasta el día de hoy, el mejoramiento convencional ha superado sistemáticamente las técnicas de ingeniería genética (antiguas y nuevas) en la producción de cultivos tolerantes a situaciones de estrés como sequías, inundaciones, plagas y enfermedades. Las afirmaciones de que las plantas modificadas genéticamente contribuirán a mejorar los sistemas alimentarios de la UE no están respaldadas por evidencia”.

La denuncia de GM Watch también recoge la opinión de Heike Moldenhauer, Secretario General de la asociación de la industria No-GMO ENGA, una de las referencias europeas en la materia.

Consultado sobre el proyecto Modenhauer dijo: “El derecho de los consumidores a saber qué hay en sus alimentos, a través de un etiquetado claro, es un logro social y político clave, garantizado a través de la etiqueta GMO legalmente vinculante. Abolir esto o reemplazarlo con una etiqueta sostenible, y por lo tanto invisibilizar los Nuevos OGM, sería un paso atrás injustificable y fomentaría la desconfianza: ¿Por qué los Nuevos OGM tienen que ser invisibles para ganar aceptación en el mercado?”.