“¿Estás pensando en comprar un coche eléctrico? No estás solo”. 

Así comienza la investigación que Maggie Astor publicó esta semana en el New York Times, relatando las desventuras de consumidores que, después de mirar el precio de las naftas, deciden que llegó el momento de ponerse “verdes”.

Es claro que, al menos en el mundo occidental, el bolsillo es un impulsor de las decisiones muy fuerte, aunque mejor si se junta con la conciencia ambiental. Con los precios de los combustibles por la nubes y toda una batería de informes climáticos que advierten sobre la urgencia de alejarse del petróleo, creció exponencialmente el interés en los vehículos eléctricos de los estadounidenses.

Las búsquedas en Google relacionadas con los coches eléctricos se han disparado, alcanzando una cifra récord el mes pasado. En el sitio web de clasificados automotrices Cars.com, las búsquedas de vehículos eléctricos aumentaron un 43 por ciento de enero a febrero y otro 57 por ciento de febrero a marzo. 
Y los fabricantes de automóviles lo tienen en claro: casi todos los anuncios de automóviles durante el emblemático Super Bowl en febrero, el evento más visto del mundo, presentaban vehículos eléctricos.

No todo lo que brilla es… eléctrico

Pero materializar una compra para llegar a ser el feliz y ecológico propietario de un auto eléctrico en USA tiene aún dos obstáculos importantes: que te lo entreguen (esa historia se conoce bien en Argentina) y los lugares en dónde recargarlos.

Incluso antes de que los precios de la gasolina comenzaran a subir, la entrega de vehículos eléctricos resultó afectada por una serie de inconvenientes. 

De arranque la “guerra comercial” de Trump contra China, generó por lo menos 3 años de turbulencias en las autopartes y, recordemos, China suministra hoy el 75% de las baterías para VE del mundo. Sin terminar de asimilar las esquirlas de aquel conflicto, la pandemia le dio a la línea de flotación de los semiconductores, que obstaculizan la industria automotriz en su conjunto. Y para rematarla, cuando parecía que el mapa comercial y epidémico se acomodaba, la guerra en Ucrania, una verdadera guerra, volvió a interrumpir las cadenas de producción. 

Súmese un considerable aumento en la demanda y se comprenderá porqué las largas listas de espera para los vehículos eléctricos son la regla en Estados Unidos.

Soy el feliz propietario, ¿en dónde cargo?

Una vez que las personas comienzan a conducir vehículos eléctricos, el segundo obstáculo se vuelve claro: los límites de la infraestructura de carga para el público. Más automóviles necesitarán más lugares para cargar, preferiblemente en lugares cercanos a los propietarios de vehículos eléctricos.

Los memoriosos recordarán cómo la falta de estaciones de carga limitaba la expansión del GNC en Argentina cuando se comenzó a utilizar, a mediados de los años ochenta, gracias a la implementación de un plan nacional de sustitución de combustibles líquidos, durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

Hasta ahora, la mayoría de las personas que compran vehículos eléctricos han sido personas con capacidad para cargarlos en casa, por ejemplo, propietarios de viviendas con garaje. Esa es una excelente opción para muchos estadounidenses, dicen los expertos, pero no es factible para todos. 

“En este momento, las personas que compran vehículos eléctricos, casi todos tienen su propia casa y un lugar para cargarlo”, dijo Daniel Sperling, profesor de ingeniería y política ambiental en la Universidad de California, Davis, y director fundador. del Instituto de Estudios de Transporte de la universidad. Estos compradores tienden a ser de altos ingresos y, a menudo, poseen varios automóviles, lo que significa que pueden usar un vehículo eléctrico para los desplazamientos diarios, pero también tienen un vehículo a gasolina para viajes más largos.

Para las personas que no tienen varios autos y viven en edificios de apartamentos en ciudades densamente pobladas donde incluso es difícil encontrar estacionamiento regular, cargar un vehículo eléctrico no es tan fácil como enchufarlo a un tomacorriente de garaje, y el rango entre cargas se vuelve un factor decisivo.

El Consejo Internacional de Transporte Limpio señaló el año pasado que Estados Unidos necesitaría aumentar la cantidad de cargadores públicos en un promedio de 25 a 30 por ciento anual hasta 2030 “para evitar que la infraestructura de carga sea un obstáculo para el mercado de vehículos eléctricos”, dijo Dale Hall, investigador sénior del consejo.

Algo de esto ya está sucediendo: las empresas de servicios públicos han invertido más de $ 3 mil millones en infraestructura de carga y las solicitudes pendientes, si se aprueban, agregarían miles de millones más. El proyecto de ley de infraestructura bipartidista que el Congreso aprobó el año pasado incluía otros $7500 millones para estaciones de carga y, en términos más generales, la administración Biden está gastando decenas de miles de millones de dólares para promover los vehículos eléctricos.

Pero persisten las disparidades geográficas en el lugar donde se instalan esos cargadores. Y queda un problema básico: el beneficio.

"Es muy difícil, si no imposible, obtener ganancias vendiendo electrones", dijo el profesor Sperling, y señaló que, por ahora, la mayoría de los cargadores públicos están subsidiados de alguna manera, ya sea por fondos gubernamentales (federales, estatales o locales) o por empleadores que lo tratan como un beneficio. Pero “en el futuro, probablemente necesitemos un cargador público por cada 10 vehículos”, dijo el profesor Sperling. “Y no está muy claro cómo va a suceder esto”.