Tomaba la pelota y podía hacer con ella lo que quería. Los videos lo muestran habitando Villa Fiorito, haciendo jueguito con la destreza de un superdotado, sin dejar caer la pelota al suelo por el tiempo que él quisiera. Los videos lo muestran también con una campera celeste azulada del Nápoli llevando la pelota de un hombro al otro, de una rodilla a la otra, con la cabeza a sus pies y desde sus pies a la cabeza, con la música de fondo que acompaña armónicamente sus malabarismos.

Se lo recuerda en Argentinos Juniors haciéndole goles increíbles a Hugo Gatti, o con la camiseta de Boca Juniors haciéndolo arrastrar a Ubaldo Matildo Fillol, o sus poderes sobrenaturales nos remiten a aquella rabona en el estadio por entonces llamado Chateau Carreras en Córdoba, a través de la cual, frente a Suiza, en un amistoso, le puso el balón en la cabeza a Ramón Díaz.

Ni que hablar del asombro por aquella apilada celestial ante Inglaterra en el mundial de México, o de su elevación sublime sobre sus pies dolidos en la escalada ante Brasil que terminó con el gol de Claudio Caniggia a Brasil en Italia 90.

Tanto como otros fenómenos mundiales Diego transformó la pelota en una extensión de su cuerpo. Cuando él la tenía nunca parecía que se la iba a escapar. Era parte de su ser y de la esencia que sólo tienen los superdotados. Hizo magia. Hizo feliz a mucha gente. Como sucede con sucesos o  con personas fenomenales, sus creaciones transcendieron fronteras y se hicieron mundiales.

También mostró lo demás, que poco o nada tiene que ver con un ser humano nacido para ser un gran jugador de fútbol y para cumplir esa orden natural al ubicarse entre los mejores de la historia. Maestro del fútbol, fenómeno mundial, hoy cumple 59 años Diego Armando Maradona.

Maradona, calentamiento: Lección de fútbol y baile / Opus - Live is Life