UNCiencia indagó, a casi 15 años de la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral, sobre un tema que aún sigue teniendo características de tabú para vastos sectores de la sociedad y una importante cantidad de docentes, que desde el aula, mantienen ciertas limitaciones en la transmisión de los conocimientos, basadas en inaceptables posturas conservadoras, que a esta altura, más que desinformar terminan deformando saberes indispensables para la vida.

Según la investigación de Candela Ahumada, del equipo Redacción UNCiencia y en la órbita de la Universidad Nacional de Córdoba, quienes concurren a los establecimientos de educación media coinciden en que en la educación sexual que reciben en las escuelas predomina un enfoque biologista, centrado en la genitalidad y la reproducción, desconectado de las propias realidades y experiencias juveniles.

Las conclusiones se enmarcan en una línea de investigación sobre género y sexualidad desarrollada por un equipo de investigación de la UNC desde 2014, y fueron publicadas recientemente en un libro académico.

La pandemia con sus consecuentes derivaciones, el llamado a licitación del Gobierno nacional para la compra de penes de madera, y estudios recientemente publicados, volvieron a poner a la educación sexual que se imparte en la escuela secundaria, en el centro del debate social.

La Educación Sexual Integral (ESI) fue reconocida por ley como un derecho a ser garantizado en todos los niveles del sistema educativo nacional. Sin embargo, lo que se entiende por ESI continúa siendo un campo en disputa, donde se juegan los límites de lo enseñable y decible en el ámbito escolar.

Más allá de los prejuicios y tabúes sociales ¿Qué piensa el estudiantado sobre este tema?, ¿Qué lugar se asigna a sus demandas y deseos sobre la ESI?, ¿Cómo valoran esta enseñanza?

Estudiantes secundarios opinan sobre su educación sexual

Un equipo de investigación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) analizó qué percepciones tienen estudiantes de colegios secundarios públicos y privados de Córdoba sobre la educación sexual que reciben, y cuáles son sus demandas e intereses en torno a este tema, entre otros aspectos.

Aunque las percepciones son variadas, la educación sexual en el ámbito escolar aparece como un espacio altamente valorado por los grupos de adolescentes consultados.

Éstos demandan no sólo el abordaje de esta temática, sino nuevas y renovadas modalidades de enseñanza, más abiertas y menos rutinarias y repetitivas.

Las conclusiones se inscriben en una línea de investigación sobre género y sexualidad en jóvenes de escuelas de nivel medio, que desde hace siete años llevan adelante especialistas del Área Feminismos, Género y Sexualidades del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía de la Facultad y Humanidades (CIFFyH) de la UNC. Forman parte de un proyecto de investigación que este grupo desarrolla desde 2018 con el financiamiento de Secyt-UNC, y fueron publicadas recientemente en un capítulo de un libro académico. Allí se recogen las voces y experiencias de estudiantes a través de entrevistas y talleres grupales, profundizando en qué entienden por ESI, qué actividades les resultaron más significativas, y las principales necesidades que plantean.

Estudiantes secundarios opinan sobre su educación sexual

“Consideran que la ESI les aporta saberes y conocimientos valiosos sobre temas que ignoraban, y les permite descubrirse por medio de la reflexión que promueve”, explica Marina Tomasini, investigadora de la UNC y el Conicet, y directora del equipo de investigación. Agrega que también “valoran positivamente la información sobre cuidados necesarios en las relaciones sexuales, y el reconocimiento de las violencias en las relaciones sexoafectivas”.

De las entrevistas además se desprende que, aunque valorada, la educación sexual recibida en la escuela es percibida como insuficiente, o al menos poco significativa. ¿Los motivos? Porque, muchas veces, llega a destiempo y se les habla sobre estos temas cuando ya se han iniciado en la sexualidad con otras personas. Pero también, por la modalidad de trabajo en el aula. “Advierten que hay un trabajo rutinizado con la ESI, que siempre se hacen las mismas actividades, que no llegan a profundizar”, describe Tomasini.

Un ejemplo de estas modalidades cuestionadas son las charlas de profesionales que invita la institución para hablar sobre el tema. Aunque encuentran interesantes estas instancias, señalan que el uso de un lenguaje muy técnico y el “formato charla” dificultan la comprensión, e inhiben el planteo de inquietudes por temor a sentir vergüenza ante sus pares y docentes.

Superar el enfoque biologista

Otro reclamo que aparece en el estudiantado, según este estudio, se refiere al enfoque biologista desde el cual se trabajan los temas sobre ESI en el aula, muchas veces desconectado de sus propias realidades y experiencias. Mencionan que los temas tratados se centran generalmente en la genitalidad y la reproducción (aparatos reproductores, o anatomía del cuerpo, por ejemplo), dejando fuera aspectos que exceden lo estrictamente biológico y fisiológico, tales como masculinidades, placer, amor, diversidad genérica y sexual, y el cuidado de las relaciones sexo afectivas.

“Los modelos tradicionales de educación sexual persisten y conviven con los intentos de implementar la ESI en la escuela”, apunta Tomasini. En ese sentido, precisa que el modelo biologista mencionado se complementa con el biomédico, centrado en la prevención de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, y el moralizante, que profundiza en las cuestiones normativas, sin incluir los sentimientos y necesidades del grupo de jóvenes. Dicha tradición biologicista y biomédica permite además presentar los temas en clave científica, asegurando a docentes trabajar en “zonas de confort”, dándoles mayor seguridad y menos posibilidades de cuestionamiento al tratar la ESI en el aula.

Estudiantes secundarios opinan sobre su educación sexual

“Temas como el aborto o la diversidad sexual, genérica y corporal irrumpen en las aulas más bien por demanda de estudiantes que preguntan y piden información, antes que por decisiones curriculares asumidas por docentes”, asegura la investigadora. Y añade que la agenda pública sobre género y sexualidad, y las propias experiencias de estudiantes corren permanentemente los límites de lo que se puede trabajar en clase como ESI.

Las modalidades tradicionales de encarar los temas y su desarticulación con las vivencias y experiencias juveniles dificulta, según la especialista, que se desarrollen “climas afectivos” adecuados. Se refiere a las atmósferas emocionales construidas en el aula que habilitan la circulación de la palabra y el abordaje de determinados temas, y que son promovidas a través de los enfoques, metodologías y actividades que se eligen para trabajar los contenidos sobre educación sexual. “Identificamos climas que obturan el diálogo y la participación, y otros que permiten trabajar en confianza y de manera horizontal, lo que favorece profundizar sobre temas que les interesan”, apunta Tomasini.

Lo que pide la juventud

La necesidad de recibir educación sexual en la escuela aparece ya como una demanda entre las jóvenes que participaron de las marchas y movilizaciones convocadas en el país en 2015 por el colectivo Ni Una Menos, pero su reclamo se profundizó a partir de 2018, con el apoyo a la legalización de la Interrupción Voluntaria de Embarazo.

A partir de entrevistas realizadas en estas marchas y posteriormente, se observó que las jóvenes no entienden a la educación sexual de modo acotado, sino que incluyen un conjunto muy amplio de demandas relacionadas con las situaciones que están viviendo en sus entornos cotidianos.

“Reclaman una educación sexual vinculada a sus experiencias vitales, que les dé herramientas para enfrentar las violencias de género en el noviazgo, el acoso y abuso, hasta formas más sutiles vinculadas a comentarios sobre el cuerpo, la gordura y el cuidado personal”, señala la investigadora. También demandan información confiable sobre anticoncepción y aborto, y la posibilidad de reflexionar sobre sexismo, diversidad sexual y estereotipos de género, entre los principales aspectos.

Estas conclusiones se obtuvieron de un estudio previo desarrollado por el mismo equipo de investigación, publicado en el artículo “¿Qué mueve a las jóvenes a participar? Activismo de género y construcción de identidades en estudiantes de escuelas secundarias de Córdoba, Argentina” (2020). En este caso se hicieron entrevistas breves durante las movilizaciones, y entrevistas grupales en las escuelas a quienes participaron de las marchas.

Pero pese a los cuestionamientos críticos hacia las modalidades y experiencias que tuvieron sobre ESI, valoran la escuela como un espacio de contención y aprendizaje, y de acompañamiento entre pares. También reivindican el lugar de alguna persona adulta, profesora o profesor, que es percibida como referente o confiable, a la que se pueden acercar para preguntar dudas o chequear información obtenida, especialmente entre quienes no encuentran en su espacio familiar la posibilidad de hablar sobre estos temas.

Tomasini advierte sobre el alcance de las conclusiones obtenidas. “Trabajamos desde una perspectiva cualitativa, es decir, no buscamos representatividad de la muestra ni pretendemos generalizar los resultados a la totalidad de estudiantes secundarios de Córdoba, sino reconstruir sus experiencias sobre ESi desde sus propias miradas”, concluye.

Los resultados fueron publicados en el capítulo “La Educación Sexual te atraviesa sí o sí’. Currículum, climas afectivos y zona de confort en el trabajo con la ESI”, escrito por Verónica Ferrucci, María Esteve, Gabriela Morales y Marina Tomasini. A su vez, ese capítulo forma parte del libro “Ensamblajes de género, sexualidad(es) y educación. Intervenciones críticas entre el activismo y la academia”, compilado por M. Álvarez y G. Giamberardino, Tandil, UNICEN, 2021.