La Ingeniería es una profesión de servicio. Del mismo modo que no puede haber un maestro sin alumnos, no puede haber un ingeniero sin alguien que necesite de una solución a un problema.

Lo que conocemos como “civilización moderna”, es el resultado del avance en paralelo de la tecnología y de la capacidad de la humanidad en utilizarla adecuadamente, evitando adjetivar como “civilizado” al uso impropio de los avances tecnológicos, como la industria del armamento o cualquier otro fin que no esté destinado al beneficio de la Sociedad Global, que conformamos y a la que nos debemos.

Nos encontramos viviendo una contingencia excepcional en la que la Ingeniería desempeña un papel primordial y aunque el virus “viaja en avión”, posibilitando su propagación en una escala mundial, es también la tecnología, la principal arma para combatirlo.

Son las comunicaciones las que permiten enviar mensajes de alerta y prevención, para mitigar el contagio y para aprender de lo ocurrido en otros sitios, la aparatología hospitalaria, dando esperanzas al enfermo, y las obras sanitarias, la muralla que frena a la enfermedad. Sólo Imaginemos este mismo virus, en un mundo sin celulares, sin electricidad, sin agua potable, y demás soluciones emanadas del trabajo de la ingeniería.

Curiosamente, la Ingeniería Argentina nació en Buenos Aires, en plena epidemia de fiebre amarilla, con un espantoso saldo en muertes de casi el 10% de la población porteña de entonces, como consecuencia de las deficientes condiciones de salubridad típicas de la época, cuyas soluciones vinieron de la mano de la ingeniería sanitaria como el agua potable, la eliminación adecuada de residuos, viviendas limpias sin hacinamiento, condiciones de asepsia en establecimientos de salud y demás conceptos que permitieron dejar atrás consecuencias tan tremendas como las de aquella epidemia.

En 1865 se creó la primera carrera de ingeniería del país, y el 6 de Junio de 1870 egresaron los primeros doce ingenieros, de entre los que se destacó Luis Huergo, reconocido como el primer ingeniero argentino.

Hoy, a 150 años del nacimiento de esta familia disciplinar, que incluye no sólo a la Ingeniería Civil, complementándose con casi 30 disciplinas oficialmente reconocidas por el Ministerio de Educación de la Nación, entre las que se cuentan la electrónica, computación, biomédica, mecánica, electromecánica, química, agrimensura, industrial, aeronáutica, ambiental, por mencionar sólo algunas. Si nos detenemos a ver sus campos de conocimiento y de aplicación, veremos a las diversas necesidades del quehacer humano  cubiertas por alguna de estas especialidades.

En Córdoba, la ingeniería se desarrolló a partir de la creación en 1876, de la entonces Facultad de Ciencias Físico Matemáticas, hoy denominada de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En ella se dictan 11 carreras de ingeniería, además de Biología, Geología, Profesorado de Biología, Técnico Mecánico Electricista y Constructor.

La Facultad asiste al escenario de pandemia actual con diferentes acciones, las que van desde la fabricación de mascaras faciales, al diseño de respiradores basados en el equipamiento de la industria automotor y al desarrollo de un software de traza de contagio a partir de la red de teléfonos móviles, entre otros proyectos.

Sin embargo, la principal acción que destaco de nuestra Facultad, es la decisión de no haber dejado de funcionar, de haber continuado con su misión de enseñar, vincularse con el medio e investigar, a pesar del aislamiento social impuesto. Esto permitió la realización de un plan de acción orientado a aportar diferentes soluciones, pero fundamentalmente es un mensaje que muestra a la institución educativa de pié, cumpliendo con su rol social, y dispuesta a acompañar la recuperación de los sectores más golpeados, como si se tratara de un combatiente que sale indemne de una terrible batalla, y asiste a quienes fueron heridos.

El mensaje de nuestra Facultad, como parte de la Universidad Pública, debe interpretarse como esperanzador y de soporte para las actividades más afectadas desde lo socio económico, de esta tremenda situación, cuyas consecuencias, aún no vislumbramos totalmente. 

Es así que esta celebración tan importante, por un siglo y medio de Ingeniería en el país, en este escenario desolador, nos encuentra haciendo aquello por lo que abrazamos esta profesión, trabajar en pos de las necesidades de la comunidad en la búsqueda permanente de soluciones a nuestros problemas.

¡Felices y útiles 150 años, Ingeniería Argentina!