La visita del Presidente Alberto Fernández al país asiático consolida la magnitud de China como uno de los principales socios argentinos, pero también a nuestro país como el aliado más importante de Beijing en América del Sur.

Capítulo 5 - ¿Qué es la nueva ruta de la seda? by cba24n.com.ar

Financiamiento por 23.700 millones de dólares en obras de infraestructura, el ingreso de Argentina a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, trece acuerdos de cooperación en áreas de lo más variadas (desde educación hasta desarrollo verde) y el anuncio de la construcción de la cuarta central nuclear argentina - Atucha III - con financiamiento y tecnología china son los hechos concretos que puede mostrar la gestión presidencial al regreso de su visita a China.

No es poco en el contexto de restricciones e inestabilidad económica en el que vive nuestro país en el último tiempo. Respecto al compromiso chino de financiar obras por 23.700 millones de dólares, tiene una característica singular a destacar: es financiamiento para obras de infraestructura, no contempla de ninguna manera un uso financiero de los fondos prestados. Una diferencia fundamental con los préstamos que tanta discusión nos generan en estos días. Según el anuncio oficial, 14 mil millones de dólares en obras ya fueron aprobados bajo el mecanismo del Diálogo Estratégico para la Cooperación y Coordinación Económica (Decce), mientras que para los restantes 9.700 millones de dólares, Argentina presentará propuestas en el Grupo Ad Hoc creado entre ambos países para iniciar el trabajo, tras la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

La construcción de la cuarta central nuclear en el país es probablemente el anuncio más importante en el marco de la gira presidencial. Atucha III promete incorporar 1.200 MWe al sistema eléctrico nacional, lo que equivale al consumo de 11 millones de personas. Una inversión por 8.000 millones de dólares, que implicará la creación de 7.000 empleos y una integración aproximada del 40% de proveedores nacionales. Además, la energía nuclear asoma como una de las claves en la transición energética que exige el cambio climático y los compromisos internacionales asumidos por el país.

Ahora bien, todo esto no es un regalo de Xi Jinping ni se explica de manera casual. Alberto Fernández, en conjunto con la silenciosa y atinada gestión que viene llevando adelante el embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja, eligieron un momento oportuno para la visita: el presidente argentino fue uno de los pocos que decidieron asistir a a la inauguración de los JJOO de invierno organizados por China, en medio de un boicot blando promovido por algunas potencias occidentales. No solo eso, Argentina se convierte en el primer país grande de América del Sur en ingresar a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, lo que problablemente incline la balanza para el futuro ingreso de Brasil, Colombia y México. Para China, nuestro país es uno de sus aliados geopolíticos más estables y confiables en la región, con una relación de beneficio mutuo que que ha trascendido gobiernos de todos los signos.

Como corolario del encuentro, Argentina y China revalidaron un compromiso que lleva 50 años de forma inintemrrumpida y tiene poca difusión en la agenda mediática, aunque sea tal vez más significativo que los anuncios numéricos: China apoya el reclamo argentino por la soberanía de las Islas Malvinas, mientras que Argentina reconoce a una sola China y en consecuencia sostiene la soberanía de Beijing sobre la isla de Taiwán. No es poca cosa en el contexto global en el que vivimos.

¿Lo expuesto significa que la relación con China es un camino de éxitos y buenas intenciones? No. Existen tensiones, desequilibrios y desafíos que es necesario abordar. El déficit comercial argentino con China es una cuestión a resolver de manera prioritaria, lo que explica la declaración conjunta respecto a la necesidad de acelerar los acuerdos fitosanitarios y diversificar nuestra canasta exportadora. Otro desafío importante para nuestro país es orientar las inversiones chinas a sectores que estimulen el agregado de valor local, para no repetir experiencias anteriores que potencian el deterioro paulatino de los términos de intercambio y la relación centro-periferia.

Por último, y aunque sea una obviedad a esta altura del campeonato, resulta necesario destacar que ningún país, aliado o no, va a ofrecer una solución mágica para los problemas que tiene Argentina. En este contexto actual, cualquier estrategia que implique “elegir bandos” o depositar toda la expectativa de desarrollo en un solo socio está condenada al fracaso. Tener autonomía estratégica, soberana e inteligente para poder insertarnos en el (conflictivo) escenario global será una de las tareas de primer orden en los años que siguen. El acuerdo anunciado con el FMI y la visita a China, todo en el transcurso de una semana, son buenos ejemplos del rumbo a seguir.