Desde el Centro de Estudiantes de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, entablando el diálogo y acompañamiento con el movimiento estudiantil provincial y nacional, hemos dado a conocer nuestro documento en repudio a los dichos del periodista Federico Tolchinsky, en el artículo “El flagelo del adoctrinamiento en las aulas”. Es así que, una vez más, los/as estudiantes hemos tenido que salir a defender nuestra legitimidad como espacio de representación de las juventudes, haciendo hincapié en la importancia de nuestro espacio como herramienta de formación, integración y ejercicio político. 
Repudiamos enérgicamente como movimiento estudiantil cualquier intento de convertir a la política en "mala palabra" o una exclusividad para ciertos sectores de la sociedad. Quienes conformamos nuestro Centro de Estudiantes y el movimiento, creemos y luchamos por una política que se conciba como herramienta transformadora, habitada desde la pluralidad y la democracia, por y para los/as pibes/as de todos los sectores, promoviendo la participación e inclusión desde un rol tan político como es el del estudiante. 

Esta vez apuntando a nuestro tan dañado sistema educativo, nos vemos en la posición de tener que leer una nota de desprestigio hacia el trabajo realizado por las docencias y hacia las propias juventudes. En ideas expresadas de que los/as docentes enseñan o ejercen doctrina, reconocemos una reflexión, cuanto menos, desinteresada de todo pensamiento integral al sistema educativo. Una nueva barrera impuesta para no permitir explorar los pensamientos críticos individuales de cada estudiante, así como el pensamiento colectivo con valores democráticos, de respeto y  libertad.

Lamentamos el modo por el que han optado para poner en agenda pública este debate. Nace de dichos nefastos, que se dieron de manera “ocasional” por la Ministra de Educación porteña, Soledad Acuña. No existe seriedad en sus dichos, no existe el respeto, ni una real apuesta por la integración, ya que sólo se nutre de estigmatización, subestimación, exclusión y violencia. El problema más grande se produce cuando, los medios alineados a esas ideas, comienzan a difundir sin ninguna responsabilidad periodística estos discursos. 

Frente a tal desorganización dialéctica, la subestimación como moneda corriente, a discursos de odio camuflados en nombre de la libertad de expresión, venimos nosotros/as los/as jóvenes, a llevar este debate a un lugar de respeto, con seriedad, inclusión en la disidencia, a terminar con estos discursos discriminatorios y a establecer el fin de tanto periodismo de odio. Somos nosotros/as quienes venimos a contribuir en la seriedad de este terreno, pero a su vez ¿no somos supuestamente los/as jóvenes quienes según estos medios “adolecemos de inteligencia”, quienes somos subsumidos/as por lo que nos dicta la educación, quienes “jugamos a la política”? En este contraste lo vemos, odio y antipolítica. Cuestiones íntimamente relacionadas.

Construir por fuera del Odio

Cabe preguntarse, entonces, ¿Por qué? ¿Será porque tienen miedo de una juventud activa, propositiva, revolucionaria, que defienda sus derechos, sin miedo? ¿Será porque hay sectores que siguen produciendo la burbuja conservadora en la que transitan? Podría decirse que es la combinación perfecta entre ambas. Lo que sí está claro, es la necesidad de empezar a desmantelar estos discursos que operan de una manera cuasi perversa en los sentidos comunes, generando así opiniones ciegas y generalizadas afines a los intereses de los grupos que históricamente han ostentado el poder. En el mismo sentido y generando un conector con el artículo, es que se postulan análisis simples a situaciones complejas. Yendo por ejemplo al caso concreto que trae Federico Tolchinsky del “adoctrinamiento”, con flaquezas argumentales se sostienen lógicas de causa-consecuencia: los/as docentes adoctrinan -enlazado como verdad absoluta-, los/as estudiantes receptan y reproducen de la misma manera. 

Frente a esto, proponemos comprender al Centro de Estudiantes como espacio democrático, en el cual sus integrantes, activos/as o no, desarrollan plenamente su ciudadanía; siendo necesario que éste se configure como base y como espacio de construcción de pensamientos críticos independientes, de construcción en comunidad y representación amplia. Bien sabemos que, ya sea por impedimentos focalizados o por convicciones de impedirlo, los Centros de Estudiantes no siempre son integrados o correctamente estructurados en la sociedad. En este sentido es que si hablásemos de lo que tendría que ser, diríamos casi por definición que necesitamos escucha,  trabajo, intercambio, y diálogo en el pensamiento de la estructura social, política y cultural que nos define, junto con establecernos a los Centros de Estudiantes como una herramienta para construir presente y futuro.
Llegado a este punto, y para seguir adelante en el debate día a día, es necesario aclarar que las salidas, las proyecciones y las respuestas no tienen un inequívoco modo, y allí está la complejidad de esta construcción. Si todo esto se resolviese con una simple fórmula, el mundo sería mejor. Lo valioso no es quién descubre una salida y la pone en marcha, sino que se constituye algo mucho más transversal: el pensar en una construcción progresiva y colectiva enmarcada en la multiplicidad de respuestas y de aristas posibles. Las diferentes respuestas al qué hacer, enriquecen el proceso.