Soy trabajador de los SRT y vivo en el barrio de Salsipuedes donde hay dos infectados de coronavirus. 

Eran casi las tres de la tarde y yo estaba haciendo cálculos de cuánto hace que no tomo mates con los amigos, cuando entró el primer mensaje al grupo whatsapp del barrio: 

— Vino el coronavirus a Salsi.

Decía. Un instante después, por otro grupo, ingresó un video del intendente que explicaba que había dos casos locales originados en el contacto directo de dos vecinos con un caso positivo de la ciudad de Córdoba.

Después de ese momento se desató una especie de paranoia que, por momentos, parecía esconder un deseo de linchar a los enfermos. 

Tengo el teléfono con un montón de audios en el celular. La mayoría de ellos los mandaron vecinos tratando de saber quiénes tenían el virus. Los rumores son tan diferentes que uno no sabe con cuál quedarse. “Una mujer embarazada”, dijeron primero. “Dos policías que vinieron a comer un asado”, comentaron después. “No, son dos policías que se fueron a comer un asado a Villa Libertador”. “Son gendarmes, no policías” y así diferentes sospechas que apuntaban a dos mujeres, a dos hombres a una anciana, a una mujer joven y bla bla bla… muchos vecinos parecían creer que los afectados se habían enfermado a propósito. 

En fin, solo supimos con certeza que era en nuestro barrio y que habían hisopado a 44 personas. Cuando me metí a las redes para saber más, lo único que conseguí fue asustarme. Los vecinos y las vecinas parecían querer salir a cazar a los afectados. Me los imaginé enviando a los contagiados a un lugar perdido de la ciudad como antes sucedía con los leprosos.

Ahora que ya es de noche y mis hijitos se fueron a dormir, me doy cuenta de la cantidad de enojo que puede circular en los grupos de whatsapp y cómo el odio entra en pocos caracteres, pero hace mucho daño. Me preocupa más esta otra pandemia (la del miedo y el linchamiento a dedo) que la del coronavirus.

A doscientos metros de los casos positivos hay una vertiente de agua que fluye en una doble avenida llamada Alfonsina Storni. De ahora en más no solo pasa agua, sino miedo, incertidumbre y odio por una de las avenidas, por suerte; del otro lado queda algo de empatía y solidaridad de muchas y muchos vecinos.