Allá por el turbulento 2001 escribí estas líneas.

Las leí en la fiesta del Dia del Periodista de aquel año a pesar, lo digo con dolor no con rencor, de la oposición a que lo hiciera de una buena mayoría de mis colegas.
Al día siguiente una tibias rejas en la estancia de un gomía lo atraparon “pour la galerie”.

Ahora, dos décadas después, siento que quizás lamentablemente no han perdido vigencia.

Aún.
Esa mismísima neblina que envolvió, olvidando, a tantos argentinos soldaditos en Malvinas.
Que desapareció trabajadores descamisaditos en la Argentina.

Que quiso hacernos ver por los llanos la sombra del Tigre, ocultando  bajo la piel de un cordero  -contando con el silencio de miles- al lobo del hombre.

Esa mismísima neblina ha comenzado a disiparse.
Sólo una cuadra separa 25 de Mayo de 9 de Julio, y un sol las junta.
Ese sol de la vereda de la verdad, que nunca es triste, lo que no tiene es remedio, ese sol que aunque no le veamos, siempre está.

Un sol  embanderado de cielos aerolíneamente  nacionales, de cabezas que no tenemos que olvidar, de alianzas de veras y no de cintillos de compromiso…
Un sol que siega, sí con ese, las mieses del pan de nuestros hijos, y que, finalmente en su ocaso

Nos mostrará la horrenda decadencia de un hombre que no alcanzó a serlo porque no supo ni siquiera defender a su propio hijo.

Un prescindente libre solamente de mercado al que la Historia, si es que resiste tan vulgar encargo, le escribirá en su epitafio:
Ni Rosas
Ni Perón
Ni paredón
Tan sólo penas y olvidos.

Menem fue capicúa
Menem fue capicúa
Menem fue capicúa
Menem fue capicúa
Menem fue capicúa
Menem fue capicúa
Menem fue capicúa
Menem fue capicúa