Las distintas corrientes del neoliberalismo que han influido a la Argentina desde la década del 70, con distintas olas de destrucción social, han generado en contrapartida procesos de democratización fuertes. Estos procesos, como los vividos con Raúl Alfonsín, Néstor, Cristina y ahora con Alberto Fernández, van produciendo transformaciones estructurales donde el común denominador es la revalorización del Estado.

Columna de Álvaro Ruiz Moreno: No se puede detener la ampliación de derechos

Se ha generado una tendencia reformista y reparatoria en lo económico y en lo político. Pero este valor democratizante sólo puede sustentarse en la movilización popular y esto es lo que deben comprender todos los gobernantes democráticos. Los movimientos sociales, ambientalistas, feministas, de DDHH y los propios partidos políticos, que aún conservan ideologías democráticas, deben actuar juntos y coordinar las movilizaciones, para dar sustento, en la calle y con los votos, a los gobiernos que defienden el rol social del estado.

Los ciclos neoliberales desde los 70 hasta acá siempre han terminado del mismo modo y es con un gobierno democrático negociando, desde posiciones muy débiles, con el FMI. Los neoliberales contraen deudas que no pueden pagar y a través de sus medios de prensa pretenden hacernos creer que el Fondo es un organismo de crédito. Todos los ciclos concluyen con un gobierno popular negociando una salida a la deuda contraída. Pero el Fondo es otra cosa y otra es su función. El Fondo sólo sirve para asegurar la influencia de Estados Unidos en los países dependientes y garantizar la extracción de sus recursos. 

Los gobiernos democráticos, y éste no será la excepción, terminan mendigando pagos, quitas y plazos que sean lo menos destructivos posibles para el pueblo. Hoy Alberto Fernández necesita firmar el acuerdo antes de fin de año, que las cuotas comiencen en 2024 y usar parte de los dólares para paliar las consecuencias de la pandemia. Para ello debe asegurarse que los presupuestos sociales y de obras públicas aumenten año por año y que no se exija reforma previsional y laboral. Parece difícil de lograr pero no es imposible si toda negociación ocurre en un gran marco de movilización popular que ponga límites claros a la voracidad del Fondo y sus aliados internos. 

Ningún factor de poder puede ser indiferente ante un pueblo movilizado y empoderado. Intentaron con terrorismo de estado y no pudieron vencer la voluntad popular. Hoy lo intentan con el auxilio de parte de una justicia federal corrupta y con noticias falsas sincronizadas. Pero tampoco podrán, simplemente porque no se puede detener la ampliación de derechos para los grupos sociales humillados y postergados por el neoliberalismo y menos aún cuando la lucha se hace con perspectiva latinoamericanista.