En la previa a las elecciones de segunda vuelta que se celebrarán el próximo domingo 6 de junio, se enrarece y recalienta el escenario político en Perú.

El fin de semana se produjo una sangrienta masacre en San Miguel del Ene, en la jurisdicción de Vizcatán del Ene, provincia de Satipo, en la zona del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro.

Allí asesinaron al menos a 16 personas, entre ellas, 2 menores de edad.

En primera instancia, los hechos se atribuyeron a la histórica guerrilla rural de ideología marxista-leninista-maoísta Sendero Luminoso.

Al lado de los cuerpos, se encontraron panfletos donde la ya prácticamente desaparecida guerrilla se adjudicaba la autoría de los asesinatos. Sendero Luminoso se enfrentó de manera armada contra el Estado peruano entre 1980 y 1992, en una lucha que dejó aproximadamente 70.000 muertos. Su líder Abimael Guzmán, también conocido como el “camarada Gonzalo”, se encuentra detenido desde el 92.

Keiko acusa a Castillo de indultarlo en caso de llegar al poder.

A su vez, la agrupación llamó a “boicotear” los comicios y votar en blanco.

A nadie le escapa que esto suceda en este contexto electoral, donde el candidato de la izquierda tiene grandes posibilidades de acuerdo con todos los sondeos de llegar al poder.

Para Pedro Castillo no hay dudas al respecto: “Los crímenes tienen un claro objetivo político a favor de la derecha".

De acuerdo con la derecha, el candidato que se define a sí mismo como de “izquierda radical” es un ex simpatizante de la guerrilla. Lo cierto es que, de orígenes sindicales en el área de la docencia, especialmente en las zonas rurales más pobres del país, Castillo nunca integró las filas de la lucha armada ni tiene antecedentes policiales en ese aspecto.

El supuesto “regreso” de Sendero Luminoso, una guerrilla que está derrotada y con sus cabecillas presos hace, por lo menos, veinte años, poco antes del ballotage hace pensar a muchos que podría tratarse de una jugada de la derecha para endilgarle la situación a su rival.

La plataforma de Castillo, que ha elegido no moderar para nada su discurso durante la campaña electoral, se ubica lo más a la izquierda posible que se ha visto en los últimos tiempos en la política “mainstream” no solo peruana, sino también latinoamericana.

Entre otras promesas, asegura que, de asumir reducirá el sueldo de los congresistas, nacionalizará todos los recursos naturales del país y redistribuirá las ganancias entre la población, implementará una reforma agraria para terminar con los latifundios y repartir tierras entre los campesinos, y gobernará con sueldo equivalente al de un maestro rural. Se considera heredero del pensador marxista indigenista José Carlos Mariátegui, y revindica los gobiernos tanto de Evo Morales como de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Por otro lado, en lo social, se trata de un conservador contrario a la legalización del aborto, de la marihuana e incluso ha declarado estar en contra del divorcio vincular y el empleo de anticonceptivos.

Son las elecciones más “ideologizadas” de la historia reciente de Perú.

Hay una clara contraposición entre las ideas marxistas de inspiración indigenista de Pedro Castillo, frente a la representante del fujimorismo, Keiko Fujimori, hija del ex dictador Alberto Fujimori, actualmente condenado por delitos de lesa humanidad y a quien ella aseguró que indultaría en caso de ser electa. Tal es el “miedo al comunismo” que desató el ascenso de Castillo, que históricos opositores del fujimorismo como el escritor liberal Mario Vargas Llosa manifestaron públicamente su apoyo a Keiko.

Castillo cuenta con el apoyo de las zonas rurales, las comunidades originarias y los pobres, mientras que su contrincante hace pie en los centros urbanos y en la clase alta peruana.

En un país donde la desconfianza respecto de la clase política es total y donde la crisis institucional es moneda corriente, una figura como la de Castillo representa un emergente de esto. Faltan pocas semanas para ver si, efectivamente, le alcanza para gobernar.