The Blacklist, el malvado predilecto
Conjeturas posibles
¿Qué nos llama la atención de los “nuevos malos” en las series estadounidenses de los últimos años?
¿Por qué estos personajes producen un encantamiento en sus seguidores?
Protagonistas malvados: el caso Raymond Reddington
Entre las series más destacadas, en las cuales el efecto de adoración al malvado se hallaría con mayor claridad, podemos citar a “Breaking Bad”, “Homeland”, “The Sinner” y “The Blacklist”, que el mes pasado finalizó su octava temporada en la NBC. Sin embargo, ¿qué ofrecen estas series?, ¿a qué podría deberse su amplia aceptación por parte del público?
Primer acercamiento al fenómeno
Hace algunos años, las películas y las series estadounidenses colocaban al protagonista “bueno” en el centro de la escena. La comunidad lo consideraba un héroe, un salvador que cargaba en sus espaldas el desafío de derrotar al “malo”, que amenazaba con destruir a toda una ciudad y, con ella, a sus valores. El villano, rezagado por sus acciones inescrupulosas, atentaba contra los deseos de millones de aficionados, que esperaban un “final feliz”, viendo caer a este último en manos de un ser sobrenatural que arriesgaba su vida para salvar a su pueblo.
No obstante, en el último tiempo, las series norteamericanas abrieron paso a una especie de antihéroe que, desde lo cultural, tiró por la borda aquella dicotomía tan marcada en el pasado. En el género policial, por ejemplo, las historias se han diversificado; son más complejas y no develan una solución evidente, permaneciendo intrincadas y exponiendo al espectador a sus propias contradicciones. Los capítulos presentan enigmas y paradojas en forma constante, y los personajes se presentan más humanizados.
El señalamiento hacia los involucrados según sean buenos o malos ha quedado obsoleto, más bien el foco prevalece en el relato biográfico de cada sujeto que lo asienta en su singularidad. Al respecto, el semiólogo francés, François Jost, afirma que “si bien existe una frontera teórica entre el Bien y el Mal, es menos simple trazarla en la práctica, pues no depende únicamente de la policía, sino también de la justicia, dos instituciones que a veces tienen dificultades para trabajar en conjunto”.
The Blacklist podría tomarse como ejemplo ilustrativo en el planteo de Jost. La trama se centra en Raymond Reddington (James Spader), uno de los criminales más buscados por el FBI, quien tras veinte años escapándose de las fuerzas policiales, decide entregarse por propia voluntad ante las autoridades.
Con el objetivo de agrandar su poderío, este criminal está dispuesto a revelar el paradero de las organizaciones más poderosas que delinquen en las sombras. Reddington dialoga con el director y encargado de la Unidad Especial, Harold Cooper (Harry Lennix), y en un intercambio de poderes, le comenta sobre un terrorista que, en caso de no detenerlo de inmediato, secuestrará a la hija de una importante influencia nacional. Los datos que Raymond provee son ciertos, pero formará parte del equipo bajo una sola e inexorable condición: tratar los casos exclusivamente con Elizabeth Keen (Megan Boone), una joven perfiladora criminal.
A medida que los capítulos avancen, la relación entre la fuerza policial, Elizabeth Keen y Reddington se hará más estrecha, y saldrán a la luz las verdaderas razones que condujeron al “malvado” a tomar la decisión de entregarse.
Conclusión
La dinámica de la serie responde, en parte, a las hipótesis planteadas al comienzo: Cooper y compañía, referentes del Estado en materia de seguridad, no tienen la información que Reddington sí posee, y que resultan indispensables para resolver los casos. En consecuencia, este grupo especial desmantelará un sinfín de actividades delictivas, pergeñadas por organizaciones que hasta el momento el FBI desconocía. Todo esto gracias a la colaboración de un sujeto ajeno a la institución, y que opera bajo sus propias reglas.