Nadie sacará los pies del plato. Y varios de los que se animaron a correrse en la última campaña presidencial están volviendo sobre sus pasos o no quieren profundizar la división. No importa si son “varones departamentales” del peronismo tradicional, delasotistas o de las jóvenes generaciones que más allá de donde militaron en la última década se han reencontrado desde diciembre del ‘19 para acá.

El que lleva el bastón de mando es Juan. Eso no se discute. Y Alejandra ordena las piezas en la Capital. Todas las rencillas internas se ahogan en la necesidad de un gobierno conjunto entre la Provincia y la Municipalidad para asumir la escasez, la pandemia y el humor político de una sociedad que mayoritariamente se pintó de amarillo en los últimos 6 años.

No hay espacio para las aventuras individuales. Ni siquiera para las grupales de las líneas internas del variopinto peronismo cordobés. Mucho menos para los aliados que por derecha, centro y centro izquierda conforman Hacemos Por Córdoba.

La inteligencia de José Manuel De la Sota hizo que el PJ se subsumiera dentro de aquella Unión de Fuerzas Sociales que le permitió doblegar a un radicalismo avasallador de comienzos de la democracia recuperada. Y desde ese momento, el “cordobesismo” y ahora la “autonomía” han regido la política cordobesa de los últimos 20 años.

Esta idea y esa conducción volverán a ser defendidas en estas legislativas de septiembre y noviembre próximo. Y es la lapicera de Juan quién escribe los nombres de esos defensores. Todos jugarán al límite para salir airosos de esta muy difícil “parada”, pero lo importante para el peronismo cordobés está en el después. En el cordobesismo que viene. Capítulo que recién comenzará a guionarse bien entrado el año que viene.