A los 44 años, Gastón Vacchiani ha iniciado su segundo período como secretario general de la Unión de Trabajadores de la Salud (UTS), una de las agremiaciones más combativas de la provincia.

Surgida en 2007, tras una ruptura de distintos dirigentes con el Sindicato de Empleados Públicos (SEP), gremio homologado para representar a los empleados de la salud pública, la UTS mantiene reclamos enraizados en históricas problemáticas del sector, desde una paritaria propia hasta las modalidades de contratación que realiza el Estado.

Muchos de tales reclamos han ganado resonancia durante la pandemia del coronavirus, particularmente en instituciones estatales, línea de trinchera en momentos críticos.

Aunque no es reconocido por el Gobierno para las discusiones clave, el gremio suma 1600 afiliados, entre personal de salud (médicos, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, etc), administrativos y personal de maestranza. 

Vacchiani, que también ha sido basquetbolista y trabaja en el Hospital Neuropsiquiátrico, toma tales aspectos como indicadores de crecimiento y anuncia que volverán a pedir la personería gremial, amparados en la jurisprudencia vigente.

En la segunda entrevista del ciclo que presenta a referentes jóvenes del sindicalismo, el dirigente enfatiza la necesidad de revisar prácticas sindicales cada vez más alejadas de las necesidades de los trabajadores. Por ello, pide volver a modelos asamblearios y advierte sobre la inacción de las centrales gremiales ante una reforma laboral en marcha.

- Si tuviera que ubicarse dentro del espectro ideológico, ¿dónde estaría?
- Soy de izquierda. Desde el centro de estudiantes milito en la izquierda. Fui candidato a diputado por el MST. Otra cosa es el gremio, que no se podría decir que sea de izquierda. Es autónomo de partidos y gobiernos. Hay representación de las diversas corrientes de opinión. De hecho, modificamos el estatuto para que se incorporen las minorías a la comisión directiva. Eso lo reivindicamos como prácticas de un nuevo modelo sindical. 


- ¿Por qué decidió vincularse la actividad gremial?
- Empecé como delegado del Hospital de La Calera, que en ese momento estaba provincializándose. Era monotributista. Empezamos una pelea para exigir a la Provincia que nos reconozca como trabajadores y pasar a planta, porque eso establecía el convenio que había firmado la Municipalidad con la Provincia. Por esa lucha me despidieron. Pero justo estábamos en una mesa de negociación con el ministro de Salud y me tuvieron que reincorporar. Ahí pedí el pase al Neuropsiquiátrico. 


- Desde hace años denuncian carencias que son específicas del rubro salud.
- La pandemia vino a demostrar que necesitamos una paritaria específica porque tenemos problemáticas específicas, que en una paritaria estatal es muy difícil plantear. Es un reclamo histórico, porque en una paritaria no sólo se discute salario, sino también condiciones laborales y nivel de precariedad. El 50% de los trabajadores de salud están precarizados, con algún tipo de contrato, beca, monotributo. Eso pasa en el resto del país también, pero acá está la particularidad de la connivencia entre el Sindicato de Empleados Públicos y el Gobierno. Es muy funcional la conducción del SEP al Gobierno. Por lo tanto, a esa paritaria, obviamente no sientan a gremios críticos como UTS.


- ¿La informalidad es una preocupación transversal en el arco gremial?
- Sí. En nuestro sector es una pelea histórica. Cada vez se incorporan más figuras precarias. Nosotros peleábamos por los contratos, pero inventan formas más precarias. Pensás que el monotributo es lo más frágil, pero aparece la beca. En pandemia llamaron a voluntarios, les pagan refrigerios, algo que no es salario.


- Son convocatorias y contrataciones precarias hechas por el propio Estado.
- El Estado es de lo más precarizadores. Incumple las leyes que dicta el mismo Estado. También reclamamos concursos. Desde hace 20 años el Gobierno incorpora personal a dedo, a punteros políticos, con la connivencia del SEP. Muchas veces es el sindicato el que hace entrar a la Provincia. Eso implica deber favores y tiene una cuestión disciplinaria, igual que la precariedad. Aparte de ahorrar plata, a monotributistas y contratados les dicen que no vayan a asambleas, que no hagan paro. Tiene un fuerte efecto para desmovilizar a los compañeros.  


- Primero en el ámbito privado, luego en el público, aparecen otras denominaciones para los vínculos entre empleador y empleado. No se habla de empleados o trabajadores. Se los refiere como colaboradores, asociados, etc. 
- Esos eufemismos se utilizan para avanzar en la precarización. La uberización, que se da mucho en la parte privada. Lo que quiere la patronal es evitar derechos laborales. Sobre todo en el empleo juvenil, que es hiper precario. Eso se quiere extender al sector público. Hay un claro intento de avanzar en una reforma laboral, algo que hace años piden las patronales. La quieren meter de hecho. O por convenios por rubros, como pasó con SMATA. La quieren meter de a poco, porque saben que de lleno, como quería Macri, va a tener resistencia.


- ¿Piensa que en algún momento se planteará formalmente la reforma como tal o continuarán con esta modalidad paulatina?
- Va a depender del nivel de movilización que podamos tener los gremios. Va a depender de nuestra capacidad de resistencia. Por eso es preocupante la pasividad de la CGT y los grandes gremios, porque muchos ya han aceptado retoques en su convenio, pero no hay movilización o estado de alerta.


- No son pocos los gremios que analizan la posibilidad de redefinir los vínculos entre empleador y empleado. Incluso los convenios.
- La extorsión siempre ha sido la misma: tener un ejército de desocupados para poder meter reformas. Siempre esa amenaza: “si no es esto, no hay trabajo”. La solución no es esa. Quedó demostrado en los 90, cuando se instaló el monotributo y justamente fueron los años de mayor desocupación. Hay que rechazar cualquier forma de flexibilización o precarización, que es lo que quiere instalar la reforma laboral. Al contrario, tenemos que ir a nuevas formas. Por ejemplo, reducir la jornada laboral para repartir el empleo. También que las empresas multinacionales abran los libros. Pueden tener una dificultad puntual, pero siguen ganando miles de millones de dólares, a costa de bajos salarios.


- Desde la irrupción de las tecnologías digitales han ido cambiando distintos paradigmas, desde el modo en que nos vinculamos hasta el modo en que se ejerce el empleo. ¿Hay que repensar el trabajo como concepto?
- Una mayor incorporación de tecnología tendría que implicar una reducción de la jornada laboral. Pero pasa al revés, se busca que se trabaje cada vez más. No sólo en cantidad de horas, sino una extensión de la edad jubilatoria. Para nosotros es al revés. Si somos los trabajadores los que generamos la riqueza, todo este avance tendría que implicar un mejor reparto de las horas de trabajo. Hay un montón de variantes que el empresariado no quiere ver, porque sólo busca aumentar su ganancia. Por eso tienen que intervenir el Estado y las centrales sindicales en ese debate, pero no lo están haciendo.


- ¿Cómo impactó la pandemia específicamente en el rubro salud? 
- Nos golpeó con dureza. Tuvimos más de 120 fallecidos. Es paradójico que justamente los trabajadores de salud, los de la educación, los comunicadores, definidos como esenciales por los mismos gobiernos, sean los peores pagos. Si lo esencial es la salud, la educación, la información, eso no tiene un correlato con la situación laboral y salarial. Ahora, al fin de la pandemia, tampoco se ve un fortalecimiento de la salud pública, un reconocimiento salarial a los trabajadores.


-Hay también una tendencia creciente al pluriempleo
-Es una cuestión muy marcada en salud. El 80% tenemos dos o tres trabajos. Eso implica sobrecarga laboral, burnout, deterioro físico, emocional y mental.


- Considerando estas modificaciones en el mercado laboral, considerando también el cuestionado rol de los gremios, que también son objeto de embates discursivos, ¿es necesario repensar las estructuras sindicales?
-Hay que ir a un nuevo modelo. Esas críticas, si bien muchas son reaccionarias, tienen una base real: el sindicalismo, o una parte de sus dirigentes, ha perdido los principios de defensa de los trabajadores. Muchos incluso se han transformado en empresarios o tienen cargos hace 30 años. Nosotros creemos en otro modelo, apegado a las necesidades de los trabajadores. Es lo que discutimos con José Pihen. ¿Hace cuánto no va a un hospital? ¿Cómo sabe las necesidades que tenemos? Hay que discutir un modelo que se base en asambleas. Y reformar los estatutos para permitir la participación. Algunos estatutos son tan proscriptivos que resultan antidemocráticos. El actual modelo sindical está agotado, pero no en el sentido estructural, sino su dirigencia y sus prácticas. Hay gremios que son organizaciones anquilosadas y se han transformado en cuasi empresariales. Perdieron la esencia.