Maricona, putón, trava, son algunos de los insultos que finalmente el colectivo de la diversidad resemantizó y hasta los usa con gracia. Pero no siempre fue así. Antes de ello y mucho antes de aquel 9 de mayo de 2012, cuando se aprobó la Ley de Identidad de Género, tuvieron que cargar con el estigma social -y en la mayoría de los casos también familiar- que les expulsó de las navidades, del barrio, del trabajo formal y de toda forma de protección del Estado.

“Llega un día en que te encontrás sola, sin opciones, y te hundís o salís adelante”. Así lo dice Ana Laura Torres Vera, que tiene la gentileza de recibir a Cba24n en su oficina del Obispo Mercadillo, mientras ultima detalles de los festejos oficiales por el décimo aniversario de la Ley, organiza un viaje de compañeros que vienen a un encuentro, atiende llamadas de funcionarias y pide perdón cada vez que el teléfono interrumpe.

- ¿Es posible ser activista trans y funcionaria al mismo tiempo?

-Ahora sí. Pero no ha sido fácil. En esta Córdoba pacata, pseudo moralista, siempre escudada en la moral y en las buenas costumbres, yo les digo ¿qué moralidad?¡hipocresía pura!

Imaginate que yo llevo toda mi vida luchando, desde que sufrí el primer desarraigo cuando me echaron de mi casa de Barrio Maipú, vinieron muchos más. Pero tuve la suerte, o la capacidad, de encontrarme con gente buena como Hugo Silva que estaba deslumbrado con mi dicción y mi manera de comportarme, de saber estar, bué…así fui entrando en la vida política. En ese momento militábamos en la CHA (Comunidad Homosexual Argentina, en los ‘80) y éramos cada vez más visibles. Salíamos en el programa de (Carlos) Hairabedián, en Muy Buenas Noches, y ya era como moverse en otro estatus.

Y bueno, por mi trayectoria trabajé con Hugo Silva (director de Minorías y Lucha contra la Discriminación de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Córdoba) Y después llegué aquí, a coordinar el área de Diversidad de la Municipalidad. Creo que empezar en derechos humanos, contra la discriminación, estuvo bien. Pero ahora ya no, hoy la cosa pasa por un área propia para el colectivo de la Diversidad.

En la política siempre hubo de todo. La verdad es que en el gobierno de (José Manuel) De La Sota no había un compromiso genuino con nuestros derechos. Y ahora en el ministerio de la Mujer tampoco. Con todo lo que hemos avanzado ¡no hay una sola mujer trans en todo el Ministerio!

A mí no me importan los cargos por ocupar un sillón, tampoco necesito ser tutelada, lo importante es estar en los espacios de poder para poder tomar decisiones. Por ejemplo, ayer estuvimos dando una capacitación en el Poder Judicial. Y hay gente que dice para qué, si ya tenemos la Ley de Identidad de Género. No, no y no. La ley es una cosa y el conocimiento, el cumplimiento efectivo, la mirada inclusiva, es mucho más. Hay que capacitarse todo el tiempo.

A mí no me importan los cargos por ocupar un sillón, tampoco necesito ser tutelada, lo importante es estar en los espacios de poder para tomar decisiones.

Y hay que participar en política, en todos los espacios, en todos los partidos. Porque vamos a ver, como una vez le dije en la cara a un importante dirigente radical, no sean hipócritas, ¿ustedes qué se creen, que en la UCR son todos varones heterosexuales? Fui a la Casa Radical para acompañar a una amiga que venía de Río Cuarto, en ese momento había un grupo que quería armar una Mesa de la Diversidad (se ríe) ¡Imposible!

Y después, ocho días antes de dejar el gobierno (Ramón) Mestre se viene a enterar que hay gays y trans que sufren injusticias ¡Por favor, es una realidad milenaria!

Por eso yo digo, y esto nena quiero que lo pongas bien grande, el peronismo es el único espacio político que nos albergó. El gobernador Juan Schiaretti fue el precursor en un trabajo que nos impulsó desde lo laboral y para nuestros espacios de militancia. Y el gobierno de (Martín Miguel) Llaryora, el primer intendente realmente comprometido con la diversidad y sus derechos.. Por eso en Córdoba hay una experiencia única, 120 compañeras trans trabajando dignamente gracias a los programas y políticas que impulsamos desde la Municipalidad.

Por eso estoy aquí, porque podría dedicarme exclusivamente al diseño de vestuario y ganar un dineral.

-Como dice el refrán: Coser y cantar, todo es empezar

La costura me salvó la vida. Hoy la que no se forma es porque no quiere, pero cuarenta años atrás era muy diferente. Vivíamos en el peligro del día y en la bondad de la noche. La prostitución era prácticamente la única opción. Pero yo sabía coser.

Cuando mi papá me echó de casa y mi mamá consintió, me tuve que ir del barrio a una villa. ¡Pero tenía 140 pesos y me compré un ranchito por 16, era millonaria! (suelta una carcajada y en segundos se le llenan los ojos de lágrimas)

Recuerdo que cuando mis padres y mis hermanos salían yo siempre me quería quedar sola, porque ellos se iban y la casa se convertía en mi palacio. ¡Con esa colección de pelucas de mi madre, los vestidos, los collares, era tan feliz! Y soy feliz con lo que soy, me da mucha pena esa gente que es gay, por ejemplo, y no se asume nunca.

Siempre me gustaron los trapos. Y con el tiempo aprendí a hacer unos vestidos fantásticos, si te digo que yo le hice ropa a... bueno, a mucha gente.

Y ahora sigo, hago diseño de vestuario para espectáculos. Fijate que acabamos de ganar varios premios con Los Can-Can (Music Hall cordobés que triunfa en Villa CarlosPaz). Vení que te presento al director, Damián Sarfatti, un genio.

Ese es otro desafío, la promoción cultural. Vamos a coordinar con Cultura pata hacer visible todo lo que tenemos para aportar desde el colectivo de la diversidad.

Y ahora que conmemoramos los 10 años de la Ley de Identidad de Género estamos pintando un mural hermoso en la Costanera y que se inaugura el lunes.

-Los datos oficiales indican que las mujeres trans son el grupo poblacional más vulnerado de Argentina, con un promedio de vida de 37 años

Sí, es así, pero yo creo que eso está cambiando. Falta mucho, muchísimo, yo tengo 54 años y estoy luchando desde los 14. Y lo que hemos conseguido ha sido así, luchando. El Estado tiene una gran deuda con la diversidad y la está pagando poco a poco.

El Estado tiene una gran deuda con la diversidad y la está pagando poco a poco.

En Córdoba dimos una lucha tremenda contra el Código de Faltas. Yo misma estuve presa cinco o seis veces por vestimenta indebida, por el famoso artículo 19 (“Serán sancionadas con multa equivalente hasta una vez el importe del salario mínimo, vital y móvil o arresto hasta diez días, las personas de uno u otro sexo que se exhibieren en público con vestimentas contrarias a la decencia pública…”).

Hubo represión, discriminación y desprotección, de la sociedad y del Estado. Recién hoy tenemos una ley integral para el VIH. Pero yo fui dos años voluntaria en el Hospital de Clínicas y acompañé a tanta gente... Muy triste, muy doloroso.

Cuando no tenés opciones, la vida es muy dura. Pero yo no estoy resentida ni exijo porque sí. A esos pendejos que vienen a los codazos yo les digo: gracias a esta “vieja chota” vos podés ser el cachivache que sos. Y me río. Pero ojo, no es cuestión de pedir y no hacer nada. Tenemos derechos y obligaciones, como cualquier persona.

-En el imaginario hegemónico una nace mujer o varón y no tiene nada que asumir ¿Cómo fue para vos?

Yo tampoco me lo planteé. Siempre me sentí mujer y siempre me gustaron los hombres. Ya en el jardín de infantes me gustaban los chicos y desde adolescente me ponía ropa para ser una chica sexy. Era natural y por eso no tenía conciencia de lo que me podía pasar.

Mi familia no me aguantaba. Decían que los avergonzaba. Incluso mi abuela decía “ese chico es maricón, llévenlo al médico”. Y mi mamá me llevó y me medicaron. Para qué, eso que me dieron lo único que hizo fue arruinarme el cuerpo.

Finalmente me aceptaron. Pero yo no quiero, no me importa si me aceptan o no, lo que yo exijo es respeto. Y tengo la suerte de que una de mis hermanas y sus tres hijos me respeten y me quieran.

- ¿Qué significó en tu vida la sanción de la Ley de Identidad de Género?

Un antes y un después. Dignificó mi vida. Y mi muerte, porque me voy a morir siendo quien soy.

- ¿A favor o en contra de los tratamientos de transición?

Yo estoy a favor de los tratamientos hormonales y de la cirugía, por supuesto. Si nos hacíamos de todo, pero en condiciones horribles, con la silicona líquida y corriendo muchos riesgos, en la clandestinidad, ahora es parte de la salud pública, por nuestra lucha, para ser y parecer lo que somos.

- ¿Regular o abolir la prostitución?

El trabajo sexual es trabajo.

- ¿Cómo te definís?

Como una mujer trans, activista de mis sueños.

- ¿Sos creyente?

Me siento una mujer bendecida y tengo mi religión, el africanismo, que no juzga por la identidad o la elección sexual, todas somos personas.

- ¿Cómo te ves en el futuro?

Vieja. En una casa con un patio, con mucho verde. Escuchando buenas noticias sobre mis pares y viendo en la tele a una legisladora trans, ese es mi deseo