Quizás haya que comenzar por acá, por el momento en que la vida de Gloria se tuerce hacia un camino de sombras. La mañana en que trabajaba en la casa de su cuñada y alguien le dijo: “Chili, te necesitan en tu casa”. Gloría comenzó a caminar, entró a la Villa Hipolito Yrigoyen y vio ambulancias, móviles y gente. Unos pasos más allá, alguien le gritó: “Se mató Franco”. 

Franco era el mayor de sus cuatro hijos, tenía 17 y consumía cocaína. Fue el 10 de marzo de 2011, Gloría tenía 32 años y sintió que todo se desmoronaba.

Las luces

En abril de este año, Gloría soñó con Franco: “Mirá los chicos el hambre que tienen”, le decía en el sueño. “Yo sentí que tenía que hacer algo, he pasado hambre en mi vida”, dice, “muchos niños acá no tienen que comer y en parte porque sus padres consumen, no consiguen trabajo”

Entonces comenzó a cocinar. Es la responsable de una olla popular que tres veces por semana (martes, jueves y sábado) cocina para 60 familias. “Cocino para la cena. Es muy duro haber andado todo el día y acostarse con la panza vacía, por eso cocino a la noche”, dice. 

La primera comida fue una sopa picada con legumbres y verduras. En el barrio, dicen que se especializa en comidas calientes. “Es un don que Dios me dio, no podía decirte cual es mi especialidad porque todas me salen ricas”, se ríe. 

Gloría trabaja con sus hijas y cocina con las donaciones que recibe. “Yo tengo poco, pero lo tengo lo comparto, espero que otros hagan lo mismo”, dice. 

Trabaja con su familia en la villa Hipólito Yrigoyen.
Trabaja con su familia en la villa Hipólito Yrigoyen.

Las sombras

A decir verdad, no era la primera vez que Gloría se asomaba a un pozo de sombras. Fue madre a los 14. Cuando Franco nació, sus padres quisieron darlo en adopción. “Al principio yo robaba. Después entré en la prostitución y caí presa. Mi mamá y mi papá se adueñaron de mi hijo”, recuerda. 

En su casa, robar no era una opción, era un mandato: “Mi mamá decía que si queríamos repetir comida, había que chorear porque en casa no había”, cuenta. Hasta que un día se cansó. “Me harté de estar presa y de ver que no podía estar con mi hijo”, explica.  

 La resistencia de Gloria: en memoria a su hijo abrió una olla popular en su barrio

Es una mañana fría, Gloría camina por la plaza de su barrio, del brazo de Mónica Lungo, educadora popular y fundadora de la escuela Alegría Ahora, la institución que trabaja con adolescentes de zonas marginadas. Franco se había acercado a Alegría Ahora. 

“Un día alguien me dijo que mi hijo se drogaba. Yo no soy una mamá negadora, sabía que podía pasar”, recuerda. Franco comenzó a robar. Una noche entró con su novia a la casa de un policía y este abrió fuego: “Después supe que la novia de Franco murió en sus brazos, él no pude recuperarse de ese golpe”, cuenta.

"Si algo tengo para decir, es que escuchen a sus hijos, no los dejen solos", dice. 

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