Al viajar por el norte de la provincia de Córdoba encontramos algunos lagos artificiales. El más conocido es, seguramente, el de Cruz del Eje. Porque es el más antiguo: se inauguró en 1944. Pero también porque está cerca de la ciudad del mismo nombre, y porque es un auténtico oasis en una zona bastante seca.  Asimismo, porque el dique que lo embalsa tiene enormes dimensiones; de hecho, fue durante algunos años el más largo de Sudamérica. Más de 3 kilómetros de longitud.

Semejante tamaño era necesario porque la región es esencialmente llana. Las presas que se sitúan en llanuras son, en general, mucho más extensas que las que se emplazan en estrechas quebradas en las sierras. Al pie del murallón en Cruz del Eje, una pequeña usina genera energía hidroeléctrica.

Durante un tiempo el más largo de Sudamérica: más de 3 kilómetros de longitud.
Durante un tiempo el más largo de Sudamérica: más de 3 kilómetros de longitud.

En 1973 una creciente extraordinaria provocó daños importantes en el vertedero del dique, que debió ser totalmente remodelado años después. Para completar este breve panorama, diremos que este lago recibe al río Quilpo, que aguas arriba se llama Pintos y corre de sur a norte; del río de San Marcos, que ingresa por el este luego de atravesar las sierras de Cuniputo, y del río La Candelaria, que también corre hacia el norte. El curso de agua que emerge del dique, por su parte, es el Cruz del Eje.

Luego de atravesar la ciudad homónima, se pierde en las llanuras que rodean a las Salinas Grandes, ese vasto desierto cubierto de sal, y en verano, también de agua. Habitualmente los embalses se construyen en lugares más altos que las poblaciones a las que abastecen, para que luego el agua llegue a esos asentamientos urbanos por gravedad. Lo mismo ocurre con el San Roque y la ciudad de Córdoba.

Agua para el norte

Más hacia el oeste de Cruz del Eje, y más apartado de las poblaciones principales, se encuentra el embalse Pichanas. Es menos conocido también, salvo por los pescadores de la zona, justo es decirlo. Sin embargo, vale la pena recorrer los kilómetros que lo separan de Serrezuela. Consta de dos murallones o cierres independientes, de dimensiones considerables. Pocos kilómetros más abajo, un dique derivador da nacimiento a un sistema de canales y acueductos para proveer agua a toda la zona, hasta los pueblos más pequeños, ya limítrofes con la Rioja.

Significa “Casa de Aves”. El nombre no es casual: la zona tiene monte poco modificado con multitud de aves y trinos.
Significa “Casa de Aves”. El nombre no es casual: la zona tiene monte poco modificado con multitud de aves y trinos.

Mucho más al norte y al este, en cercanías de San José de la Dormida, un pequeño dique escondido, con un espejo de agua diminuto, asoma entre la vegetación: Pisco Huasi. Se trata de un derivador ubicado sobre el arroyo del mismo nombre, que significa, dicho sea de paso, “Casa de Aves”. El nombre no es casual: la zona tiene monte poco modificado con multitud de aves y trinos. Aclaremos que un dique derivador es un cierre que se construye con el fin exclusivo de desviar para del caudal de un río hacia un canal artificial, para su aprovechamiento. Como nuestro Diquecito, en cercanías de La Calera.

Puede producir algo de extrañeza, pero la existencia de estas y otras obras hidráulicas en la provincia de Córdoba no significa que aquí tengamos agua en abundancia. Todo lo contrario, en nuestra provincia falta el agua, y por eso es necesario embalsar la poca que tenemos, para poder utilizarla durante los períodos de sequía. El norte cordobés, en particular, recibe pocas lluvias y, por eso, es esencialmente árido.

“Si querés conocer más sobre los diques del norte cordobés, visitá el sitio de #TurismoCientífico de la UNC: https://turismociencia.unc.edu.ar, o seguinos en Instagram en @ciencia.turismo.”

Foto: Evangelina Minuzzi Fahn