Los sábados a la mañana mi papá me pasaba a buscar. Yo lo esperaba sentado en el cordón de la vereda y al lado mío, casi siempre, estaba Maxi, mi primer amigo del barrio. A él también su padre algunos días lo pasaba a buscar y en esos momentos era yo el que estaba sentado a su lado en el cordón de la vereda. Más de una vez cuando veía el auto de mi papá me ponía contento y un poco triste de dejarlo al Maxi. Compartimos el barrio y e eso de ser hijo de padres separados, pero en realidad compartíamos otra cosa: la vida, porque ni él estaba al lado mío ni yo al lado de él, estábamos juntos. Debíamos haber tenido no más de siete años. Hace mucho que no sé nada de él y a veces me pregunto ¿Qué será de su vida? Me pongo a imaginarlo con los pocos datos que tengo, hago grandes los detalles y me subo a pensamientos que me llevan al pasado, a las largas tardes jugando a la pelota en la calle usando de arco el portón de chapa de un vecino que nos hacía salía corriendo a toda marcha cada vez que hacíamos un gol, o los largos paseos con las bicicletas explorando zonas lejanas.

Cuando pienso en mis amigos se distorsiona la urgencia cotidiana, salgo del tiempo y me sumerjo, escapo sin irme a ningún lado pero vuelvo distinto.

Pensar en un amigo acompaña. Estén o no estén, es igual, un amigo es para toda la vida, en ese punto todos somos niños con amigos imaginarios. Los amigos son tan importantes que cuando no están los inventamos, es la materia prima con que se tapan las ausencias. Haber tenido una amistad, es aún tenerla. Recordar a un amigo es hacer un conjuro. Recuerdo a Mariela, mí amiga poeta, siempre, no hay una letra que no me la devuelva. Un amigo es un testigo de las maniobras que utilizamos para escapar de las miserias, un amigo es un secuaz para huir de la monotonía, cada amigo tiene al lado un perchero invisible donde uno deja sus disfraces.

Cuando falleció mi madre lloré cuando abracé a un amigo y me sentí chiquito hundido en su pecho. Ahí, frente a todos, rodeado de personas, de tíos, tías, hermana, pareja, ahí me hice pequeño y lloré con un amigo. A veces mis hijos llegan del colegio y me dicen: "me hice un amigo nuevo", es la mejor noticia que puedo escuchar porque yo deseo para ellos que transiten la aventura de la mano de otra vida, una mano siempre sujeta en el recuerdo, una mano siempre cerca en el presente

Las anécdotas se nutren de la amistad, son su tierra fértil.

Cada vez que le voy a contar algo a un amigo, en realidad se lo cuento de nuevo porque ya lo conté en mi imaginación, los amigos son seres que nos acompañan todo el tiempo, a veces andamos sueltos por el mundo, comprimidos por inútiles necesidades, pero cuando de la nada llega el recuerdo de un amigo uno le sonríe a un extraño, la amistad también es eso, una sonrisa al mundo.