Cada noche después de cenar con Soledad, su actual mujer, y con tres de sus siete hijos, Carlos Nayi saluda a su familia y camina solo hasta la pieza matrimonial para ponerse el piyama y, después de recostarse en la cama, apoya su cabeza en el respaldar. Así, “en silencio”, habla con Dios, le recita los versos de la oración del abogado de Santo Tomás de Aquino que aprendió en la facultad: “Señor, permíteme ser hábil en el argumento, preciso en el análisis, estricto en el estudio , franco con mis clientes y honesto con los adversarios ”.

A la misma hora en la cárcel de Bouwer puede que un preso común aproveche el sueño de los guardias para buscar el celular encanutado bajo el colchón y enviarle a su esposa uno de los muchos stikers que circulan en el mundo delictivo con la cara del abogado que habla con Dios. El más popular lo tiene a Nayi sonriendo, de camisa y corbata con la frase: “Nos vemos en Tribunales”.

Nayi tiene 62 años, siete hijos y es dueño de uno de los estudios más exitosos
Foto: Ezequiel Luque
Nayi tiene 62 años, siete hijos y es dueño de uno de los estudios más exitosos Foto: Ezequiel Luque

Nayi tiene 62 años, mide algo más de un metro sesenta y es lo más parecido que existe en Córdoba a un "abogado mediático". A fuerza de trabajo y oportunismo este hombre menudo, canoso y de voz aguda se convirtió en el dueño de uno de los estudios más exitosos de la provincia, heredando el protagonismo que supieron tener otros referentes del derecho penal como Carlos Roger, Carlos Hairabedian, Marcelo Brito y Miguel Ortíz Pellegrini.

—¿Sos un chupacirio?

—¿Eh?

—Me contás que fuiste a un colegio católico, que estudiaste en la Universidad Católica, tenés 7 hijos, y decís que Dios se sienta a tu lado en los juicios…

—¡No! —ríe— pero quiero contarte que en ese juicio la víctima…

A Nayi le cuesta salir de su lugar de comodidad. Prefiere narrar historias que lo apasionan y que alimentan el personaje que ha construido. Un personaje que no tiene manchas ni en la camisa ni en la vida. Un personaje que parece despertarse ya rasurado al ras y con la corbata puesta y planchada a las 4 de la mañana. 

—¿Sos o no sos un chupacirio?

—No.

—¿Vas a la iglesia todos los domingos?

—No.

—¿Rezas todas las mañanas?

—No.

—¿Con tu familia antes de comer?

— No. Rezo todas las noches y tal vez no se me crea, pero más que rezar, pido.

—¿Y qué pedís?

—Pido por los que sufren, por los que están en estado de crisis, por los que pude acompañar en la justicia para salvar su vida.

—¿Y sentís que Dios te juzga?

—No. He cometido muchos errores, pero siempre de buena fe.

Se produce un silencio. El enorme estudio lleno de diplomas y balanzas que hacen referencia a la justicia parece estar esperando este momento en que el abogado está a punto de hacer una confesión. Pero Nayi no descansa a la hora de ejercer su papel y, tras el silencio, regresa a su personaje y retoma el relato sobre el caso que le cambió la vida: El caso Corradini.

"Rezo todas las noches y tal vez no se me crea, pero más que rezar, pido", dice Nayi. (Ezequiel Luque)
"Rezo todas las noches y tal vez no se me crea, pero más que rezar, pido", dice Nayi. (Ezequiel Luque)

El homicidio de Corradini ocurrió en 1998. La investigación demoró trece años. Fueron necesarios dos juicios para que finalmente en 2016 la viuda del panadero, Mercedes Segalá fuera, condenada por el crimen. En el proceso Nayi representó ni más ni menos que a la hija de la víctima y de su victimaria.

—Durante ese juicio yo estaba en mi trabajo y mi familia recibía llamadas telefónicas. Mi esposa me decía: “Si les llega a pasar algo a los chicos, vos sos el responsable”.

El proceso del caso Corradini fue uno de los más vergonzosos de la historia policial y judicial de Córdoba. Al llegar el primer juicio, trece años después del hecho, la defensa de Segalá estaba en manos de uno de los mejores penalistas (y oradores) del mundillo de tribunales, Miguel Ortíz Pellegrini. Pellegrini amenazaba con “comerse crudo” a Nayi que por entonces era cuestionado como inexperto e incapaz de lograr una condena a la viuda. Nayi lo recuerda bien. No sólo porque lo amenazaron de muerte y atravesó todo el proceso con custodia, sino porque sabe que ese podría ser considerado su segundo nacimiento.

—La crítica de los abogados. La burla, el agravio. El escarnio público. Me creían un incompetente para una causa de tanta responsabilidad. Mientras yo hacía preguntas los colegas se reían. Todo eso tuve que sufrir.

En aquel momento Nayi atendía en una oficina con dos habitaciones en la calle Bolivar 376. Su incorporación al caso fue muy particular. Quién lo contrató no fue la familia Corradini sino la hija del panadero. Yanina (a quién Nayi llama “una heroína”). Ella había sido víctima de quienes mataron a su padre y luego fue víctima de su madre que la usó para esconder el crimen. Más tarde Yanina también fue víctima del investigador privado que su madre contrató para ensuciar la causa y se convirtió en su padrastro y terminó abusando sexualmente de ella. 

"Me creían un incompetente para una causa de tanta responsabilidad", dice sobre el caso Corradini (Ezequiel Luque)
"Me creían un incompetente para una causa de tanta responsabilidad", dice sobre el caso Corradini (Ezequiel Luque)

Nayi escuchó a aquella adolescente desesperada que lo fue a buscar diciéndole que sospechaba que su madre era la asesina. La escuchó cuando ya nadie la escuchaba. Es un hombre que combina honestidad y viveza. Sabe que el derecho es un negocio, pero sabe que no puede ser sólo eso.

—Un día mi secretaria me hace llamar y me dice que una chica (menor de edad) llamada Yanina Corradini quería hacerme una consulta, pero no tenía plata para pagarme. 

El hombre que dice sentir a Dios acompañándolo, debe haber sentido también en ese momento los nervios de la oportunidad. El Caso Corradini era en aquel entonces el más resonante de la provincia. Ser parte del juicio implicaba publicidad asegurada.

—Cuando entró Yanina vi a una señorita muy a la intemperie, abatida, diminuta, delgada sumida en un dolor tremendo (a Nayi le encantan los adjetivos calificativos y es capaz de encolumnar cinco y hasta seis seguidos. También ama las enumeraciones y citarse a sí mismo). Ella me dijo: “a mi padre lo han matado. Necesito que me ayude” y yo le pedí que me dijera cuál era su sospecha y ella me dijo: “mire, yo sospecho de mi madre”.

Mientras habla el abogado mueve la cabeza. Está satisfecho con él en el recuerdo. Sabe que fue en ese momento cuando comenzó a forjar el éxito de hoy. Más tarde dirá que su primera oficina la consiguió prestada en el local 9 de la Galería Cinerama. También contará que en esa misma oficina trabajaba una costurera por la mañana y él escribía sus oficios por la tarde. Lo que está claro es que el día que atendió gratis a Yanina Corradini, fue el día en que se convirtió realmente en el Carlos Nayi que ahora tiene un estudio con tantas habitaciones que ni vale la pena contar y 14 profesionales bajo su ala.

—Ella me dijo: “La mitad de mi vida se fue con la muerte de mi padre. La otra mitad es la que me queda para pedir justicia. Necesito ayuda”, y yo sentí que sus palabras estaban gobernadas por la sinceridad.

La respuesta de Nayi podría ir con un guion de diálogo, pero vale más ponerla entre comillas: “Y le dije: juro ante Dios que la voy a ayudar”. Yanina fue quién logró la condena de su madre y lo logró gracias a la insistencia de su abogado que también la acompañó en la condena a Oscar Luis Díaz (el detective y pareja de la madre) a siete años de cárcel por abuso sexual.

—¿Sentiste a Dios al lado tuyo durante el juicio?

—Siempre. Siempre estuvo Dios a mi lado.

El amor y el “hombre cansado”.

—¿Cómo se llama tu compañera?

—Soledad.

—¿Cómo la conociste?

—Ella es abogada. Ejerce y es parte de mi estudio —dice y señala—. Ella es Soledad.

El fotógrafo dispara. Èl sonríe cuando le alcanzan el enorme portarretrato donde la madre de tres de sus siete hijos mira con sus ojos celestes mientras el abogado se convierte en Maradona y monologa:

—Una gran compañera. Una persona que está presente permanentemente en todo. Esta (la abogacía) es una profesión que nos enfrenta a vivir situaciones de zozobra y desconsuelo. Ella (Soledad) es la persona que comprende al hombre que viene cansado. Al hombre que viene derrotado cuando, aun teniendo la razón, la justicia no se la da. Al hombre que necesita paz, que necesita soledad y esta (la del retrato, soledad, la mujer) es la persona que comprende las deudas que tiene un hombre que dedica mucho tiempo al trabajo y que está ausente quizás en los momentos más importantes. Porque hay que ser claro: No se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Si yo estoy en este estudio desde las 4 de la mañana hasta las 20, ese hombre (él) no puede ser ese padre y ese esposo que la familia necesita día a día.

"La persona que comprende al hombre que viene cansado", así define el abogado a Soledad, su segunda esposa. (Ezequiel Luque)
"La persona que comprende al hombre que viene cansado", así define el abogado a Soledad, su segunda esposa. (Ezequiel Luque)

Nayi podría seguir hablando. Más tarde cuando se refiera a sus amigos hablará de dos. Los dos famosos, los dos conocidos en Córdoba, pero no mostrará por ellos ni la mitad del entusiasmo que pone en hablar de “ese hombre” que está casado con Soledad.

—¿Cómo la conociste? Ella es notablemente más linda que vos.

—(Se ríe y contesta) La conocí ejerciendo la profesión.

—Y cómo fue. No pareces un langa que anda por tribunales tiroteando mujeres.

—Noooo. En realidad me la presentó un amigo. Un compañero de la católica. Me dijo que ella quería aprender, que le gustaba el derecho penal y la primera vez que la vi me cautivó.

—¿Qué edad tiene ella?

—Tiene 42, la edad que tenía yo en aquel momento y llevamos 22 años juntos.

— ¿Cómo le dijiste que te gustaba?

—Tomé coraje no sé cómo y la invité a salir. Estaba muy temeroso. “Es muy linda y atractiva”, me decía. Pero me dijo que sí. Su sensibilidad, su madurez, su profundidad me conquistaron. Le gusta mucho la filosofía. Interactuamos y vino la segunda y tercera invitación y la cuarta, hasta que le pregunté así… —Nayi acostumbra anunciar con su tono de voz y dejar un silencio antes de decir algo que le parece importante— …¿Querés ser mi novia?

—¿Y habías tenido muchas novias vos?

—Una sola. Silvia, mi primera esposa (madre de cuatro de sus hijos) con quien me casé en 1985 y me separé en el 2000. Después llegó Soledad en el 2001. No conocí otra mujer.

—Y además de eso que ella comprende al hombre y lo que me dijiste… ¿qué aportas vos?

Nayi suspira. Piensa, se echa para atrás. 

—Es muy difícil. El planteo se ha hecho y se sigue haciendo. Negociamos.

Carlos Nayi

Noticia, negocio y salud

Marx dijo que el delito es una rama de la producción y que de él derivan no sólo el derecho penal, sino también las instituciones judiciales y hasta la policía. ¿Qué piensa Nayi al respecto?

—El delito es una industria. El abogado vive de los conflictos. Yo he optado por un camino. El de asistir a la parte querellante.

—Una de las críticas a tu estudio es que cobras a los clientes una plata inicial y después los olvidas.

—Este es un equipo de trabajo. Ninguna causa se olvida, pero aunque Carlos Nayi es la cabeza y quien conduce las acciones, en el teatro de operaciones (las referencias bélicas son constantes en el discurso del abogado) hay 14 personas aparte de Nayi que forman parte de este estudio. Obviamente no siempre el cliente va a tener contacto conmigo, pero yo coordino todas las tareas y no se olvida nada. Por eso yo agradezco a Dios no haber perdido la sensibilidad.

Entre los muchos casos en los que Nayi tuvo un accionar destacado está la causa en la que una oficial inspector y un cabo denunciaron a sus jefes contando que, por orden de la jefatura de policía, los enviaban a detener inocentes para mejorar/mentir en las estadísticas policiales. Por ese hecho fue condenado el Comisario Inspector Pablo Márquez, jefe de los clientes de Nayi.

En el ámbito de la salud, Nayi también tiene éxitos que mostrar. Se ha convertido en un especialista en lograr, mediante amparos, que diferentes obras sociales y el Estado mismo atienda a quienes quedan a la deriva sin tratamiento médico. En un momento de la charla tomó un frasco de lapiceras y contó que en muchos de esos casos no llegó a cobrar ni un peso por sus gestiones, pero en señal de agradecimiento las personas que ayudó le regalaron alguno de los muchos bolígrafos que colecciona.

Nayi colecciona lapiceras, la mayoría obsequios de sus clientes (Ezequiel Luque)
Nayi colecciona lapiceras, la mayoría obsequios de sus clientes (Ezequiel Luque)

Mediante sus presentaciones, Nayi logró entre otras cosas el primer By Pass gástrico para un joven con obesidad mórbida. En el caso de Natali Maidana consiguió que la joven tuviera tratamiento adecuado para su fibrosis quística. Algo similar ocurrió con Sofía Sánchez. En el caso Nadia Milagros que sufría el síndrome de piel de cristal consiguió también cobertura total. Una de las cosas

En este punto, algo que enorgullece especialmente al abogado son los amparos en los que consiguió que varias familias puedan acceder a tratamientos de fertilización asistida.

—Esos amparos han permitido a muchas parejas tener hijos.

Para Nayi eso demuestra que la justicia no sólo salva vidas sino que puede “fundar familias”. El abogado asegura que no se ha enriquecido con el derecho. Cuando le preguntamos por los amigos, dice que tiene sólo dos y pide permiso para nombrarlos: “Son el padre Oberlin y el ex legislador provincial Ricardo Fonseca”.

Nada parece estar fuera de control en el mundo Nayi. En relación al gobierno provincial el abogado se anima a esbozar una tímida crítica:

—Yo creo que el poder ejecutivo provincial es hipoacusico (sordo). Además creo que no se está tomando debida nota de los errores que comete la fuerza policial. Esto condiciona a todos los cordobeses.

—¿Qué pensás del aborto?

—Estoy en contra. Salvo excepciones.

—Pero cuando se prohíbe el aborto aumenta la clandestinidad. Y aparecen los Dellisanti.

Nayi representa a una joven presuntamente abusada por un médico (Spiro Antonio Dellisanti) que montó una industria gracias al prohibicionismo. Él mal llamado “Dr Aborto” aprovechó la clandestinidad para enriquecerse y cometió varios delitos que fueron desde vender bebés a tirarlos vivos a la basura.

—Lo sé. Pero igual estoy a favor de la vida.

—¿Pensás que los que estamos a favor del aborto legal estamos en contra de la vida?

—No. No pienso eso.

—¿Qué pensás del feminismo?

—Que es necesario en la medida en que no se convierta en una obsesión.

—¿Dónde gozas, Carlos?

—Llevo una vida muy austera. El momento que disfruto es salir a cenar con mi familia, tomar café, ir a Carlos Paz. Amo Termas de Río Hondo. Y la verdad es que el momento donde soy más feliz es cuando me cruzo en la calle con alguien que por mi intervención salvó su salud y pudo seguir viviendo.

La oración de Santo Tomás que recitará Carlos Nayi esta noche antes de dormir, termina así: “Siéntate a mi lado en mi escritorio y escucha conmigo las necesidades de mis clientes, lee junto a mí en la biblioteca y permanece a mi lado en la vista , para que hoy, al tratar de ganar un caso, no pierda mi alma ”.

Y hasta mañana.