El mito del “viejo sabio” y los discursos culturales que argumentan que una persona sólo obtiene legitimidad al llegar a cierta edad “adulta”, ha generado un estigma que impide la plena participación político - ciudadana de la juventud que hacen a la democracia. 

Desde los medios tradicionales el estigma se refuerza periódicamente. En ellos, los prejuicios contra las nuevas generaciones -que surgen desde los espacios más conservadores y de las que se hacen eco hasta los más progresistas- encuentran su aliado más fuerte. No faltan voces mediáticas de todo tipo que afirmen que la juventud de hoy “está perdida” y que hace falta pensar en los “jóvenes del futuro”; ni falta el discurso cassette que busca romantizar el pasado permanentemente: “antes todo era mejor”. 

Pero estos prejuicios no son casuales ni situados. Son parte de uno de los tantos conceptos dialécticos - juventud / adultez - que ordenan a las sociedades del mundo y que, por ahora, lejos está de llegar a una síntesis. 

Hablar de política en la juventud no es necesariamente político - partidaria. Son pocas las personas jóvenes que ven en los partidos actuales un espacio de construcción y de inclusión, y no es una sorpresa. A las claras están las dificultades que encuentran los partidos políticos tradicionales para relacionarse con la juventud y, mucho más aún, para incluirlos en un proyecto de gobierno que no quede en un eslogan de campaña. 

La negativa por parte de los medios tradicionales de incluir las voces más jóvenes a su agenda diaria desde una perspectiva participativa y horizontal y no desde la crítica y el menosprecio, ha llevado a las nuevas generaciones a buscar alternativas en los medios digitales. En ellos se encontró un nuevo terreno de interacción, de comunicación y de participación ciudadana que, en sus inicios, pregonaba la libertad de expresión absoluta, democrática e igualitaria. 

Estas plataformas, calificadas en algún momento como “alternativas” por los más conservadores que se rehusaban a verlas como un medio de comunicación serio por el solo hecho de ser utilizadas por jóvenes, hoy se han convertido en uno de los principales espacios de expresión política en Argentina y el mundo.

Desde ellas nacieron numerosas iniciativas, entre ellas un proyecto periodístico del que fui parte en 2019 llamado “Entre Medio”. El objetivo era incluir e interpelar al público joven (16 - 22 años). Para esto, entrevistamos a los candidatos y candidatas a intendente en Córdoba capital, indagamos sus propuestas de campaña vinculadas a los intereses de los jóvenes y luego intentábamos transmitirlas, a través de las redes sociales y plataformas digitales, a nuestro público objetivo: la juventud.  

Durante el proceso pagamos mucho derecho de piso. Nuestra lista de contactos era nula y nuestra capacidad económica para costearnos un proyecto como el que teníamos en mente era limitada. Tuvimos muchos errores y aciertos, pero sobre todo, mucho aprendizaje. Tocamos muchas puertas, esperamos a más de un/a candidata durante más de una hora, y nos aguantamos algunas críticas, algunas más justas que otras.  

El modo cassette estuvo más presente que nunca. Los discursos marketineros y slogans berretas coparon la escena al momento de hablar de la juventud y en más de una ocasión, ante alguna repregunta, se lucieron mostrando su cara más estigmatizadora y clasista. Incluso de aquellos que se autodenominan progresistas e inclusivos. 

Pese a que los discursos eran bastante básicos, sorprendió que no hubo casi reconocimiento a las juventudes de sus propios partidos políticos que les militan la calle durante meses para la campaña política, a cambio de un sándwich y una gaseosa. De Córdoba capital, solamente uno llevó en su lista de candidatos a una joven como muestra de la inclusión real de los jóvenes en el proyecto de gobierno que ofrecían en 2019 desde este espacio político. Hubo un representante de otro partido político que decidió directamente no hablar sobre los temas que incluían temáticas de agenda juvenil relacionados, por ejemplo, al oborto o violencia de género porque su partido no tenía “una ideología de género”. 

El culto a la imagen por sobre todas las cosas. Nuestra primera crítica fue por parte de una candidata que no le gustó que, según ella, no hayamos sido explícitos en la manera en la que íbamos a grabar la entrevista y no se había preparado para la cámara. No fue la única, otro candidato nos pidió que cambiáramos la cámara de lugar porque le gustaba más “el otro perfil”. 

Mi principal observación a lo tradicional, es la incapacidad que tienen de ver a la juventud como agentes sociales que tienen un rol político y social más grande del que están dispuestos a reconocer. Basta con ver algunos ejemplos no tan lejanos en la que miles de jóvenes se reunieron para apoyar distintas leyes en el congreso. Y no solo leyes vinculadas a la agenda joven. Invito a que se acerquen a algún 24 de marzo, y observen el gran apoyo de la juventud que cree necesario preservar la memoria y continuar con el Nunca Más, pese a que no vivimos en esa época.

Lo que nadie quiere decir, y disfrazan ese silencio en menosprecio, es que en realidad esta  diferencia es parte de una batalla más profunda que es político - cultural. El problema no es que a los jóvenes nos faltan ideas, el problema es que las ideas que tenemos no les gustan. Y, ante esa situación, nos cierran espacios participativos, pensando que de esa manera ahogan o reducen nuestras ideas al silencio absoluto. 

Lamentablemente, lo que todavía muchos no entendieron, es que sin la juventud no hay política, ni política - partidaria. Porque desde acá, desde la juventud, donde se encuentran muchos de los pilares para la construcción de la democracia.