Pasaron dos años del último Encuentro presencial en La Plata. En ese tránsito, y como se acostumbra en nuestro país, hubo importantes mutaciones. Cambió el signo político del Gobierno Nacional y con él se creó el ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad; se aprobó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y se incluyó la identidad no binarie en el DNI. 

Este devenir de conquistas quedó inmerso en la ferocidad de la pandemia en términos sanitarios, humanos y económicos; en la proliferación de Argentinas, una cada vez más lejos de la otra en términos materiales e ideológicos; en la persistencia de los femicidios cada 30 horas y en las desigualdades estructurales que el patriarcado le imprime a las mujeres y diversidades, así como en el crecimiento de las derechas antidemocráticas, antipolíticas y antiderechos.

En este escenario el movimiento feminista sigue bregando por el encuentro. Sin embargo, esta voluntad de construir consensos se fracturó y quedó expresada en que, por primera vez en su historia, el 35° Encuentro será por partida doble: el que pasó durante el fin de semana del 8, 9 y 10 de octubre y el anunciado para el 19, 20 y 21 de noviembre, ambos en la capital de la Provincia de San Luis. 

Hasta donde es visible, este desencuentro se explica por la controversia en torno al nombre, por lo que se incluye en él. Por un lado, quienes sostienen que con mujeres no alcanza para visibilizar todas las identidades que padecen la opresión patriarcal y que con nacional se desconoce que Argentina está hecha de naciones indígenas, de raíces afro y de migrantes -Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No binaries-. Y, por el otro, quienes insisten en sostener la denominación de Encuentro Nacional de Mujeres. Una discusión que se inició en Trelew en 2018, se tensionó en La Plata y explotó en San Luis: lo que no se nombra, no existe” versus “el Encuentro somos todas”. 

Encuentros y desencuentros: más de cien mil mujeres y diversidades en San Luis

Con la difícil noticia de la renuncia de la ministra Gómez Alcorta, las puertas puntanas se abrieron con hospitalidad y las escuelas, polideportivos, la universidad y el Concejo Deliberante se llenaron de oradoras/es. Es que el Encuentro es un hecho social y político inédito -que no deja igual a nadie que lo toque- observable únicamente en esta tierra. Con más de 100.000 personas, desde la apertura se ubicó a lo plurinacional en el centro de la enunciación de todo el Encuentro. Además, los 15 ejes de trabajo y las actividades culturales estuvieron atravesados por la inclusión de la categoría de transfeminismos y el reconocimiento de lo indígena. También se amplió la cantidad de talleres sumando abordajes más puntillosos y específicos de lo ancestral y lo identitario, el medioambiente, los activismos, el autocuidado, las familias diversas y las crianzas.

Asimismo, se sumó un taller de Trabajos de cuidado y de reproducción de la vida. Se trata de un asunto que los feminismos vienen poniendo en escena para dar cuenta de que la economía se sostiene gracias al trabajo doméstico invisibilizado, no pago y precarizado de las mujeres en general, pero con mayor brutalidad sobre las empobrecidas y migrantes. Más aún, porque esto pone en evidencia el sacrificio del tiempo propio que el patriarcado capitalista busca disfrazar de entrega amorosa. Igualmente se incorporó la reforma judicial transfeminista, materia que ha avanzado en la agenda desde el femicidio a Úrsula Bahilo -asesinada en febrero de 2021 en la ciudad bonaerense de Rojas a manos de un policía, tras haberlo denunciado y reclamado medidas de protección en muchas oportunidades- por tratarse de un obstáculo para el efectivo acceso a los derechos y a la justicia. Para estas escribas, la trascendencia de estos dos talleres se explica en, por lo menos, dos sentidos. Por un lado, en que se edificó cierto consenso entre los feminismos acerca de que para erradicar las violencias de género hay que ir a fondo con las desigualdades económicas y con el Poder Judicial. Además, representan la oportunidad de que el movimiento feminista se trace una hoja de ruta, construyendo acuerdos, para salir abroqueladas a dar el debate en la sociedad, tal como ocurrió con el aborto.

También, se agregó la polémica en torno al trabajo de plataformas, el cupo laboral travesti-trans, los escraches como estrategia de visibilización de las violencias, así como la separación de la Iglesia y el Estado. De igual manera, fue novedosa la incorporación de talleres para familiares y cuidadores de personas con discapacidades, así como ámbitos exclusivos para que las niñeces y las adolescencias puedan debatir sin tutelaje la identidad de género y la sexualidad, corriendo al adultocentrismo imperante. Finalmente, en las calles, resonó el eco de la pregunta ¿dónde está Tehuel? y el reclamo mapuche.

Esta vez, ciertamente, el eje estructurante del Encuentro fue lo plurinacional y la identidad indígena. Este protagonismo, tan necesario como postergado, produjo un desplazamiento de la reflexión sobre la estatalidad y las relaciones de poder, pérdida que estimamos costosa para el movimiento feminista.

Encuentros y desencuentros: más de cien mil mujeres y diversidades en San Luis

Esta decisión la encontramos en, por un lado, la eliminación del taller de poder y política. Por el otro, en la ausencia de un taller para abordar las novedosas experiencias de institucionalización. En el eje de activismos y organización sólo quedó el taller de organizaciones barriales y partidos políticos, como si las demás instancias se orientaran a construir por fuera del Estado. Otra pérdida fue la ausencia de un taller para abordar la presencia de los feminismos en Ministerios y Secretarías a nivel nacional, provincial y municipal, o de revisión de políticas públicas, como ocurrió en el Encuentro anterior en La Plata con el taller del Programa de Anses Ellas Hacen, pensado para capacitar mujeres en situación de vulnerabilidad. Quizás se podría haber discutido el impacto de otras políticas públicas como el Plan de Acción contra las violencias, el programa Acompañar, etc.

Este San Luis se llenó de compañeres de una organización o de a pie, con afiliación partidaria, sindical o sin credenciales; del norte o de la patagonia, peinando canas o en cochecito; de la casa, de la escuela, de la fábrica, del campo, de la universidad, de la oficina; más del este o más del oeste; como un torrente o de a puñaditos. En todes reinaba la convicción de que este ámbito es trascendental para seguir trastocando esta realidad tan injusta como hostil, así como que el método del consenso es la forma de avanzar en las controversias. Un saber-hacer que disputa con otros, con la intención de volverse hegemónico y exigirle cada vez más a nuestra democracia. Ahora bien, tras abrir tantos frentes de reflexión y polémica, nos queda la tarea de la síntesis, de macerar las contradicciones, de lograr matices y concesiones. Y con ello volver a idear una hoja de ruta, un programa general.

Frente a la adversidad del presente, los feminismos debemos recuperar la potencia arrolladora para re-dinamizar la política, para entusiasmar a nuestra sociedad, para construir comunidad.