Viajar desde San Fernando del Valle de Catamarca hacia el Suroeste. Pasar por la localidad de Chumbicha. Aunque a algunos les cueste creerlo, esa localidad existe. Seguir unos 3 km hasta el cruce con la ruta nacional 60 y tomar a la derecha. Atravesar la Quebrada de la Cébila. Es un camino encajonado entre montañas que sorprenden por su verdor y por la densidad de árboles que presentan. Eso en su ladera Sur. El lado norte es mucho más seco. Es que apenas se emerge de la quebrada, se entra en la depresión o Bolsón del Salar de Pipanaco. Probablemente, una de las regiones más áridas de la Argentina. En la cercana bifurcación, se debe tomar hacia el norte por la ruta provincial 46. No equivocarse allí, pues si se toma hacia la izquierda se ingresará en la provincia de la Rioja, hacia Villa Mazán. 

Luego de recorrer unos 130 km hacia el norte, y de pasar por pequeños pueblos como Siján y Saujil, y por extensas plantaciones de olivos, el viajero llegará a la ciudad de Andalgalá. Pero ese no es su destino final. Apenas el comienzo de un interesante recorrido por la montaña.

Tras atravesar Andalgalá, deberá torcer hacia Chaquiago, donde el camino de ripio comienza a remontar la Sierra de Capillitas. Y ascenderá hasta su parte más alta, por una cornisa angosta, sin barandas y sumamente escenográfica. Son aproximadamente 60 kilómetros por esa ruta, alternando precipicios a izquierda y derecha a medida que se cruza de una ladera a otra. En otros largos tramos, el camino discurre por el filo mismo de la sierra, expuesto a vientos fuertes. El recorrido es largo y por momentos el viajero lo sufrirá, aunque seguro lo disfrutará al mismo tiempo. En los pocos momentos en los cuales se cruce con algún otro vehículo, deberá buscar un pequeño ensanche y prestar mucha atención en la maniobra. Por lo demás, el estado de mantenimiento de esta ruta es muy bueno, y casi no presenta serrucho. Dicho sea de paso, es la propia suspensión de los vehículos la que genera serruchos, y no las corrientes de agua, como alguna gente cree.

Por la huella minera

Sí, el estado de la ruta es bueno, y permite llegar a la parte alta de la sierra. Allí el explorador deberá optar por continuar por la misma ruta hacia el norte, o bien tomar hacia la izquierda por una huella minera, hacia la mina Santa Rita. Este último es el camino a elegir si se quieren visitar los túneles de una de las pocas minas de rodocrosita del Mundo. Esa huella minera tiene unos pocos kilómetros, pero es privada y su mantenimiento es deficiente. El último kilómetro es penoso: pendientes muy pronunciadas, arroyos por atravesar, curvas cerradas, grandes piedras. Vehículos sin doble tracción probablemente no puedan realizar la última trepada y dejen a sus ocupantes la tarea de hacer el tramo final a pie. Conviene, si ese es el caso, hacerlo con mesura, pues el altímetro marcará ya algo más de 3.000 msnm.  Como sea, tras la última curva, el camino vehicular termina y permite acceder a una sólida construcción: la hostería Refugio del Minero. Es propiedad de la familia Yampa, que la atiende y guía las visitas a las galerías de Santa Rita, así como al cercano Museo Mineralógico: Minero Samuel Reynoso. Se trata de una galería de 250 metros de profundidad cavada en la roca, de la cual se extraía rodocrosita. Es una piedra semi-preciosa, de color rosa y con hermosas vetas que varían entre blanquecinas y rosa fuerte, muy valorada en joyería. Desde el punto de vista químico, la rodocrosita en un carbonato de manganeso. En esa galería, totalmente oscura y húmeda, se exponen diferentes minerales en nichos cavados en la roca. Más interesante resultará asomarse, armados de linternas y con el auxilio de guías conocedores, a la estructura de la mina, sus hostiles condiciones, sus refuerzos de madera, sus filtraciones de agua, sus estalactitas. Luego de una hora aproximadamente de recorrerla, con paradas cada 5 metros, será un alivio para el visitante volver a la claridad de la superficie. La experiencia de la visita le resultará, sin dudas, intensa. Más aún si de regreso a la hostería y antes de retomar el camino hacia el norte, tiene la suerte de ver a pocos metros de distancia algunas chinchillas silvestres saltando entre las piedras. Son roedores grandes y esquivos, de cola y orejas grandes, típicos de estas áridas montañas. 
Antes de que se ponga el Sol, si no se pernocta en el Refugio del Minero, se deberá desandar la huella minera y retomar la ruta. Convendrá no regresar por la cornisa hacia el sur, sino seguir camino hacia el norte. A los pocos kilómetros se llega a la Mina Capillitas propiamente dicha. Se explota desde el siglo XIX, aunque sufrió numerosos avatares: cambios de manos, cierres temporarios. Desde 1947 y por varias décadas fue explotada por Fabricaciones Militares. En la actualidad, por la sociedad minera del Estado provincial de Catamarca, CAMYEN. Cabe decir que las instalaciones y galerías no son visitables, al menos sin permisos especiales. Se las ve a la distancia, impresionan, y se agradece haber podido recorrer Santa Rita.

No solo rodocrosita

La zona de la sierra de Capillitas no solo es rica en rodocrosita; también en metales. No debe olvidarse que a menos de 20 kilómetros en línea recta se encuentre Bajo de la Alumbrera, una de las minas de cobre, oro y molibdeno más importantes de la Argentina. Es un gigantesco pozo a cielo abierto practicado en la montaña. Y diez kilómetros más allá, Farallón Negro, yacimiento de oro y plata.

La Rosa del Inca, escondida en la montaña

Pero no es esa la historia de hoy. Volvamos a las recomendaciones para un fugaz paso por Capillitas. Siguiendo hacia el norte, luego de 50 km de ripio, esta vez sin cornisas ni precipicios, el viajero llegará a la mítica ruta nacional 40. Está pavimentada, y unos pocos kilómetros aún más al norte, se encuentra la ciudad de Santa María. Será la posibilidad de un descanso reparador.
Un descanso, claro, que permitirá repasar las intensas vivencias experimentadas durante el día, y las imágenes de la ruta, las galerías y, sobre todo, la maravillosa rodocrosita. O Rosa del Inca, como también se la conoce. Esas imágenes, probablemente, nunca se borren de la memoria. La visión habrá sido breve. Los recuerdos, duraderos.

La Rosa del Inca, escondida en la montaña