Para cualquiera que haya estado atento a los titulares de los últimos seis meses no sonará extraña la afirmación de que esta primavera y verano en el hemisferio norte han sido excepcionalmente calientes, en muchos casos, verdaderos récords de temperatura diaria o incluso de fallecimientos, o de sequías, o de incendios.

Un repaso rápido por los titulares que mostró esta última semana de The Washington Post, por ejemplo, muestra en sucesión: 
•    A medida que el cambio climático alimenta veranos más calurosos, grupos industriales tratan de impedir que se adopten reglas protejan a los trabajadores de la exposición al calor.
•    El Ártico se está calentando a un ritmo mucho más rápido de lo que muchos científicos esperaban
•    Julio presentó las noches más calurosas en la historia de los EE. UU.
•    ¿Qué está impulsando las lluvias masivas y destructivas en todo el país? 
“La infraestructura que tenemos realmente está construida para un clima en el que ya no vivimos”, dijo un científico que estudia las precipitaciones extremas.
•    La sequía extrema se está apoderando de Europa, intensificando el calor y alimentando los incendios
•    Irak se asa en un peligroso calor de 49 °C mientras la red eléctrica se apaga

Y siguen los títulos parecidos, que se repiten en otros periódicos y otras latitudes.
Frente a ese panorama, el observador poco preparado podría llegar a la conclusión de que se vienen una primavera y verano extremos, pero lo mejor, claro, es consultar con los especialistas.

Una “Niña” en la discusión

Por lo pronto, debe recordarse que en el verano 2022 tuvimos una ola de calor de unos 15 días pero se desarrolló en pleno fenómeno de “La Niña”, que fue responsable entonces de una sequía que rompió la cosecha agrícola en los tres estados del sur de Brasil y ha llevado al Paraná a una bajante histórica. 

Lo mismo pasó en varias regiones de la Argentina, aunque no de modo tan intenso. El otoño trajo una temporada más fresca que el promedio y contribuyó a la ola de frío más fuerte de mayo en el centro de Brasil desde 1977, con heladas incluso en la región sur del Amazonas y en Brasilia.

Para la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos, la Niña del otoño austral de este año fue la más intensa desde 1950. Según la serie histórica de la agencia, desde 1999 no se iniciaba el trimestre de invierno con el Pacífico ecuatorial tan frío.

Y a esta altura, todos los pronosticadores, parecen coincidir en que durante la próxima primavera, todavía habrá condiciones “La Niña”, más suave que el años pasado y con el fenómeno normalizándose hacia el verano.
Así lo dice también el Centro de Predicción Climática de la NOAA: “Se espera que continúe La Niña, con las probabilidades de La Niña disminuyendo gradualmente de 86% en la próxima temporada a 60% durante diciembre-febrero 2022-23”.

La mirada meteorológica local

Para tener una mirada más ajustada a las condiciones cordobesas, preferimos consultar con Juan Mario Navarro, Meteorólogo y Director del Observatorio de Salsipuedes, que nos resumió el panorama, trayendo algo de tranquilidad.

Advierte que “vamos a tener más calor en primavera que en verano” pero “la característica será la de un verano normal, con lluvias y tormentas adecuadas para la época”. Debemos esperar “extremos de temperatura entre 38 y 42 °C durante unos 7 días”, lo que debe compararse con el verano 2022, en que tuvimos una ola de calor de 15 días.
“Varios puntos del país también tendrán temperaturas extremas: tanto el litoral, como la parte central como en parte de la Patagonia, dentro de lo habitual. Pero la característica es que lloverá más este año que el año pasado”, pronosticó Navarro.

Además señaló que, como es normal para la época, habrá “algunos eventos extremos, con vientos del noroeste soplando regularmente y cada 5 a 7 días la entrada de un impulso de aire frío y húmedo”.
Todo indica, que el verano, este verano, no debería ser una fuente de preocupación, fuera de las precauciones normales cuando llegan las olas de calor.