El jueves 10 de junio de 2021 a las 9.30hs llegó el último audio y parte médico que ponía fin, dando paso al dolor, a los diez días más cercanos al derrotero de internaciones y muertes por covid que vivimos en mi familia.

Cuando empezó la pandemia, aún desconocida y con proyección invisible, llenos de incertidumbre nos vimos obligados al encierro en nuestros hogares. Al retiro hacia el adentro de cada universo familiar, condicionado por diferentes situaciones económicas y sociales pero atravesados por el miedo a un virus desconocido y al impacto sobre lo social, la vida en comunidad, las escuelas, los trabajos, las familias, las personas, etc. Fuimos asimilando lo que acontecía mientras generábamos nuevos hábitos, aprendíamos nuevos modos de cuidados e intentábamos comprender de qué se trataba este bicho que paralizaba el andar del mundo y transformaba un simple resfrío en peligro de muerte. Por aquellos primeros tiempos me marcaron afirmaciones abrumadoras como “Todas las familias van a perder gente querida”.

Un año después del comienzo de la Pandemia, poco antes de recibir las primeras dosis de vacunas, cuando en  Córdoba se produjo el pico más alto de contagios y muertes, con gran resistencia para tomar medidas restrictivas por parte de las autoridades responsables, los relatos médicos proyectaban como sería el crecimiento de contagios y muertes sino se profundizaban restricciones. “Hay personas que van a morir en el próximo mes y no lo saben”. Esa afirmación generó alto impacto, me lleno de temor y me recordó que el inicio de la Pandemia había quedado lejos pero “el pico más alto” que se anunciaba desde aquel inicio estaba siendo transitado. En ese transitar, la muerte de dos familiares, nos inscribió en esa afirmación.

A finales de mayo de 2021 mi prima Celeste informaba que su hermano Gastón estaba internado. Habían pasado quince días de la muerte de Fernando, otro primo víctima de Covid que se fue por esos días.

En la Semana Santa de 2021 comimos el último asado y hablamos de los miedos del covid. Mi primo Gastón, con su risa sarcástica y un vaso de fernet en mano expuso su miedo: “Si me contagio termino igual que Fernando”. Costó mucho aceptar la invitación a la juntada por los miedos al contagio. Nos juntamos al aire libre, mantuvimos distancia. Acepté ir pensando que eran tiempos donde el límite entre la vida y la muerte estaba difuso. Por suerte fui y nos sacamos una foto. Por suerte fueron mis hijos y lo vieron reír. Con los primos pasa eso, años sin verte y cuando te encontrás, la pedagogía del humor es lenguaje común. Un almuerzo se vive como cotidiano, aparecen los apodos, las anécdotas y se genera un clima de acercamiento que permite, en un asado, ponerte al tanto de todo lo significativo. Se genera una comunión familiar. Que suerte que fuimos. Apenas unos meses después, la común unión, imponía otros matices.

Última juntada de primos.
Última juntada de primos.

Primer parte médico

 “Esto es Kosovo...el médico q me puso en un consultorio al costadito me dice vos quédate tranquilo acá, q despacito te van a ir haciendo todo. Pero no dan abasto....aún no me hicieron la placa. Y  ya voy x segundo suero” (Mensaje de Gastón Romero desde el Hospital)

Gastón está internado con covid en el Hospital Rawson. Aún tiene su celular en la mano. Describe la situación como "Kosovo" porque hay personas hasta tiradas en el piso esperando ser atendidas o atendidas a medias. Él está en la camilla de un consultorio con una máscara de oxígeno. Le digo que registre todo así después hacemos una nota. "Te lo prometo" me dijo. Ese fue mi último dialogo con él.

Segundo parte médico

"Gordo guanaco" dice Celeste que, con risas que simulan alivio, me cuenta que está comiendo. Nos reímos.

Pasó la noche sentado en una silla con una máscara porque una señora mayor necesitaba la camilla. Él, a cambio, se quedó con la colcha. Parece que de eso también se carece en el hospital.

“Sigo en una silla aun. Eso es lo único malo. Recién me dieron de comer y controlaron todo. Está todo más q bien. 36.8 ° 98 de saturación, lo q es casi perfecto. Y la tensión justa...así es me podrían dejar ir también. No sé...” (Mensajes textuales de Gastón Romero)

Tercer parte médico

Gastón no contesta. Pasan horas, mi prima supone que se quedó sin crédito. Yo activo el grupo de primos que cada tanto muere y cada tanto revive. Últimamente revive por los que mueren. Ya van dos. Llega un audio reenviado. No sé si quiero escucharlo. Sé que tengo que escuchar. Es la voz de una mujer que también tiene covid y está congestionada de tanto llanto. “Gastón paso una mala noche”. Está con la máscara de oxígeno y es candidato a la terapia, dice Silvia, su actual pareja.

“.. Toman mi caso  como una neumonía. Tienen sospechas de q sea así. Solo con la placa. No me hacen tomografía x sapo, creo q es hasta 130 kilos o algo así...todo lo demás indica q sí. Por eso, para controlar todo. Prefieren q este entre comillas internado. Sigo en una camilla en un consultorio...”

“No puedo hablar. Sigo luchando. No respiro bien. Saturó bajo. Debo estar boca abajo. Me cuesta pero peleo. DeJo el celu” (Mensajes textuales de Gastón Romero)

Cuarto parte médico

Gastón está en terapia. Llega un audio de él dándonos ánimos y diciendo que es mejor estar ahí porque lo controlan más.  Le cuesta hablar y respirar pero está lucido. Empezamos a preocuparnos. Sabemos que reúne demasiadas condiciones. Igual seguimos haciendo chistes. Mi familia es de esas: humor negro, sarcasmo, desfachatez. Nadie está muy dispuesto a pensar en lo peor, aunque todos estamos atravesados por lo peor y es el peor momento en Córdoba.

“Estoy bien. Voy a terapia porque necesitan controlarme la frecuencia cardíaca. La cama es distinta y tengo médico y enfermeras todo el tiempo. Me dijo q tenga fe...todo bien. Yo me siento mejor. Si puedo tener celu” (Mensajes textuales de Gastón Romero)

Quinto parte médico

Hace más de 24 horas que no sabemos nada. Mi prima, que milita su frialdad y es la jefa de todos, empieza a perder la paciencia. Yo pregunto por mi tío: “Ya sabés como es de rompecoco”,  me dice. Decido que le voy a escribir yo para aliviarlos un rato a los dos y compartir la carga.

Pregunto por mi tía: “puteando porque siempre le dice que no puede estar tan, tan gordo”. Madres, su madre, las madres sabemos aunque a veces no queremos ver, sabemos.

Las dos pensamos en Mauro,  el tercero de los  hermanos.  Callado, sensible, sin vueltas, es el brazo en que mi prima se recuesta. Pregunto por el resto de la familia que está recuperándose de las otras perdidas. Hablo con mi mamá, que es igual a mi prima, y se esconde detrás de sus conocimientos médicos.

Yo pienso en cómo ayudar y activo algunos contactos para ver si podemos tener comunicación. Mi prima llama y llama y llama y llama. Está en su casa y no sé puede mover porque está esperando su hisopado.

Conseguimos un contacto "está estable, ya van a llamar, tengan paciencia por favor, estamos desbordados".

Son las nueve de  la noche, vuelvo a hablar con Celeste, aún no llamaron del hospital, no hay parte médico,  hablamos de todo y de cualquier cosa. Siempre hacemos chistes. Está esperando que Julieta, su amiga, la busque y está decidida a ir ella al Rawson. Le digo que mejor espere.

Sexto parte

No hubo llamada telefónica y mi prima se fue Rawson exigiendo algún dato. Le explican bien, le piden que entienda, que tenga paciencia y que tenga siempre el teléfono a mano porque hacen un solo intento de llamado sino no llegan a llamar a todas las familias.

Gastón está en estado crítico

Los muchos partes médico que llegan se dan horarios nocturnos. Y cuando llegan después de las 22 se me hace difícil escucharlo. La noche es larga y oscura para estás cosas. Me aseguro de que aún hay esperanza y  el resto lo escucho al otro día cuando puedo entender a conciencia. Los comparto con mi vieja que los traduce en esperanzas con mil preguntas que se hace y se contesta.

Último parte médico

Son cerca de las 9.30 del 10 de junio de 2021. Estoy en una reunión virtual de trabajo y llega un audio de Celeste de 30 segundos. Pienso que debe ser una boludés asique lo voy a escuchar después. Al instante leo una puteada de Martin, mi hermano que es económico con las palabras y las expresiones afectivas, escribe una puteada. Sigo en la reunión. No quiero escuchar el audio, no puedo escuchar el audio. Entra el Guille a la cocina. Estoy con el micrófono silenciado. Le doy el teléfono y le digo que primero  escuche él. Se va al living y al segundo vuelve. En silencio y a través de su mirada, ya se la respuesta. Gastón tuvo dos paros cardiacos. Gastón  murió.

Llamo a Celeste, me atiende, no hablamos por un rato, solo silencio de llanto contenido. “Qué necesitas” dije. “Venite a mi casa a quedarte con mis viejos, con Mauro tenemos que ir al Rawson a buscar las cosas y hacer los trámites”. Mateo, mi hijo, sale de la pieza, me abraza, lloramos, no hace falta explicar., se viste y me acompaña. Caminamos por la Santa Ana que se hace eterna. Nos escribimos con mi hermana que está en shok: “Cucuruchito me decía te acordás?” . Me sonrío y vuelve esa imagen de él adolescente molestando a la Viki cuando era bebé. Tengo que avisarle a mi mamá, no sé cómo decirle, mis viejos están guardados, no pueden venir, no es época de abrazos. La Av. Santa Ana se volvió eterna. No se cómo atravesar ese pasillo donde mis primos me esperaban para jugar al carnaval, o donde tantas veces me caí escapando de Gastón y sus bromas. Cuando llegamos no sabemos cómo abrazarnos, con barbijos rozamos cabezas, codos, manos. El llanto de la muerte de un hijo es absurdo. Los padres no deberían ver morir a sus hijos, no es digno.

“Pienso en la soledad en la que se muere en estos casos” dice la Cele y mientras tanto,  hablamos de los trámites, la cremación, la plata. En quince días, en el peor pico de la pandemia en Córdoba, las casas de sepelio aumentaron el 50 por ciento el precio de sus servicios. Mi primo trabajaba como taxista, nadie responde por él. Casi no hay velorio, los rituales están alterados.

Al final del jueves 10 de junio los datos del covid dicen: 4627 nuevo casos. 40 muertes.

Entre los 40 fallecido había gente querida, familias, historias de vidas, muertes jóvenes que era necesario evitar. Hubo responsables de no dar opciones.

Entre los 40 fallecidos de aquel día se fue  mi primo Gastón Gerónimo Nicolás Romero, un gordo discutidor, charlatán, irónico, de humor negro y cordobés. Un hincha de Talleres y gran tomador de fernet. Un profe de historia y gran lector. Un tipo lleno de anécdotas con identidad cordobesa.

Se fue el papá de Cruz, Santos y Salvador. El hermano de María Celeste Romero y Mauro Romero, el hijo de Arístides Pedro Romero, mi tío Pichón  y mi tía Silvia Albarenga. En fin detrás de las cifras de la muerte siempre hay historias de vidas que nos marcan.

Gastón ingresó al Rawson diez días antes de morir. Los primeros días tuvimos comunicación y pudo compartir la situación de desborde que observaba. Tenía esperanzas. La teníamos con él.

Aún sin asimilar nada todos pensamos en que te fuiste para acompañar a Fernando, otro primo querido, otra de las historias detrás de las cifras del covid.

Pasó un año, y aún se siente el sonido de tu risa escandalosa. Tu muerte inscripta en la pandemia se convierte en leyenda. En los partidos de Talleres una bandera con tu cara flamea al ritmo de los canticos, es todo lo que puedo decir sobre eso. Soy de Belgrano, nunca entendí  tu pasión por Talleres viviendo en  Alberdi. Hace poco nos juntamos. Reímos mucho nombrándote. Te nombramos mucho. Te prometí contar lo que nos trasmitiste, aquí fu mi intento.