Hay lugares en que los ríos de nuestras Sierras de Córdoba describen amplias curvas, que casi, casi, vuelven a cerrar los cursos de agua sobre sí mismos. Si miramos fotos aéreas o satelitales, nos sorprendemos de ver esos laberintos fluidos, que luego de recorrer algunos pocos kilómetros, se acercan mucho a lugares por los que el agua ya pasó, hace minutos.

Claro, como los ríos dan una vuelta para llegar allí, en esas dos partes del cauce, muy cercanas, separadas en general por una estrecha lonja de tierra con una loma, el agua corre en sentido contrario: si iba hacia el norte en el primer tramo, va hacia el sur en el segundo.

Además, en el tramo que se recorre después, el agua invariablemente se encuentra varios metros por debajo, debido a una verdad de Perogrullo: el agua siempre tiende a bajar. Por eso, los ríos corren. Hasta el mar, que es la parte más baja de la superficie terrestre, si se los deja.

Si resumimos el amplio viraje discursivo de los párrafos anteriores, podemos decir que en un recorrido de varios kilómetros, el curso del río vuelve acercarse a sí mismo, pero varios metros más abajo.

Esos particulares sitios son verdaderos tesoros para la generación de energía: con solo desviar unos pocos metros parte del caudal del río en el tramo superior, se puede instalar una central hidroeléctrica que recibe el agua desviada, turbinarla y devolverla enseguida al río. Se aprovecha así un desnivel de varios metros, es decir una caída de agua interesante, con una obra de desvío mínima, y el agua regresa enseguida a su curso natural. Inversión escasa, energía abundante.

El origen de esa energía proviene sólo del desnivel: se llama energía potencial. Y se denomina potencial porque se puede, en determinadas circunstancias, convertir en otro tipo de energía: la de movimiento, que se llama cinética. El agua se acelera en los desniveles, convirtiendo energía potencial en cinética, que luego mueve una turbina.

La turbina hace girar un generador eléctrico. Y así, la energía generada por el desnivel del río, emerge por los cables como energía eléctrica. Una ecuación muy beneficiosa y conocida desde hace más de un siglo.

Vestigios de la usina de Los Aromos. Foto: Guillermo Goldes.
Vestigios de la usina de Los Aromos. Foto: Guillermo Goldes.

Hay dos lugares muy cercanos a la ciudad de Córdoba en que esa maravilla sucedía, en el pasado: uno es Bamba, sobre el Suquía, camino al dique San Roque. Allí, a instancias de un explorador canadiense llamado James Oulton se construyó, en 1897, la usina Bamba. Primera central hidroeléctrica destinada a abastecer una incipiente red eléctrica en Argentina. Se construyó un pequeño dique sobre el Suquía, que no se ve desde la ruta E-55, para derivar el agua por un túnel de 80 metros cavado en la roca, hasta la usina. Esta central dejó de funcionar en la década de 1960, cuando fue reemplazada por la usina San Roque, que aprovecha un desnivel mucho mayor.

El segundo lugar es Los Aromos/Villa La Bolsa, sobre el río Anisacate. Una pequeña usina recibía el agua de un canal a cielo abierto de 250 metros de longitud. Nacía en un dique de piedra cuyas ruinas todavía se conservan. Esa usina dejó de funcionar también en la década de 1960 y hoy solo quedan las tuberías de ingreso en el edificio, de propiedad privada, totalmente vacío.

Como ya mencionamos, no es casualidad que esas usinas se encontraran allí: son dos lugares emblemáticos de “vueltas del río”, ideales para generar hidroelectricidad a costo reducido. Cabe decir que hace algunos años se presentó un proyecto para que volviera a generarse energía hidroeléctrica en Los Aromos, pero el mismo no prosperó.

Ninguno de los dos ingenios hidroeléctricos es hoy visitable, y no siquiera están demarcados. Ni un triste cartel señala lo que, lógicamente, debería ser un importante atractivo de turismo científico en una provincia semi-árida, que hace un culto de sus diques y embalses.

Quizás todavía es tiempo de recuperarlos. Bamba depende de EPEC y está muy cerca del Museo de la Electricidad, Molet. La usina Los Aromos es difícilmente recuperable para el turismo; casi nada queda. Pero sí subsiste el dique, roto y su hermoso canal. No hay mucho más que decir, se impone actuar para evitar que el tiempo gane la partida. Y es ahora.

“Si querés conocer más sobre la usina Bamba, visitá el sitio de #TurismoCientífico de la UNC: https://turismociencia.unc.edu.ar, o seguinos en Instagram como: @ciencia.turismo .”