Es común en estos períodos de marcado descenso de temperatura que, en ambientes cerrados o cuando viajamos en auto o en el colectivo, una pequeña pero intensa corriente de aire helado nos quite el confort de un ambiente climatizado.

Una abertura mal cerrada o que cierra mal, una puerta entreabierta o cualquier orificio que deja pasar el penetrante frío reinante en el ambiente, incluso un soplido ruidoso, suele motivar esta frase: ¡Qué chiflete!.

Este término se ha usado por mucho tiempo, muchos la hemos adoptado y casi todos podemos explicar con nuestras palabras su significado.

Sin embargo, en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) solo se remiten a definir al “chifelete” como un objeto que “chifla”, o como una “especie de silbato”.

Y es que su origen va por ahí, según profundiza al respecto el Diccionario Histórico de la Lengua Española, también de la RAE.

En resumen, entre las acepciones más vinculadas con el uso que le solemos dar, están las siguientes, siendo más moderna la que alude a ese viento frío “matador” que entra por las hendijas que suelen dejar las puertas y ventanas.

Algunas acepciones de “chiflete”

-Lugar estrecho por donde circula una corriente fuerte de aire.

-Corriente fuerte de aire que circula por un lugar estrecho.

-Instrumento musical de viento, que produce un sonido agudo.

-Instrumento musical de viento parecido a la flauta, pero más pequeño y de sonido más agudo.

-Golpe dado en la cara con la mano abierta.

-Pájaro de la familia de los tiránidos de hasta 15 centímetros de altura, con el plumaje de color gris ceniza con tintes oliváceos, el pecho de color más claro que el dorso, abdomen blanquecino, alas negruzcas con listas blancas y la cabeza con una mancha central blanquecina y plumas alargadas; emite un canto parecido al silbido.

Breve historia de la palabra “chiflete”

Su etimología se posiciona en el latín, comparable con el uso que en francés se hace de “sifflet”, voz atestiguada en esta lengua al menos desde alrededor de 1225 (o de su variante chifflet, atestiguada también desde el siglo XIII) que significa silbato. Pero además, advierte este diccionario que esta, a su vez, deriva de la raíz de siffler con el sufijo diminutivo -et; sifller procede del latín tardío sifilare, variante de la forma clásica sibilare, derivado de sibilus”. 

Detalla el Diccionario Histórico de la Lengua Española: Se documenta por primera vez, con la acepción 'instrumento pequeño, de diferentes formas y materiales, que produce un sonido agudo al soplar por él', hacia 1528, en la Relación de los gastos de Hernán Cortés en la armada al mando de Saavedra Cerón que se dirigió a las Molucas, editado por J. M. Martínez en los Documentos cortesianos I, 1518-1528. Secciones I a III (1990) y se consigna en 1780 en la primera edición del DRAE como sinónimo de chiflo (y así se mantiene, con leves modificaciones, hasta la edición del DLE de 2014). Como 'golpe dado en la cara con la mano abierta' se registra en la Comedia Tolomea de A. de la Vega, obra fechada hacia 1566 y en 1952 se recoge en el Vocabulario navarro de Iribarren. Con la acepción 'instrumento musical de viento de forma trapezoidal consistente en una tablilla de pequeño grosor o en una serie de tubos de diferente longitud que se emplea como reclamo en algunos oficios itinerantes y que produce el efecto de una escala al tocarlo' se atestigua únicamente en 1734, en Los quatro astrólogos [...]. Pronósticos para el año 1735, de A. de Torres. Como 'persona aficionada a contar chismes o a delatar o acusar en secreto a otras personas' se documenta, en 1853, en el Diccionario enciclopédico ilustrado de la editorial Gaspar y Roig, donde se marca como provincialismo; figura, asimismo, en varios diccionarios dialectales, como el Diccionario de voces aragonesas de Borao (1859) y en 1901 se registra en una de las Escenas populares de J. A. Sánchez Pérez, publicada en la Revista de Aragón (Zaragoza), precisamente en un diálogo que recrea literariamente el habla popular aragonesa. Con el valor 'comentario o noticia no verificada con la que se pretende desacreditar a una persona o enemistarla con otra' se registra también en el Diccionario de la editorial Gaspar y Roig (1853), y poco después en una recreación literaria, "Lo que sale a la cara", de J. M. Matheu, texto aparecido en la Revista de Aragón (Zaragoza) en 1901. Como 'corriente fuerte de aire que circula un lugar estrecho' se atestigua, en 1892, en el artículo titulado "Vírgenes y Santos" de L. Bonafoux Quintero, publicado en España y América (Madrid) y figura, en 1993, en el Nuevo diccionario de argentinismos y en el Nuevo diccionario de uruguayismos de Haensch y Werner. Como '[persona] que se ha vuelto loca o que tiene algo perturbadas sus facultades mentales' se documenta en 1879, en "En el pueblo. Historia rural", un breve relato costumbrista de F. B. Navarro publicado en El Campo: Agricultura, Jardinería y Sport (Madrid) y en 1964 se consigna en el Diccionario de bolivianismos de Fernández Naranjo. Con la acepción de 'instrumento musical de viento parecido a la flauta, pero más pequeño y de sonido más agudo' está atestiguado al menos desde 1901, en Recuerdos de mi vida de S. Ramón y Cajal. Como nombre común dado en Chile al 'pájaro de la familia de los tiránidos de hasta 15 centímetros de altura, con el plumaje de color gris ceniza con tintes oliváceos, el pecho de color más claro que el dorso, abdomen blanquecino, alas negruzcas con listas blancas y la cabeza con una mancha central blanquecina y plumas alargadas; emite un canto parecido al silbido' está atestiguada al menos desde 1917, en el Diccionario de la lengua española de Alemany Bolufer; se consigna, asimismo, en otros repertorios lexicográficos, como el Diccionario general de americanismo de Santamaría (1942), o en Americanismos de Arias Cruz (1980), o en el Diccionario ejemplificado de chilenismos de Morales Pettorino (1985); en todos los casos como voz propia de Chile. Con la acepción 'lugar estrecho por donde circula una corriente fuerte de aire' se registra, en 2011, en la novela de R. Hanglin titulada El señor González y otros fachos.

Fuente: RAE.ES