En un lapso de escasos días dos ataques informáticos conmovieron a la comunidad, mucho más allá de sus conocimientos técnicos.

Primero fue la red social Twitter. Mediante una coordinada acción los delincuentes tomaron control de las cuentas de personalidades, empresarios y líderes. El objeto del delito fue simple: engañar a miles de seguidores para instarlos a transferir dinero a cuentas específicamente creadas, bajo el pretexto de una inversión en cibermonedas.

El pasado fin de semana fue el caso de Telecom Personal, que el pasado sábado sufrió un ataque denominado ransomware que afectó a sus sistemas de atención al cliente. En este caso los ciberladrones exigieron un pago de más de 7 millones de dólares para permitir a la empresa recuperar las claves para acceder a los ordenadores afectados.

Situaciones similares han afectado a decenas de empresas desde la definición del coronavirus como pandemia, allá por marzo del corriente año.

Los ataques informáticos no son nuevos. Su impacto se ha ido incrementando con el avance de la digitalización de cada vez más procesos cotidianos. Sin embargo la precipitada, y masiva, inclinación por sistemas informáticos a que obliga el confinamiento ha abierto nuevas opciones para los atacantes.

"Los cibercriminales se aprovechan de la gente que está en su casa y tienen técnicas desarrolladas. Entre ellas, la ingeniería social. A través de una manipulación del usuario obtienen información. Los casos más comunes son los de phishing, en los que te envían una información, diciendo que ganaste algo, y el usuario cae", explica Carlos Garay, del colectivo Córdoba Hackerspace.

"El usuario es siempre el eslabón más débil de la cadena", refuerza el especialista.

Tras remarcar que la tarea de concientización debe ser constante, Garay destaca que ese proceso involucra tanto a las empresas como a los usuarios.