Alejandro cuenta que, junto a electricistas y otro grupo de personas, habitualmente se reunían, con normalidad, a comer un asado en su taller mecánico, ubicado en barrio General Paz de la ciudad de Córdoba.

Pero hace alrededor de dos semanas atrás, algo cambió: los rituales previos fueron los mismos, salió “la falda, que se cocina rápido” y la repartió en la mesa, pero cuando volvió para controlar el resto de la carne, la parrilla estaba vacía.

“Siempre lo hacemos en la vereda, sobre una chapa, para no ensuciar”, contó al programa Entre Nosotros Rebeca.

Luego detalló que “había marinado un vacío de vaca y otro de cerdo”, y prometí que iban a estar “para chuparse los dedos”.

Y comentó: “Cuando volví adentro, al grito de ‘Nos robaron el asado’, no me creían. Pensé que había sido un perro, o que alguien me estaba charlando. Pero después revisamos las cámaras de seguridad de una fábrica que está al lado”.

Ahí adujo que “vimos a un chico, que pasó dos veces” y después “tiro la campera arriba de la carne, la juntó y se fue”.