El frío de invierno de aquel 1986 se enfrentaba con el ambiente todavía cálido por los festejos del mundial ganado pocos días antes en México. Apenas arribado, el hombre de baja estatura empezó a recibir las pompas correspondientes. Del aeropuerto Pajas Blancas al palacio 6 de Julio. Allí, el entonces intendente, Ramón Bautista Mestre lo declaró Ciudadano Ilustre, en honor a su liderazgo en la gesta nacional en el estadio Azteca.

Por ese entonces, Diego Maradona conmocionaba a Córdoba y a todo el mundo. En México había terminado de consolidar su figura global; definitivamente era el mejor jugador del planeta.

La gran expectativa previa por su presencia no se tradujo en una multitud que colmara el estadio del Chateau Carreras. Un 50 por ciento del escenario se cubrió de hinchas celestes que desafiaron la baja temperatura.

Esa misma noche, en las entrañas del coliseo cordobés, Diego arribaba media hora antes al vestuario, en donde se vestía el equipo dirigido por Tomás Rodolfo Cuellar. Lo hizo con sus botines Puma bajo el brazo, en cuyas bocas asomaban las respectivas vendas.

"El 10" recibió el aplauso de reconocimiento y de admiración de sus ocasionales compañeros. Le dio la mano a cada uno de los presentes y saludo especialmente a Juan José López, con el que intercambio palabras de afecto. Siempre se mostró tranquilo y prudente. En ningún momento deslizó algún gesto de ostentación o de vanagloria. Su asistencia fue silenciosa, sólo interrumpida por el permanente contacto con Guillermo Cóppola, quien, de impecable traje, lo consultaba con llamativa frecuencia.

Diego se acostó para los masajes de "Pupo" Araya, el masajista que durante décadas calentó los músculos de los futbolistas celestes. El doctor Vicente Vispe elogió la estructura muscular del jugador famoso. Los colegas de Diego miraban, atentos, todos sus movimientos y entre ellos destacaban su actitud humilde.

A minutos de salir a la cancha, Diego posó para la foto en cuclillas con el equipo, tapándose la imagen de la empresa de turismo que había auspiciado su presencia en la Docta. Luego salió a la cancha. Fotógrafos y algunos jóvenes le impedían moverse con libertad. Algunos pelotazos contra ellos fue su respuesta.

Y después empezó el partido. El rival fue Vélez Sársfield, El resultado 1 a 1. Su compromiso, aunque distendido, fue de absoluto respeto con el espectáculo. En varios pasajes se encontró con un rival de lujo, José Luis Cucciufo, el crack cordobés, campeón del mundo como él, que cada tanto le salía al cruce. Erró un penal, que dio en el palo. Fue el primer partido de ambos tras consagrarse en México. Fue un acontecimiento que mezcló placer y pasión al tener presente, con los colores "piratas", todavía calentito de la emoción, al mejor jugador del mundo.

Foto: gentileza Mundod.