Durante 2020, el efecto pandemia produjo una baja de la morosidad vía recesión por un lado y extensión de facilidades crediticias excepcionales por el otro. Así, la morosidad tocó su piso histórico: 2,2%. Sin embargo, el efecto rebote de 2021 fue brutal y trepó a casi el doble: 4,3% en noviembre.

Un comportamiento similar tuvo la morosidad en las tarjetas de crédito. En los últimos 15 años, el promedio fue del 3,5%, con el piso en 2,1% y el techo en 6,4%, durante la crisis de 2009. Para noviembre de 2019, la morosidad de las tarjetas de crédito ya se ubicaba en 4,9%. Durante 2020, bajó al 2,4%, ayudada por la refinanciación compulsiva impulsada por el Gobierno. En ese momento, se estableció una refinanciación automática de las deudas, a un año de plazo con tres meses de gracia, con 9 cuotas iguales y consecutivas. El rebote de 2021 la devolvió al alarmante 4,9%.

Siempre según datos de Banco Central, la morosidad de los privados en el sistema bancario se ubicaba en noviembre de 2018 en 2,9% de los tomadores de créditos. Para el mismo mes de 2019, saltó al 5%; en 2020, se redujo a 4,1% y en 2021, volvió a subir a 4,6%. En el detalle, sufren más los bancos públicos, que registran una morosidad del orden del 7% en los últimos dos años.