El primero de febrero de este año la historia de un padre y un hijo de Río Cuarto fue noticia nacional. Jorge Mitre, 49 años, mecánico de camiones, miraba en los noticieros un informe sobre robos en barrio Villa Dalcar y reconoció al ladrón: ese chico flaco, fibroso, intimidante, que caminaba en cueros por una calle y en dos zancadas atravesaba una reja y se metía a una casa ajena, era Santiago, el menor de sus tres hijos. Con el corazón partido, Jorge fue a la comisaría y lo denunció.

“Quiero que lo metan preso, le está arruinando la vida a todos”, dijo. Después fue a Canal 3 de Río Cuarto y expuso su dolor: un vínculo roto por el amor, la culpa y la ausencia. Santiago escuchó el clamor de su padre y se entregó. Con 20 años, y serios problemas de consumo, pelea entre el deseo de rehabilitarse y el universo del delito al que lo llevaron las drogas. 

Jorge Mitre, en su taller. Foto: La Voz del Interior.
Jorge Mitre, en su taller. Foto: La Voz del Interior.

Pasó 50 días preso en Bouwer hasta que salió en abril. Entonces, habló para Clarín y Cba24n.com.ar. Dijo que no sentía rencor por su padre porque lo ayudó. “No tengo buena relación con él. Casi que no lo veo desde que se separó de mi mamá cuando yo era chico, pero de alguna manera su denuncia me ayudó hacer un clic”, dijo, recluido en la casa de Bruna, su madre.

Luego contó que conoció la cocaína y el paco a los diez años, en la casa de su mejor amigo. 

—Yo iba a jugar con él y resulta que los padres eran narcos, por decirte, y me metí así de a poco, de a poco…Lo ayudaba al viejo, lo ayudaba a armar bolsas, y bueno, un día llegué a la casa a jugar a la tarde y estaban fumando. Y me dicen, “querés” y probé. Bendito el día que lo probé.

—¿Fumaban paco?

—Claro, estaban fumando el pipazo de merca. Y probé ahí, y probé y probé (se ríe). Y desde ese día que probé no frené un día.

—¿Antes habías aspirado cocaína?

—No. antes le decía que no. En millones de ocasiones me ofrecían, viste, pero no quería tocar la bolsa.

Durante su adolescencia, Santiago fue una promesa del básquet en Río Cuarto. Era el base de Central y llegó a federarse. Según el relato de Jorge, su padre, el chico dejó el deporte durante la pandemia del coronavirus, momento en el que — para Jorge— comenzó a consumir diferentes drogas.  

—Había empezado antes. Pero no sentía ninguna diferencia en el rendimiento, el cuerpo me rendía lo mismo. Se ve que porque era chico tenía el cuerpo fuerte.

Santiago, en el aro. Foto: Jorge Mitre.
Santiago, en el aro. Foto: Jorge Mitre.

—¿El padre de tu amigo te pagaba?

—No, no me pagaba, era al fiado, yo lo hacía de onda, pero si quería sacar un millón de pesos fiado, iba y lo sacaba. Éramos mejores amigos con el hijo de este hombre, yo estaba ahí casi todo el día.

—¿Cómo lo veías como niño a eso?

—No me llamó la atención, lo conocí y ya no me parecía nada raro.

—¿Tus padres qué te decían?

—Se enojaban, pero no me decían nada.

Santiago siente que se persigue. Él mismo, como si fuera otro, se persigue y se escapa de sí mismo. “Ya de tantas cagadas, de tantas broncas que tengo, me pegaba para la bosta”, dice. “En la cuarentena, viste, no es que me descarrilé porque yo ya venía para mal pero, como te explico, te metés en una que no salís más, tomás malas decisiones y el día de hoy las seguís pagando: “Estuve muchas veces cerca de que me hagan pasar para el otro lado, viste, porque le robaba a los transas”. 

Ahora, dice, quiere estar mejor. “Quiero salir. Era muy chico cuando entré acá, no tomé conciencia. Era un juego”. 

La voz del fiscal

—Pipazo, ¿Qué es eso?

El que pregunta es el fiscal provincial Luis Pizarro. Tiene a su cargo la Fiscalía Móvil de Lucha contra el Narcotráfico de las circunscripciones 2 y 10, que se extienden desde el departamento Calamuchita, al centro de la provincia, hasta Río Cuarto, al sur.

Pipazo, cocaína fumable o paco. Distintos nombres de lo mismo. Sustancias baratas, nocivas y altamente adictivas residuales del proceso de extracción y purificación del clorhidrato de cocaína, que se estira con otros productos para su comercialización. “Piperos” son quienes la consumen: usan un tubo de vidrio con un filtro de virulana.

Pipazo no es una palabra nueva. Aparece en estudios de abordaje integral y comunitario de Sedronar (La Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina) y, en Córdoba, hay notas periodísticas que datan de 2016 y dan cuenta de la presencia de estos consumos en San Francisco o en Córdoba Capital.

—Pipazo… No, nunca había escuchado esa palabra. No es una terminología que haya aparecido en las investigaciones, eso que en Córdoba trabajamos con denuncias anónimas.

 Según el fiscal y según fuentes de la FPA (Fuerza Policial Antinarcótico de Córdoba), no hay registros de causas con secuestros de paco en Río Cuarto o en ninguna ciudad que esté bajo la jurisdicción de Pizarro.

—Me parece que es una problemática del conurbano, pero no de acá— dijo el fiscal.