En las últimas tres décadas, los avances científicos en los tratamientos convirtieron al sida en una enfermedad crónica: quienes acceden a terapias y controles logran tener una calidad de vida como la de cualquier otra persona. Aunque todavía no es posible eliminar el virus del organismo, los medicamentos actuales pueden lograr que la carga viral sea indetectable, con lo cual la posibilidad de transmisión por vía sexual es casi nula.

En el marco del Día Internacional de la Respuesta al VIH- SIDA, Unciencia indaga sobre los medicamentos actuales, las desigualdades de género y socioeconómicas en el acceso a tratamientos de salud, y las posibilidades de desarrollo de una vacuna, entre otros temas. En Argentina, 140 mil personas viven con el virus y cada año se detectan 4.500 nuevos casos, según el Ministerio de Salud de la Nación. La UNC cuenta con un servicio de testeos voluntarios, confidenciales y gratuitos.

Durante mucho tiempo, el VIH y el Sida representaron una amenaza de la cual poco se conocía y a la que resultaba muy difícil frenar. Aunque todavía no existe una cura contra el virus, la investigación científica ha logrado avances para encontrar tratamientos y mejorar sustancialmente la calidad de vida de las personas que viven con VIH. Y la posibilidad de una vacuna preventiva podría estar cada vez más cerca.

El 1 de diciembre se conmemora el Día Internacional de la Respuesta al VIH- SIDA. En el mundo hay 38,4 millones de personas con el VIH. Cada año se detectan 1,5 millones de nuevos casos y fallecen 650 mil personas, según ONUSida.

En Argentina, 140 mil personas viven con el virus, aunque un 17% de ellas lo desconoce, según el boletín Nº 38 Respuesta al VIH y las ITS en Argentina. Según ese reporte publicado por el Ministerio de Salud de la Nación, cada año se detectan 4.500 nuevos casos y se registran 1.265 decesos por causas relacionadas con el VIH.

“El VIH no tiene cura, pero posee tratamiento. Desde la década de 1990, con el avance de la medicación se convirtió en una enfermedad crónica como la diabetes, la hipertensión o algún tipo de tiroidismo”, señala Carlos Quinteros, médico infectólogo del Hospital de Clínicas y docente de la segunda Cátedra de Infectología de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC.

“Haciendo bien las cosas y cumpliendo con los controles, se puede tener una calidad de vida que es equiparable a la de cualquier otra persona que no tiene VIH”, completa.

Foto: UNCiencia
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Tratar la infección con VIH hasta que se vuelva indetectable

Actualmente no es posible eliminar el virus una vez que ha ingresado al organismo. Por eso los tratamientos contra el VIH consisten en drogas antirretrovirales que lo inhiben para que no continúe afectando las células del sistema inmunitario.

De esta forma, los medicamentos logran que solo permanezcan pequeñas cantidades del virus en lugares donde no se expande la infección y, por lo tanto, no afectan a las células inmunitarias.

Así, al evitar una caída de las defensas del organismo, no hay riesgos de inmunodeficiencia celular y se pueden prevenir enfermedades “oportunistas” y complicaciones que agravan la situación sanitaria de la persona con VIH, como tuberculosis, neumonía y otras.

Quinteros explica que los medicamentos funcionan actuando sobre lugares estratégicos (targets). “Un ejemplo es la transcriptasa inversa. Esta enzima forma parte del virus y es clave para que pueda replicarse dentro de nuestro organismo y utilizar la maquinaria biosintética de nuestras células”, explica.

En un comienzo, los tratamientos eran cócteles de muchas pastillas. “Requerían que se llegaran a tomar 12 o 13 pastillas por día. Muchas de las cuales generaban reacciones adversas”, cuenta Quinteros.

Y agrega: “Eran cápsulas grandes, tenían que guardarse en la heladera o había que tomarlas con ciertas comidas o con una cantidad de líquido. Ante una infección oportunista, como tuberculosis o neumonía, había que seguir con tratamiento y a su vez tratar esa infección”.

En la actualidad, las drogas que se brindan en nuestro país consisten en una pastilla por día. Existen casos que pueden tratarse con dos o tres comprimidos, debido a cuadros particulares de la persona.

Desigualdades sociales y adherencia

Estos avances en los tratamientos mejoraron la accesibilidad y adherencia de las personas con VIH a su tratamiento. Este último punto implica que quienes acceden a los medicamentos completen los esquemas de sus tratamientos y mantengan controles sobre su nivel de glóbulos blancos.

Si una persona que vive con VIH logra un buen nivel de adherencia durante seis meses o más, es muy probable que alcance el estado de indetectabilidad, asegura el infectólogo. Eso quiere decir que la cantidad del virus en sangre ha disminuido hasta niveles que no pueden ser detectados por análisis convencionales. Por lo tanto, la posibilidad de transmisión por vías sexuales es casi nula.

“Si yo tengo carga viral indetectable, el riesgo de transmisión es prácticamente cero. Por eso se dice ‘I=I’, indetectable es igual a intransmisible. Si pudiéramos lograr que el 100% de pacientes alcance este estado, no habría más VIH. Sería un ambicioso objetivo de tratamiento para contribuir al fin de la epidemia de Sida”, asegura Quinteros.

Por su parte, desde la ONG “Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos” (Rajap Córdoba) advierten que en la cuenta pendiente siguen el estigma y los problemas de acceso y de adherencia a las terapias por desigualdades socioeconómicas y de género.

Florencia Ceballo, presidenta de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos (Rajap Córdoba), explica que los desarrollos y mejoras tecnológicas no son suficientes en una sociedad desigual y estigmatizante, y afirma que, en muchos casos, el estado de indetectabilidad es solo un privilegio.

“Si bien es un virus que no discrimina, hay cuestiones económicas, laborales, sociales y de falta de inclusión de muchas personas”, asegura y, en ese sentido, subraya que para poder tolerar un tratamiento primero es necesario poder alimentarse.

Esta fundación brinda contención y acompañamiento “de par a par”, tras el diagnóstico. Funciona como una red de personas que viven con VIH para personas que viven con VIH, en este caso, entre adolescentes y jóvenes. Ceballo señala que las mujeres y personas LGBTIQ+ sufren más estigmas y atraviesan diversas situaciones de violencia y discriminación..

“La sociedad y el sistema médico pueden llegar a ser particularmente violentos con las mujeres. A algunas les ligaban las trompas sin consentimiento y las obligaban a parir por cesárea, porque había cierta idea de que las mujeres con VIH no podían parir. Pero nuestras hijas e hijos pueden nacer sin el virus”, subraya.

Otro grupo social vulnerable es la comunidad trans. Desde Rajap, acompañan a muchas personas que forman parte de este colectivo y sufren la dificultad de acceder a trabajos dignos y al sistema de salud.

Ceballo agrega que en muchos casos sus tratamientos demandan una atención integral, ya que se encuentran en procesos de hormonización. De las 140 mil personas con VIH en el país, el 34% pertenecen al colectivo trans, según el Boletín Nº 38 Respuesta al VIH y las ITS en Argentina.

También otro grupo afectado son los varones gays, quienes han sido fuertemente estigmatizados. “Se creía que el VIH solamente afectaba a la comunidad gay, pero en realidad alcanza a una población mucho más grande. Cuatro de cada 10 varones que viven con VIH son heterosexuales”, apunta.

En esa línea, menciona también que muchos varones que se consideran heterosexuales no se realizan testeos por miedo al estigma, la discriminación o simplemente temor al resultado.

Además de las desigualdades de género, existen otros factores que dificultan el acceso a los tratamientos. Tanto Quinteros como Ceballo destacan casos de personas que viven en lugares alejados de la provincia, pero que deciden realizar sus tratamientos en hospitales de la ciudad de Córdoba por miedo a que se conozca su diagnóstico en las comunidades donde residen. Muchas veces, la distancia se vuelve un factor que dificulta su adherencia al tratamiento.

La discriminación y la violación de la confidencialidad también pueden generar graves problemas en el mundo laboral. Ceballo menciona la experiencia de personas que luchan legalmente con empresas que despiden al personal de trabajo al conocer su diagnóstico, o que todavía se incluyen exámenes de VIH en los procesos preocupacionales aunque esto se encuentre prohibido por ley.

Foto: UNCiencia
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Prevención, testeos y adherencia a los tratamientos

Además de los avances en los tratamientos, las mejoras tecnológicas han acelerado los procesos de testeo y detección.

Quintero explica que hoy se emplean tests llamados “Elisa” o de “cuarta generación”, que consisten en una extracción de sangre que se analiza en un laboratorio. Esta tecnología ha reducido el período ventana –el margen de tiempo en el que los análisis pueden resultar negativos aunque la persona tenga el virus– de seis meses a 14 días.

Existen incluso pruebas rápidas que le brindan resultados en 20 minutos y funcionan gracias a un reactivo que se activa en contacto con la sangre. Aunque este tipo de exámenes posee un periodo de ventana mayor y una precisión menor que los test Elisa, permiten realizar testeos en lugares alejados del laboratorio y a muchas personas.

Para Quinteros es clave la prevención, el testeo a tiempo y la adherencia a los tratamientos. “No sirve tener la mejor tecnología, equipamientos o laboratorios de última generación si no se capta a la gente. Lo importante es llegar a todas partes, que sea accesible”, sostiene.

Ceballo, por su parte, entiende que lograr que la sociedad cambie es tan importante como el avance científico. “No solamente peleamos por la cura médica, sino también por la cura social”, concluye.

Preservativo: método de prevención hasta la llegada de la vacuna

El VIH posee una gran capacidad de mutación y adaptación, cualidades que no habían permitido el diseño de vacunas, ni curas eficaces.

Sin embargo, en la actualidad está en desarrollo una vacuna preventiva que sería capaz de evitar la transmisión en personas que aún no han tenido contacto con el virus del VIH.

El desarrollo forma parte del “Estudio Mosaico”, un trabajo multicéntrico del que participa nuestro país mediante la Fundación Huésped, una de las instituciones de referencia sobre VIH en Argentina.

“La vacuna que se está desarrollando funciona con un virus vector, al igual que la vacuna Sputnik V que se utilizó con el Sars-Cov-2. Es una tecnología que utiliza un adenovirus como vehículo para poder llevar las distintas proteínas del virus (antígenos) para que el organismo genere anticuerpos”, cuenta Quinteros.

El estudio sufrió retrasos por la pandemia del Covid-19. Pero ya se encuentra en la fase III, la etapa definitiva para determinar si se aprueba para su comercialización. Los resultados se conocerán en 2023, según informó la Fundación Huésped.

Por el momento, el principal método para combatir el VIH sigue siendo el uso de preservativo en cualquier tipo de relación sexual. Según la web oficial del Gobierno de la Nación, el 98% de las infecciones se producen por relaciones sexuales anales, vaginales u orales sin preservativo.

Existen otras estrategias como la Profilaxis Preexposición (PrEP, por siglas en inglés). Consiste en tomar un comprimido para reducir la posibilidad de adquirir el VIH. Pero su uso no previene otras infecciones de transmisión sexual, ni embarazos. Por esto, la OMS lo recomienda solo en combinación con el preservativo.

Además de la transmisión sexual, el VIH puede transmitirse al compartir elementos como agujas, jeringas, máquinas de afeitar, alicates, piercings y al realizarse un tatuaje.

Y existe la transmisión vertical, cuando las personas gestantes con VIH durante el embarazo transmiten el virus a su bebé. Esta situación también puede prevenirse con los cuidados necesarios.

La UNC cuenta con el Programa de Lucha contra el VIH/Sida e ITS. Se trata de una iniciativa que brinda a toda la comunidad universitaria un servicio de testeo para detectar infecciones de transmisión sexual, de forma voluntaria, confidencial y gratuita.

Fuente: UNCiencia