El punto neurálgico en el que se encuentra lo convierte en un "faro" en el peor momento de la pandemia. Aunque tales luces parecen encandilar.

El centro de testeo que desde hace tiempo la Municipalidad de Córdoba dispuso que funcione todo el día en el exRegistro Civil de avenida Colón es, desde hace al menos diez días, un lugar demandado sin cesar.

Sin embargo, las eternas filas y la saturación de integrantes de un equipo de salud que trabaja a destajo conlleva una espera eterna detrás de resultados no del todo óptimos y en condiciones que lejos están de las ideales.

"Yo hace una semana que me pregunto cuándo irá a aflojar. Pero no hay ni un horario en el que digas 'ahora está más tranquilo'. Siempre hay colas de varias cuadras. Hoy me tocó venir a mí y aquí estoy", se le escuchó decir a Gastón, que vive en el barrio, en Alberdi, este martes.

Desde el mediodía y pese a la falta de anuncios oficiales, en el Colegio Cassaffousth se inició también un centro de testeo. El "boca a boca" hizo que, horas antes de su cierre, un par de agentes de las fuerzas de seguridad informaran que "hasta acá llegó la fila".

Con el sol pleno de una tarde en la que el mercurio se acercó a los cuarenta grados, alcanzó ver a un vecino que cansinamente atravesaba una posible "marea Covid" y aprovechó para pedirle unas botellas de agua. Abandonar el lugar no era una opción.

Para Juan Cruz, la salida de casa fue más larga. Venía del centro ubicado en el Paseo del Jockey, dónde llegó a las 14. Un par de horas después, al ingeniero le dijeron que no lo iban a llegar a atender, pese a que el horario de atención se extiende hasta las seis de la tarde.

Y recordó el "24 horas" del registro. La idea terminó en trampa. Cerca de la medianoche aún Soledad, lo esperaba en la casa. Llegó con el resultado de un test de antígenos que decía 'Negativo' y con una aclaración debajo: "Aislamiento por cinco días".

Ver: dónde hisoparme en la ciudad de Córdoba

El profesional había concurrido en la búsqueda del "alta" después de que su pareja cursara la enfermedad y se guardara doce días en cuarentena. "No hacen PCR", lanzó mientras de reojo miraba su agenda, soñando tal vez con alguna reposera y sin siquiera unos Parliament en el bolsillo o un sándwich en el estómago.

De paso por el lugar, Jonathan recordó cuando "se le prendió la lámpara" para llegarse a la madrugada después de que un compañero diera positivo... la misión le llevó cuatro horas, quitadas al sueño.

Dos filas

Llegar es encontrarse con una especie de desolación. Dos hileras se desprenden de su ingreso. A los gritos, una sudorosa policía aclara que "de aquel lado, en el camión, se pueden hacer los test para saber, pero no les dan comprobante. Si lo necesitan, la fila es esta".

La opción estatal ante el desborde es el autotest, y la conversación surge entre personas separadas por varios metros.

El peregrinar rodea el antiguo edificio por el tradicional carro de choripanes que reposa en el pasaje Agrelo, toma por Cristóbal de Aguilar y Hualfin para volver a Colón y seguir acumulando ciudadanos.

Se produce otro rulo en la hilera humana un poco más adelante, en la adoquinada y estrecha Verna: doble mano, con vehículos estacionados a ambos costados y los rezagados buscando en plena calle dónde termina el inicio de un martirio. Cien metros letales.

Reposeras, libros y litros de líquidos consumidos se dejan ver en un segmento donde la cantidad de ocupantes por metro cuadrado se multiplica.

"Se está haciendo de noche, papi", lanza un niño que aún no llega a los dos años y no se cansa de hacer correr y pasar algún sofocón a Gastón. Santiago da positivo y el resto de la familia, no. "¿Qué hacemos". Escuetamente, le responden: "Guardarse cinco días y regresar los que dieron negativo". Volver...

Aquello incluye las dudas para el evento de fin de año. A su vez, se sabe que el test de antígenos no otorga certezas en su resultado. En la esquina, todos se miran sin saber qué hacer.

El acompañante de una profesional de la Salud Mental que se pasó el día con el teléfono recordando "prestaciones de Apross que se pueden vencer" intenta salir después de dejarla allí.

Llega a Duarte Quirós y los 38 grados que marca el mercurio juegan su partido con la Empresa de Energía Eléctrica que brinda el servicio en la ciudad: el semáforo del cruce con Ingeniero López no funciona. Será el principio en el despliegue de la paciencia.

Piensa, recordando algún mensaje recibido recientemente, que “al menos, arriba del auto no aparece 'una señora con tos', que 'se baja el barbijo para toser, seca sus mucosidades en su ropa y en el frente de su barbijo'. Luego 'se sube el barbijo. Pide que le cuiden el lugar. Cruza al kiosco y vuelve con su barbijo bajo comiendo sanguchito y tomando coquita'".

Aún restan ¡siete horas! de espera.

El teléfono suena y en la pantalla se lee 'Nuevo récord de contagios en Córdoba'. El flamante número, correspondiente al mismo martes, supera en un 55% al del día anterior, que había roto la marca previa. Una locura.

Después de revisar otro aparato, en la cercanía, un par de jóvenes comentan que "ahora son menos días". En medio de una cadena de noticias, trasciende el flamante protocolo de la Provincia, que reduce a menos de la mitad los días de aislamiento que se habían dado a conocer unos días atrás.

Después de eso, se turnan para "estirar las piernas", hacer alguna compra y traer algún comentario: "Me fui a ver al Gigante. No sabés lo que es ese color Celeste".

Algún colista en soledad incomoda con su cigarrillo recién prendido, mientras los recién llegados entonan alguna canción "albiazul". A Daniel no le interesa cumplir la espera arriba de la moto con sus amigos, los encargados de la conservadora que copa la neurálgica arteria.

El día se desvanece en un contexto de cambios y preocupación. El coronavirus avisó temprano que no dejará de ser noticia en 2022. Un buen botón de muestra es el hervidero en el que se convirtió esa parte del sector centro-oeste.