La leishmaniasis visceral es causada por un parásito llamado Leishmania Infantum, y se transmite a través de la picadura de pequeños insectos voladores llamados flebótomos. Esta enfermedad puede generar cuadros graves en las personas, especialmente en niños y niñas, y también afecta a los animales.

Los reservorios de esta enfermedad son los perros; y la transmisión a los humanos se produce cuando un flebótomo se alimenta de la sangre de un perro infectado con el parásito y luego pica a una persona. Cabe mencionar que no se transmite de persona a persona ni por el contacto directo con los animales.

Esta enfermedad puede presentar fiebre prolongada, aumento del tamaño del abdomen, pérdida de apetito y peso, tos seca, diarrea, vómitos, anemia e ictericia (coloración amarilla de piel y/o mucosas).

Ante la presencia de estos síntomas, es necesario recurrir inmediatamente al centro de salud u hospital más cercano. Es importante resaltar que, si el tratamiento no se proporciona a tiempo, puede ocasionar la muerte.

En perros, la infección ocurre principalmente por la picadura de un flebótomo infectado. En el animal, no tiene cura y, aunque no presente síntomas, puede transmitir el microorganismo durante toda su vida. Por ello, es fundamental, realizar los controles veterinarios de manera frecuente.

Los principales síntomas en perros son: decaimiento, pérdida de apetito y de pelo, crecimiento exagerado de las uñas, descamación (principalmente en los ojos y el hocico), hemorragia nasal y úlceras en la piel. En estos casos, realizar la consulta veterinaria.

Medidas de prevención

Las acciones para evitar la propagación de la enfermedad se centran en tres ejes principales:

Reducir el desarrollo de flebótomos: este insecto habita en lugares húmedos y oscuros cubiertos de vegetación, por lo tanto, es necesario evitar acumular hojas, heces de animales, basura u otros residuos cerca de la casa, así como también mantener el patio ordenado y desmalezado.

Cuidar la salud de los perros: impedir que circulen solos en la calle; esterilizarlos cuando no se planifique que tengan cría; colocarles collares repelentes de insectos y consultar al veterinario periódicamente.

Evitar las picaduras: se trata de las mismas medidas que se aplican para evitar la picadura de mosquitos, es decir, utilizar repelentes y ropa protectora (remeras y pantalones largos); colocar telas mosquiteras en puertas y ventanas y cubrir los cochecitos y cunas con tules.