Siento que llegó el momento en que, como crítico musical, puedo dar mi opinión y ofrecer un punto de vista -jamás pretendiendo que sea el definitivo, sino sólo dar uno- sobre un disco nuevo, polémico y comentado, El mundo no se hizo en dos días, de Pedro Aznar, que es doble y tiene 20 canciones pero que ha entrado en el hoy tan anhelado -y lamentablemente deseado por muchos- mundo de la polémica por dos tracks cercanos a la llamada música urbana. O sobre todo por uno, el que habla -esto dicho desde una arriesgada liviandad- del culo y del pelado tieso.

Digo todo esto aclarando -siento que es muy importante no dejar de lado esta aclaración- que el comentarista que es responsable de estas líneas -yo- parte de una presunción. Por un lado, imagina y supone lo que el responsable de las canciones -Pedro Aznar- dijo o quiso decir, y que solo Aznar podría tener la última palabra sobre si lo suyo fue una ironía o un homenaje o solo un acercamiento a un género nuevo. Y por el otro, dejando firme que tengo el mayor de los respetos y las consideraciones por Aznar como artista y como músico. Más claro, para que no se malentienda: soy de los que piensan que Aznar llegó, gracias a su inmenso talento, tan alto como ninguno de su generación y de aquí. Como Santaolalla con los Oscar. No cualquier argentino, por capacitado e inspirado que hubiera sido, habría llegado a ganar dos estatuillas como Gustavo. Y no cualquiera hubiera llegado, como Pedro, a ser parte del Pat Metheny Group, el grupo de jazz moderno más famoso y más importante del mundo.

Dicho esto, paso a lo otro.

Entiendo que hay músicas mayores y menores. No mejores ni peores.

Por esto, Al Di Meola, un músico mayor, pudo acceder a Piazzolla, otro músico mayor, sin dudas, aunque de niño no hubiera curtido bandoneones de la orquesta de Troilo ni hubiera escuchado con pantalones cortos las emisiones de radio AM con tangos en una calidad sonora insuficiente. Tocó Piazzolla porque le daba. Pero no pensemos en qué patético habría sido si -por ejemplo- la baguala se hubiera puesto de moda y fuese hiper vendedora en todo el mundo, y Al Di Meola hubiera querido grabar una baguala en su disco porque… total le daba su talento y su destreza. Claro que le daba, si es un fenómeno.

Pero, arriesgo, cada uno en lo suyo.

Leda Valladares le abrió las puertas del mundo del blues del sur americano a Pedro Aznar, sí, pero ahí no había lugar para Al Di Meola. Ni para John McLaughlin, aunque Di Meola y McLaughlin hubieran accedido con mucha facilidad técnica al mundo del ternario en tempo lento marcado por una caja de los valles calchaquíes. Lo mismo si un tenor de óperas hubiera querido cantar como una doña de los valles como lo hacían con maestría Gerónima Sequeida o Estefanía Bersia o tantas cantoras que quedaron y quedan en el más absoluto anonimato. Imaginemos en ese rol a Plácido Domingo. O a José Carreras. Tremendo. Aunque se hubieran puesto un poncho y un gorrito coya en lugar de un frac.

Pedro Aznar, que pudo tocar una música supuestamente menor como el rock pero al lado de Charly García en el proyecto Tango -por su talento es que Charly lo eligió; no fue por otra cosa, porque estar a su altura como músico no estaba cualquiera-, no podrá nunca, creo, hacer la misma música que las figuras que hoy brillan en el trap o en el reggaetón. Aunque fuera para decir algo inteligente. Y aunque se tiñera el pelo y se llenara el cuello de tatuajes.

Sería como imaginar que Beethoven y Mozart hubieran podido acceder, porque por supuesto les daba su categoría, al mundo “básico” de Little Richard y de Chuck Berry. No cualquiera escribía Maybellene o School Days. Ni Roll Over Beethoven, por más que el alemán hubiera tenido derecho porque era, sencillamente, el homenajeado.

La canción No voy a cantarle a tu culo de Pedro Aznar:

Pedro Aznar – No voy a cantarle a tu culo (Oficial)