El título genérico de esta columna, “Creo que sí…”, no es dubitativo, a pesar de sus tres puntos suspensivos.

Tampoco su contenido, aunque a veces la respuesta a ¿Creés que esto puede haber sido real?, sea “Creo que si…” y otras simplemente “Sí”

La historia que sigue es…ambigua: me va a confirmar y me va a desmentir.

Ambrose Bierce fue editor, periodista, escritor y satírico estadounidense que compiló el léxico satírico, el Diccionario del Diablo, cuya vehemencia como crítico y su visión sardónica de la naturaleza humana que mostró su trabajo le ganó el apodo de «Bitter Bierce» («El amargo Bierce»).

De ese diccionario inefable, seleccionó sólo una toma de posición:

Yanqui: “En Europa, un norteamericano. En los Estados norteños, habitante de Nueva Inglaterra. En los estados sureños, la palabra es desconocida en su forma principal, aunque no en su variante ¡fuera yanqui!”

Se podría decir que él se echó a sí mismo.

En octubre de 1913, Bierce partió de Washington D. C. para recorrer los antiguos campos de batalla de la Guerra Civil. En diciembre cruzó a México por El Paso, que por entonces estaba en desarrollo. En Ciudad Juárez se unió al ejército de Pancho Villa como observador, llegando hasta Chihuahua, donde su rastro se desvanece. La última acción registrada fue de una carta que escribió a un amigo, fechada el 26 de diciembre. Se trata de una de las desapariciones más famosas de la historia de la literatura: H. P. Lovecraft y August Derleth se refieren a ella en su novela El que acecha en el umbral (The Lurker in the Threshold, 1945):

"Ambrose Bierce, y aquí llegamos a algo de naturaleza siniestra (pues Bierce se interesaba en asuntos extraterrenos), desapareció en México. Se dijo que había muerto luchando contra Villa, pero en la época de su desaparición debía de tener más de setenta años y era prácticamente un inválido. Jamás se volvió a saber de él. Esto ocurrió en mil novecientos trece".

Aunque desde entonces se han lanzado muchas teorías, el misterio permanece.

Antes de partir a México, en una carta fechada el 1 de octubre de 1913, escribió a una de sus familiares en Washington: «Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».

Te pregunto, ¿Creés que habrá sido así?

“Creo que sí…”

¿Viste “Gringo Viejo” de Puenzo?

“Sí!”