Tanta espera, tanta espera, y al final, un poco de decepción. ¡Alerta Spoiler! Si no están al día con la serie no sigan leyendo.

La serie de Luis Miguel fue un éxito desde varios puntos de vista, y aunque la segunda temporada resucitó la expectativa que había impulsado la primera, hacia el final, quedó sabor a poco.

Y es quizás que los saltos en el tiempo continuos de la serie y la falta de resolución del misterio central de la primera temporada (¿Dónde está Marcela?) fueron desdibujándose y empezamos a ver la vida del Rey Sol como un ser aislado, egocéntrico y soberbio. A poca gente le gusta ver que su héroe protagonista encarna tanta cantidad de defectos.

Pero volviendo a los saltos en el tiempo, cuando vemos a Luis Miguel del 2007, la narrativa se vuelve lenta y los amores de su hija Michelle con uno de sus representantes, quizás no cautivó tanto como la desaparición de Marcela Basteri.

Otro de los elementos clave de la trama, es la historia de Sergio, el hermano menor de Luis Miguel quien tiene una niñez sufrida entre la desaparición de su madre, una abuela a quien pintan como una explotadora de la misma escuela que Luis Rey, y unos hermanos poco empáticos. Hacia el final de la temporada, la historia de este niño, que también ha sido un misterio en la vida del músico, se resuelve. El doctor de la familia se lo lleva a Estados Unidos y lo cría como su propio hijo. 

El paradero de Sergio es hoy un poco incierto. Según la prensa, no tiene contacto con su hermano y tiene una vida modesta. Da clases de cocina y tuvo un breve intento musical que nos prosperó por falta de inversión.

De lo sabido por entonces a lo que se muestra en la serie, hay muchas diferencias. Por ejemplo, en la producción de Netflix, vemos que Sergio termina aceptando volver con Luis Miguel dejando atrás a su abuela por creerla cómplice en la desaparición de su mamá. Pero la historia dice que su abuela falleció y fue entonces después que Luis Miguel se hizo cargo del pequeño.

Otra de las columnas del relato es la negación de Luis Miguel de sus vínculos personales con su hija Michelle y su novia. En la serie vemos la lucha interna del ídolo por reconocer parte de su vida personal, en pugna con esa concepción de los 80 y 90 que consideraba que las y los fanáticos se decepcionarían de saber que su ídolo estaba en pareja. Para Micky, la carrera estaba primero.

Las traiciones económicas, los managers mal intencionados y los conciertos terminan de adornar esta segunda temporada que domingo tras domingo se convirtió en motivo de conversación y que también nos mostró cómo fue que Luis Miguel acabó con Tinitus en su oído.

Probablemente ahora tengamos más trama en la vida real del artista. Sabemos que su ex secretario y manager José Pérez presentará acciones legales porque lo dejan muy mal parado en la serie. Su hija, fiel a su modo conservador, no dio demasiadas declaraciones sobre cómo muestran en la serie la relación con su padre y cómo es esa relación realmente.

Quizás sus hermanos tengan algo para decir y al final de todo, quedaremos esperando una tercera temporada que revele las preguntas sin respuesta y que continúen reviviendo los éxitos de sus canciones.