Durante años, la pesadilla de París ha sido la proliferación de ratas. Ahora causa alarma en la capital francesa la invasión de chinches, también en cines, trenes y el metro, hasta el punto de que el Ayuntamiento ha pedido la ayuda urgente del Gobierno. Faltan justo trescientos días para la inau­guración de los Juegos Olím­picos y la plaga puede causar un serio daño de imagen.

Las chinches son un problema en toda Francia, pero el caso de París reviste una especial gravedad al aproximarse la gran competición deportiva. El número dos de la alcaldesa Anne Hidalgo y probable delfín, Emmanuel Grégoire, acaba de enviar una carta a la primera ministra, Élisabeth Borne, pidiendo un plan de actuación inmediato y enérgico “a la altura de esta plaga cuando Francia entera se apresta a acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos”.

El ministro de Transporte, Clément Beaune, ha convocado para la semana que viene una reunión de crisis para tomar medidas después de haberse detectado chinches en asientos de la red de metro parisina –en concreto la línea 8– así como en convoyes de la SNCF, incluidos los trenes de alta velocidad (TGV).

El pasado mes de julio, la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria (Anses) hizo público un exhaustivo informe de casi trescientas páginas dedicado a las chinches. Según sus datos, el 11% de los hogares franceses se vieron afectados por la plaga entre el 2017 y el 2022.

Las chinches desaparecieron de la vida cotidiana de los países desarrollados en la década de los cincuenta del siglo pasado. Reaparecieron en los noventa. Esa vuelta se explica por diversas razones, entre ellas el aumento exponencial de los viajes y la creciente resistencia de las chinches a los insecticidas. Los insectos o los huevos pueden esconderse en la ropa y en las maletas. Por tanto, su movilidad es alta.

El diario Le Parisien dedicó ayer su editorial a “los vampiros bajo las sábanas” y señaló que las chinches son “el nuevo terror doméstico de los franceses”. La mala noticia es que cuesta mucho eliminarlos. La buena, que en principio no transmiten enfermedades, al contrario que las garrapatas y las pulgas. “En el estado actual de los conocimientos, la chinche no está considerada como un vector de agente patógeno”, asegura la Anses. Al picar provocan simples lesiones cutáneas sin importancia, aunque molestas.

Las chinches, que aman la noche y se alimentan de sangre, han convivido con los seres humanos desde hace milenios. Contrariamente a la creencia popular, no son fruto de la falta de higiene. Interclasistas por naturaleza, en París habitan tanto en los barrios periféricos más populares como en el elitista distrito XVI.

Cuando se alimentan, las chinches llegan a absorber sangre en una cantidad hasta seis veces su propio peso. Las hembras ponen unos cinco huevos al día. Esa extraordinaria fecundidad y la resistencia a los insecticidas hace que sea tan laborioso acabar con ellas. 

Un servicio antiplaga especial para chinches puede costar, en Francia, hasta 500 euros para una vivienda media. Eso incluye dos sesiones de desinfección, separadas por varios días. Otras alternativas para evitar la toxicidad de los productos químicos es lavar toda la ropa a más de 60 grados centígrados o meterla en el congelador durante 72 horas. La guerra contra las chinches es ardua y la victoria puede ser efímera. París está ahora en primera línea y el tiempo apremia.

Fuente: La Vanguardia.