Durante la administración Trump, Estados Unidos intentó responsabilizar a naciones asiáticas, (China, Indonesia, Filipinas, Tailandia, y Vietnam) por la contaminación plásticas de los océanos y de sus propias costas.
Y es cierto que China es el principal productor de plásticos del mundo y, también, que desde que el gigante asiático prohibió en 2018 la importación de “basura plástica”, muchos de esos residuos generados allende los mares, terminaron en los demás países de Asia, generando una masa monumental de desechos que, tarde o temprano, van al mar.

Pero no menos cierto resulta que, firmado por 6 investigadores e investigadoras de instituciones estadounidenses, ya en 2020 se estableció que Estados Unidos es, por mucho, el mayor generador de basura plástica del mundo. Entonces se estableció que se producían en USA alrededor de 42 millones de toneladas, cantidades que no han parado de crecer.

Poco más tarde, en un informe preparado a pedido del Congreso de Estados Unidos a su Academia Nacional de Ciencias, se ratificó esta perspectiva.
Ese estudio demostró que parte de esa responsabilidad surge de su pobre tasa de recuperación de plásticos: en USA se recicla menos de un 10 por ciento de la basura plástica y hace 30 años que se envía al extranjero por lo menos la mitad de sus plásticos reciclables junto con montañas de materiales no reciclables, a naciones en desarrollo que carecen de infraestructura para gestionarla de modo apropiado.

El panorama cambió drásticamente con la decisión China de 2018 y desde entonces, agravado el problema local y en franco crecimiento la conciencia ambiental de la población, lentamente comenzaron a aparecer legislaciones estatales con diferentes restricciones al uso de plásticos.

California firmó la ley que rompe el molde

En uno de los intentos más ambiciosos para reducir la dependencia de los plásticos, California exigirá ahora que los fabricantes de envases paguen por el reciclado y reduzcan o eliminen los envases de plástico de un solo uso.
Los aspectos claves de la nueva legislación son resumidos en una completa nota del New York Times.

Por empezar, los costos de la infraestructura de recolección, las plantas de reciclaje y las instalaciones de selección y clasificación se trasladarán a los fabricantes de envases y no a los contribuyentes, como hasta ahora.
La nueva ley requiere que todas las formas de empaque de un solo uso, incluidos el papel y los metales, sean reciclables o compostables para 2032.

Esto obligará a una verdadera revolución en el diseño de los materiales de empaque, porque desaparecerán envases que nos han sido muy familiares en la última década (como por ejemplo los “pouch” de mayonesa) y seguramente se incentivarán los envases retornables o el “relleno” de envases. Algo que ya puede verse en Argentina con la venta de “aceite suelto” o productos de limpieza en pequeños comercios.
Simplificará además el problema para los usuarios que constantemente enfrentan el problema de determinar qué plásticos son reciclables y cuáles no.

A diferencia de otros estados, California requerirá una reducción del 25 por ciento en todos los envases de plástico que se venden en el estado, que abarca una amplia gama de artículos, ya sean botellas de champú, utensilios de plástico o vasos para llevar.

Ya en septiembre pasado, California se convirtió en el primer estado en prohibir a las empresas el uso del símbolo de "flechas persiguiendo", el símbolo común con tres flechas que forman un círculo, que se utiliza mundialmente y sugiere que algo es reciclable, aunque no sea siempre así. El símbolo en realidad, acompañado de un número en el centro, solamente establece de qué resina plástica está hecho el artículo. Desde entonces, quién quiera usarlo debe demostrar que el material es reciclable.

Habitualmente se piensa que las flechas en círculo indican que un artículo es reciclable, pero no es cierto: solo refieren de qué plástico está hecho el objeto. Imagen: dreamstime.com
Habitualmente se piensa que las flechas en círculo indican que un artículo es reciclable, pero no es cierto: solo refieren de qué plástico está hecho el objeto. Imagen: dreamstime.com

Entre los aspectos sobresalientes de la ley se establece que, de aquí en más, los fabricantes de plásticos pagarán 5 mil millones de dólares en los próximos 10 años que se utilizará para mitigar los efectos de la contaminación plástica en el medio ambiente y la salud humana, principalmente en comunidades de bajos ingresos.

Qué hay de diferente en esta nueva ley

Hay al menos tres cuestiones que hacen presumir un impacto importante a la nueva legislación californiana.
La primera es una cuestión de tamaño e influencia: California con sus 40 millones de habitantes con alto poder adquisitivo representan en si mismo una nación. Y dado que los fabricantes de materiales de empaque tienen alcance nacional, muchos de los desarrollos que de aquí en más hagan los proveedores para California, terminarán impactando en el resto de la geografía, no solo en Estados Unidos sino también en el resto del planeta.

La segunda es el modelo de “Responsabilidad Extendida”, al que USA se ha resistido como estrategia global: hasta ahora, los mecanismos propuestos, transferían la responsabilidad por la contaminación plástica a los gobiernos y, en última instancia, a los contribuyentes.

La tercera cuestión significativa es que al abordar todos los tipos de envase, incluyendo los celulósicos (papel y cartón) y los metálicos, las empresas deberán repensar globalmente su problema de empaque, ya que todas las alternativas que piensen deberán ser reutilizables o reciclables.

En nuestro país, aunque hay varios proyectos de ley, el año pasado fracasó el primer intento de avanzar con la sanción de un ley de este tipo.