Michel Temer, un presidente brasileño que estuvo dos años y siete meses en el poder, finaliza su mandato con una impopularidad sin precedentes, ya que sólo un siete por ciento de los brasileños aprueba su gestión, según un sondeo realizado por Ibope.

El primer día de enero de 2019, Temer deberá dejar su cargo para que asuma Jair Bolsonaro, quien resultó victorioso en segunda vuelta con el 55 por ciento de los votos, aventajando a Fernando Haddad por diez puntos.

Pero lo que más lo perjudica es la posibilidad de perder los fueros como presidente y enfrentarse a la justicia brasileña por las acusaciones de corrupción que pesan contra él.

Temer está convencido de que será recordado como el líder que sacó al país de la recesión económica. Nadie puede negar que este veterano estratega de 78 años tenía la capacidad de sobrevivir en el más alto cargo de la espinosa política brasileña.

Vicepresidente de Dilma Rousseff, la reemplazó en 2016, cuando la ex presidenta fue acusada por el congreso de su país de manipular las cuentas públicas.

El presidente saliente, por otro lado, es el primer mandatario brasileño en ejercicio que fue denunciado por un delito común (corrupción), además de romper todos los récords de impopularidad desde el fin de la dictadura militar en aquel país.

Una encuesta de Ibope realizada este mes, indica que Temer deja el gobierno con un índice de confianza del 7 por ciento. En junio, Datafolha lo situó en el 3 por ciento.

Temer afronta denuncias por corrupción pasiva, por avalar un supuesto pago de sobornos y se lo acusó de ser el jefe de una organización criminal. Muy hábilmente, Temer puso su maniobrabilidad en la misión de sobrevivir en la presidencia, la cual tuvo éxito, ya que los diputados rechazaron las solicitudes del Tribunal Supremo Federal para que se investigaran las denuncias.

La semana pasada fue nuevamente denunciado por corrupción y lavado de dinero, ya que firmó un decreto que habría beneficiado a algunas empresas del sector portuario.

A partir del 1 de enero, cuando el actual presidente no cuente con sus fueros, sus casos deberían estar en manos de los tribunales, aunque Temer descarta el riesgo de seguir los pasos que llevaron al encarcelamiento de figuras de primera línea en la política brasileña, como el ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, y el ex presidente del país, Lula da Silva, quien fuera el primer ex mandatario en ser condenado por corrupción en Brasil.

Temer, incluso, mostró sentido del humor cuando dijo esta semana que una vez fuera de la oficina, va a echar de menos los gritos de "Fora Temer" (fuera Temer), que solían oírse durante sus apariciones públicas.