La empresa químico-farmacéutica alemana Bayer, dueña de Monsanto, perdió hoy su tercera apelación en los tribunales de Estados Unidos por un fallo que determinó que su herbicida Roundup fue el causante de un cáncer del sistema linfático a una pareja. 

Así lo determinó un tribunal de apelaciones de San Francisco, que confirmó el fallo de 2019 a favor de Alva y Alberta Pilliod, una pareja que demandó a la empresa tras haber contraído linfoma no Hodgkin luego de usar el herbicida durante años.

El fallo también confirmó una compensación económica de 86,7 millones de dólares determinada por el juez de primera instancia, un monto bastante menor de los 2.000 millones que había reclamado la pareja, informó AFP.

Bayer, con sede en Leverkusen, Alemania, compró Monsanto en 2018 por 63.000 millones de dólares. Junto con la compra, también heredó las batallas legales que enfrentaba la compañía que comenzó a fabricar Roundup en 1970.

En todo caso, lo que llama la atención en este fallo es la dureza de los argumentos: el juez indicó que Monsanto demostró una "intransigente renuencia a informar al público sobre los peligros carcinogénicos de un producto que distribuyó abundantemente en ferreterías y tiendas de jardinería en todo el país".


"Monsanto sabía que los estudios que defienden la confiabilidad de Roundup eran inválidos cuando la pareja empezó a rociar sus patios, sin usar guantes o equipos de protección, alentados por comerciales de televisión", expresó la Corte.

En el último intento de acabar con miles de litigios sobre el producto, la firma alemana sostiene que estudios científicos y autorizaciones muestran que el glifosato, el ingrediente principal del herbicida, es seguro.
Sin embargo, la agencia de investigación sobre cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS), califica el glifosato de "probablemente cancerígeno".
Un portavoz de Bayer señaló que la firma "está en desacuerdo con el fallo de la Corte debido a que el veredicto no está basado en evidencia o la ley", y que explorará otras "opciones legales". Recursos no deberían faltarle, ya que el año pasado, pese a la pandemia, volvió a reportar siderales ganancias.

En Argentina, desde la aprobación de soja transgénica en 1996 el uso del herbicida no ha parado de crecer y se estima que se aplican más de 30 millones de litros al año, siendo el principal agroquímico comercializado en nuestro país.

Lo notable en Argentina, es que, pese a reiteradas objeciones y estudios, el glifosato sigue su marcha, aún cuando poblaciones enteras padecen sus efectos.