A medida que el verano boreal avanza, los impactos efectivos de los récords de calor se van distribuyendo por todo el hemisferio norte.
Primero vimos como los récords de temperatura, dejaron buena parte de India y Pakistán sin agua ni electricidad.
Más tarde el servicio meteorológico español mostró cómo los días cálidos se adelantaron hasta 40 días en diferentes regiones de España.

Ahora es el gigante occidental, Estados Unidos, el que se prepara para afrontar las consecuencias del calor extremo que el calentamiento global provoca en el mundo. Lo retrata con precisión el artículo que firma hoy Evan Halper en The Washington Post.
Son los propios reguladores del servicio eléctrico quienes advierten que el tipo de cortes continuos, que ya son rutina en California y Texas, tenderán a generalizarse en otras regiones a medida que crezca el verano.

Los que están en problemas

Una gran franja de los Estados Unidos, que disfruta de electricidad estable desde hace décadas, ya sabe que carece de la energía necesaria para superar una ola de calor que simplemente alcance los valores del año pasado. La estimación es que faltará energía en unos 3,7 millones de hogares.

La lista incluye a varios estados de lo que se conoce como “Medio Oeste” del país: Nuevo México, Dakota del Norte, Arkansas y Arizona están en alarma, asumiendo que no haya episodios fuera de "la nueva normalidad". Una cuestión que, ya se sabe, no puede descartarse en materia climática. La lista se extiende al sur de Illinois, junto con gran parte de Michigan, Wisconsin y Minnesota.

Todo parece indicar que los problemas son la conjunción de dos elementos claves: por un lado, el clima extremo; por el otro, la falta de inversión.
El fenómeno es contradictorio: para ir hacia un desempeño más amigable con el ambiente se insiste sobre la necesidad de reemplazar vehículos convencionales por eléctricos, que no emiten gases de efecto invernadero de modo directo. En paralelo se advierte a los hogares que deben disminuir su consumo eléctrico, por ejemplo, usando menos los acondicionadores de aire y … cargando menos los vehículos eléctricos. 

La peor combinación

Lo cierto es que todo apunta a complejizar la crisis.
Si solamente fuera el calor que crece y la falta de inversión, probablemente, podría diseñarse un escenario optimista a mediano plazo.

Pero la realidad obliga a sumar cuestiones que alcanzan a casi cualquier país del mundo. El fenómeno de redes eléctricas castigadas y desinvertidas, se agrava porque los diques de buena parte del mundo suministrarán mucha menos electricidad producto de las prolongadas sequías.

A su vez, la falta de agua es un factor complejo para otras centrales de producción eléctrica que la usan como refrigerante: no solo las de combustibles fósiles sino también, más peligrosamente, las nucleares. En esas condiciones, obtener el máximo de rendimiento, puede resultar un despropósito.

Por si fuera poco, las leyes del capitalismo no ayudan: es que muchas centrales de combustibles fósiles, especialmente de carbón, están saliendo de operación porque ya no se justifica el gasto necesario para refuncionalizarlas dado que su ciclo de vida expirará por los compromisos ambientales. No por casualidad, China acaba de anunciar que seguirá financiando centrales a carbón.

Para rematar el cuadro, son muy pocas las compañías del sector energético que se propusieron utilizar su renta para reinvertir en energías alternativas. De este modo, al menos por ahora, el ritmo al que dejan de generar electricidad plantas convencionales no es compensado por nuevas plantas de energías renovables.

El panorama que era de por si muy complejo, terminó de estallar (literalmente) con la guerra en Ucrania: las petroleras recibieron un impulso adicional para expandir las explotaciones y se venderán muchos más combustibles fósiles, que emitirán más gases de efecto invernadero, que calentarán más el planeta, que usará más acondicionadores para refrescarse, que aumentará la demanda de energía en las redes eléctricas. Etcétera. 

Un círculo vicioso sin horizonte claro mientras no haya firmes acuerdos políticos de los estados.