El número de venecianos ha caído por debajo de los 50.000, por primera vez, y se han perdido 14.000 residentes en veinte años.

En marzo de 2008, la asociación Venessia colocó un contador electrónico en la ventana de la farmacia del centro de la ciudad. Actualizado cada semana y aún activo, el medidor registra el número de habitantes del centro histórico de Venecia, con el fin de medir su despoblación. 

Este dato marcar un punto de inflexión para la ciudad que, si nos remontamos al siglo anterior, desde 1950 ha perdido más de 120.000 habitantes, muchos de ellos porque viven una Venecia que se ha convertido en un parque de atracciones turístico donde ya no queda espacio, literalmente, para los locales. La tendencia es clara: la gente que se va es mucha más de la que se muda a la ciudad de los canales.

Algunas medidas han sido introducidas para intentar contrarrestar esta tendencia: promocionar la ciudad para los que quieran venir a vivir porque pueden trabajar en remoto o, la más llamativa, controlar el flujo de los turistas con un ticket de “reserva” a través del cuál los visitantes tendrán que sacar plaza a partir de 2023 y que costará entre 3 y 10 euros. Pero ni uno ni otro parece contentar ni ser suficiente para una población que se siente agotada por el sistema y que reconoce la riqueza que trae el turismo, pero que se ha convertido en un arma de doble filo que recude cada vez más sus espacios.

La gran cantidad de visitantes puede observarse en los datos, solo en el día de Ferragosto, el pasado 15 de agosto, llegaron a la ciudad 93.000 turistas, casi todos extranjeros, que llenaron todos los restaurantes del centro y que formaron incluso atascos en la circulación de las góndolas, que tenían que hacer fila para moverse. La pasada Semana Santa en una sola jornada se llegaron a tocar picos de 160.000 personas visitando la ciudad. 

El gran problema general es el turismo y de ese punto central se derivan otros. Desde la reducción de las viviendas del centro para los propios venecianos que, en su mayoría, como ocurre en otras grandes ciudades, son usadas como alojamiento Airbnb, a los precios turísticos desorbitados para los vecinos. Las plazas hoteleras eran en 2018 12.000 y en 2019 casi 40.000 según datos del Observatorio Cívico sobre la casa y la residencia. En un futuro muy cercano llegarán a superar al propio número de habitantes.

Otros grandes problemas, más allá del turismo, son las condiciones propias del enclave en el que se sitúa Venecia. El nivel del agua sube desde hace años en la ciudad por motivos, entre otros, climáticos y eso también incomoda a los vecinos y reduce, y lo hará aún más, el espacio habitable. 

Hace trece años, cuando el problema de la población en la ciudad véneta era ya demasiado evidente, los vecinos organizaron un “funeral de Venecia” con las góndolas vestidas de luto que navegaban por el Gran Canal. Hoy los datos demuestran que para los venecianos la situación no solo no se ha recuperado, sino que empeora. Venecia se vacía pero está llena de gente, esa es la gran contradicción de este lugar único en el mundo.

El ayuntamiento de la ciudad intenta tirar balones fuera sobre la preocupación predominante en el tema de la despoblación alegando que muchos estudiantes no están contabilizados en ese cómputo total. Pero las asociaciones de vecinos lo tienen claro: existe un problema y no van a quedarse con los brazos cruzados, piden a la política más soluciones estructurales y un verdadero control con un cupo de visitantes.