Las autoridades japonesas han obtenido el permiso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para llevar a cabo el controvertido plan de verter al océano Pacífico más de un millón de toneladas de agua radiactiva tratada de la planta nuclear de Fukushima. Esta medida, que se espera que comience en agosto, generó preocupación tanto a nivel nacional como internacional.

Tras años de análisis y protestas, el plan ha recibido el respaldo de la ONU, lo que ha sido considerado un paso significativo en su implementación. El gobierno japonés argumenta que esta acción es necesaria debido a que "no hay otras opciones" viables para almacenar el material radioactivo de manera segura.

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La planta de Fukushima fue devastada por un tsunami en 2011, lo que resultó en una acumulación masiva de agua radiactiva. Desde entonces, se llevó a cabo un complejo proceso de filtración para eliminar la mayoría de los elementos peligrosos presentes en el agua. Sin embargo, el tritio, un isótopo radiactivo del hidrógeno, no puede ser separado del agua mediante este método.

El espacio para contener agua contaminada se acabará en 2022, lo que obliga a Japón a liberar el agua ya tratada al mar. Foto: BBC News
El espacio para contener agua contaminada se acabará en 2022, lo que obliga a Japón a liberar el agua ya tratada al mar. Foto: BBC News

Según el plan, el agua radiactiva tratada se diluirá en agua limpia antes de ser vertida al océano. El objetivo es mantener los niveles de concentración de tritio por debajo de los límites aceptables establecidos internacionalmente. A pesar de los argumentos del gobierno japonés y la Agencia Internacional de la Energía Atómica, que respaldan la seguridad de este proceso y lo comparan con la eliminación de aguas residuales en otras plantas nucleares, ha habido fuertes críticas por parte de algunos habitantes de la región, así como de la industria pesquera y países vecinos como China y Corea del Sur.

Grupos ambientalistas, entre ellos Greenpeace, han expresado su oposición a esta medida, manifestando preocupación por el posible impacto en el ecosistema marino y la desconfianza de los consumidores hacia los productos pesqueros de la región de Fukushima.

Aunque China y Corea del Sur han expresado su desacuerdo y han instado a Japón a reconsiderar la decisión, Estados Unidos ha respaldado el plan al considerar que cumple con las normas de seguridad nuclear aceptadas a nivel mundial.

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Protesta contra el vertido de agua radiactiva de Japón:
Los manifestantes llevan puestas máscaras del presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol (izda.), y del primer ministro japonés, Fumio Kishida (dcha.) Foto: YonHap
Protesta contra el vertido de agua radiactiva de Japón: Los manifestantes llevan puestas máscaras del presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol (izda.), y del primer ministro japonés, Fumio Kishida (dcha.) Foto: YonHap

La eliminación de esta gran cantidad de agua radiactiva es un desafío importante para Japón, ya que los tanques de almacenamiento actuales están llegando a su límite y se espera que se llenen por completo en 2022. El proceso de vertimiento tomará décadas en completarse y se espera que esté sujeto a un riguroso seguimiento para garantizar la seguridad tanto de la población como del medio ambiente.

Esta medida desencadenó un intenso debate sobre los posibles riesgos y beneficios asociados con la eliminación de agua radiactiva en el océano. La comunidad internacional sigue atenta a los desarrollos y las posibles consecuencias que esta decisión pueda tener en la región.