Los 158 millones de hectáreas de tierras cultivables de India la transforman en el segundo país del mundo (detrás de los 163 millones de Estados Unidos) en disponibilidad de tierras de cultivo.
Sus casi 1.400 millones de habitantes la transforman en un espacio de consumo con un potencial de alcance planetario para cualquier negocio, comenzando por el agronegocio.

Hasta ahora, la India resultó refractaria a la autorización de los cultivos transgénicos para la producción de alimentos y por eso la principal producción con semillas genéticamente modificadas (OGM) es la de té, con el que solo se preparan infusiones y, por tanto, no implican consumo del adn modificado de la planta.

India segundo; Argentina décimo. Gráfica: ambito.com en base a datos de Banco Mundial
India segundo; Argentina décimo. Gráfica: ambito.com en base a datos de Banco Mundial

El uso está aprobado solamente para cultivos de té sin plantaciones vecinas de alimentos. El uso de la sustancia en cualquier otro lugar es ilegal pero hay una amplia difusión ilegal en el cultivo de algodón.

Y, de la mano de las multinacionales de semillas y agroquímicos, en India confrontan quienes quieren expandir el uso de cultivos resistentes al glifosato y semillas OGM con las organizaciones que luchan por la salud de la población y la soberanía alimentaria.

Estos últimos acaban de anotarse una resonante victoria: el Ministerio de Agricultura y Bienestar de los Granjeros de la India emitió un aviso el 21 de octubre restringiendo el uso de glifosato, citando peligros para la salud de personas y animales.
A partir de esta decisión, solo los operadores de control de plagas autorizados podrán utilizarlo y quienes hayan recibido autorizaciones tendrán 3 meses para adecuarse a la nueva normativa.

La notificación final que restringe el uso de glifosato en la India se produce dos años después de que el Ministerio de Agricultura emitiera un borrador de notificación en julio de 2020. El borrador se publicó tras la decisión del gobierno del estado (provincia) de Kerala de prohibir la distribución, la venta y el uso del glifosato.
Previamente, los gobiernos estatales de Maharashtra, Telangana, Punjab y Andhra Pradesh intentaron pasos similares pero fracasaron por la ausencia de una prohibición del gobierno central.

A partir de la publicación de esta norma todos los titulares de certificado de registro otorgado para glifosato y sus derivados deberán devolver el certificado de registro al Comité de Registro para la incorporación de la advertencia “SE PERMITIRÁ EL USO DE FORMULACIÓN DE GLIFOSATO A TRAVÉS DE OPERADORES DE CONTROL DE PLAGAS” en la etiqueta y folletos, con graves penas para quienes incumplan y con las autoridades estatales a cargo de su implementación y control.

A favor y en contra

Las críticas a la determinación vienen de los dos sectores en pugna. Por un lado, los ambientalistas señalan que restringir el uso del herbicida a través de operadores de control de plagas es inadecuado, ya que no elimina el peligro inherente del glifosato y el riesgo que surge de su uso y, por ende, la única medida aceptable es la prohibición de uso con urgencia.

Agregan que la medida será ineficaz en buena parte del territorio porque no existen los operadores de control de plagas en bastas áreas del territorio y por lo tanto, el producto se empleará sin la supervisión prescrita.

Entre los promotores del uso de agroquímicos y semillas OGM se indica que son los propios agricultores los que insisten con su uso poniendo de ejemplo el caso del algodón HTBt, una semilla modificada para resistir al glifosato y a ciertos insectos, que constituye el 50% de los cultivos del estado de Maharashtra pese a la prohibición en vigencia.

Y se preparan para la presentación que hará el Comité de Evaluación de Ingeniería Genética (GEAC), el organismo regulador del estado nacional en la materia, proponiendo la aprobación de semillas de algodón y mostaza transgénica. Este último sería el primer evento aprobado en India para un alimento.

Agregan que es el propio gobierno el que se ve obligado a poner en desventaja a los productores locales cuando, ante la carencia de producción propia, autoriza el ingreso de derivados de soja transgénica, como las 550.000 toneladas de harina de soja argentina que se compraron el años pasado.

Los impactos

Los síntomas inmediatos de intoxicación con glifosato pueden incluir irritación, hinchazón, ardor en la piel, molestias orales y nasales, sabor desagradable y visión borrosa.

Pero lo más complejo aparece con la toxicidad crónica que puede generar el producto, efectos que están lejos de comprobarse en un planeta en que el glifosato está universalmente difundido. Existe evidencia de que los daños a la salud del glifosato incluyen desde el cáncer, la toxicidad reproductiva y del desarrollo hasta la neurotoxicidad y la inmunotoxicidad.

La búsqueda más elemental refleja datos tremendos: más de la mitad de los panes comprados en grandes tiendas de Estados Unidos tienen presente el herbicida; es uno de los principales contaminantes presentes en frutas y verduras en Reino Unido y puede rastrearse aún en aguas profundas en toda Europa

La contrapartida de esta amplia presencia en el ambiente, es su presencia en las personas: es generalizada la presencia de glifosato en casi cualquier población, al punto tal que un muestreo de alcance nacional de 2013 y 2014, el 81.6% de los habitantes de USA mayores de 6 años, tenían glifosato detectable en su orina.

Y, dadas las altas cantidades que se utilizan en nuestro país, tampoco sorprende que el producto aparezca en nuestras poblaciones, tal el caso de los estudios encargados por vecinos de Dique Chico, en donde los niveles de glifosato y metabolitos triplicarían, en varios casos, los valores de referencia de la mayor parte de los casos detallados en bibliografía científica.