El comandante de los "vuelos de la muerte", el represor Adolfo Scilingo, salió de la cárcel en España y cumple un régimen de trabajo comunitario cerca del fin de su condena, según información del diario madrileño Voxpópuli.

Scilingo, de 73 años, fue condenado en el país ibérico en 2005 a una pena de 1.084 años de prisión por delitos de lesa humanidad: 30 asesinatos, una detención ilegal y complicidad en otras 255 detenciones ilegales. En los vuelos de la muerte, se secuestraba a opositores de la dictadura, se los sometía a torturas, se los drogaba y luego los lanzaban al mar desde aviones.

El exmarino fue liberado el pasado 18 de noviembre tras pasar 22 años, un mes y diez días en la cárcel. Fue apresado en España por orden del juez Baltasar Garzón. Scilingo había viajado a Madrid para dar una entrevista televisiva y contar su relación con las desapariciones y los vuelos de la muerte, cosa que ya había admitido en entrevistas anteriores.

El represor obtuvo este beneficio ya que se le aplicó el el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario español, lo que le posibilita terminar la condena, pautada hasta 2022, lejos de prisión. Está obligado a ir todos los días a una iglesia pequeña ubicada en el centro de Madrid a colaborar en un ropero. Duerme en un Centro de Inserción Social (CIS) de la Comunidad de Madrid, aunque recientemente solicitó un permiso especial para que lo dejaran ir a dormir con su mujer.

Versiones cruzadas

Pasado un tiempo en prisión, el ex teniente de fragata comenzó a declararse inocente de los cargos que le imputaron, argumentando que nunca se supo quiénes eran los 30 asesinados que le endilgaban.

Cuando llegó a España, sin embargo, sostenía un relato totalmente diferente. En una entrevista que concedió en la cárcel a la TVE, reconoció: "Estoy donde tengo que estar, no sólo yo, sino un montón de gente más". 

Y relató cómo operaban los vuelos de la muerte: "Todos los miércoles se hacía un vuelo y se designaba en forma rotativa distintos oficiales para hacerse cargo de esos vuelos. A los que el día antes se les elegían para morir, se les llevaba al aeropuerto dormidos o semidormidos mediante una leve dosis de un somnífero haciéndoles creer que iban a ser llevados a una prisión del Sur". 

"Una vez en vuelo, se les daba una segunda dosis muy poderosa, quedaban totalmente dormidos, se les desvestía y, cuando el comandante daba la orden, se les arrojaba al mar uno por uno”. Y añadió ante las cámaras que "cuando llegaba la noche, no me soportaba a mi mismo, lo tenía que tapar con alcohol, era una actitud cobarde. Me iba a dormir dopado con sedantes", detalló.