En la película “Ahí viene”, estrenada en el año 2018, un hombre decide transitar los últimos años de su vida solo y no quiere que nadie lo ayude, ni siquiera su propio hijo, quien en un intento desesperado por atender sus necesidades lo llama por teléfono todos los días, insistiéndole en que necesita compañía. Su padre, cansado de las demandas, se enoja y le repite que su deseo es esperar la muerte con dignidad. Vive encerrado y arrastra los pies apoyado en un bastón. Todos los mediodías se alimenta con una lata de arvejas y escucha la radio. Cuando su hijo lo llama, responde mediante evasivas, pospone la visita con su médico y no sigue el tratamiento que éste le recomendó para mejorar su estado. Se encuentra, de alguna manera, aguardando una muerte física que no llega, recordando los días felices junto a su compañera, que ya murió tiempo atrás. Tal es así que una noche sirve dos copas de vino, la invita a bailar y le habla como si estuviese presente:

Hoy me acordé de vos, vi esas flores que no tienen aroma y te pensé.

Al día siguiente, en la radio, un periodista comenta que en el mundo las personas mayores de 65 años aún pueden trabajar y que, por lo general, gozan de buena salud debido a los avances científicos. El protagonista, que escucha con rabia, cambia de dial y afirma:

Ahora lo manejo yo. Si quiero, hablás, y si quiero, no hablás.

Sus palabras, a priori, expresan un descontento generalizado para con el mundo y, al mismo tiempo, siente que cambiando de frecuencia o bajando el volumen tiene el control sobre las opiniones de los demás y sobre su propia vida. “Ahí viene” es una película sombría y realista, que confronta deseos contrapuestos. En el medio de un padre y un hijo está el vacío incómodo, que interpela la conciencia con preguntas inquietantes: ¿acaso, el deseo de morir no es también un derecho? ¿Podría aseverarse que uno de los derechos más sagrados que se fomentan en la tierra es el respeto a las libertades individuales de las personas? Entendiendo que la respuesta nos lleve a una afirmación categórica, ¿qué sucede si esa libertad individual se relaciona estrictamente con el deseo de no vivir más? ¿Cuál es el límite entre cuidar la vida de una persona, que siente su paso por el mundo un hecho consumado, e impedirle la posibilidad de elegir con quién vivir, cuánto o cómo hacerlo?

Si bien no estamos en condiciones de establecer una respuesta unívoca, estas encrucijadas permiten (re) pensar las lógicas que rigen, comprendiendo que es fundamental ampliar puntos de vista, tensionando posicionamientos que, a simple vista, parecieran estar resueltos.

Con las actuaciones de Daniel Quaranta, Nahuel Yotich, Paula Napolitano y Beatriz Giuliani; y bajo la dirección de Federico Jacobi, esta producción cuela una impronta de dramatismo y lentitud; la misma lentitud de aquellos años que transita este hombre donde lo único que resta es establecer balances.