“Los poderosos son poderosos hasta que dejan de serlo”. La frase es textual y viene de un hombre que se mueve como pez en el agua en la Municipalidad de Córdoba. Utilizó esa expresión para medir al empresario Euclides “Tati” Bugliotti, que se metió en la agenda ciudadana cuando anunció que quiere demoler el Orfeo.

Lo que fue interpretado en el municipio como una maniobra de presión del empresario, recibió como respuesta oficial el establecimiento de una comisión para analizar “el caso Orfeo”. Esto lleva directamente a frase graciosa de Juan Domingo Perón: “Si querés que algo no funcione, entonces creá una comisión”.

Obviamente, se trata de un tema que no apunta a vincularse con el humor ni nada que se le parezca. Prueba de ello es la distante reunión del empresario con el intendente Martín Llaryora, que no arrojó ningún resultado positivo.

Bugliotti venía diciendo a quien se le arrimara –con mucha antelación a la pandemia- que el domo no era rentable. “Pierdo un montón de plata con eso”, rezongaba el desarrollista. Ahora con la feroz crisis profundizada con la situación sanitaria que se vive, directamente amagó con tirarlo abajo. Y le puso precio al coloso: 25 millones de dólares. Productores de espectáculos estiman que cuesta la mitad y lo mismo piensan funcionarios municipales. Algunos desarrollistas opinan que para construir un nuevo estadio cerrado de esas características habría que invertir menos de 10 millones de la moneda norteamericana.

En este juego de pícaros, hay que ver si la Municipalidad de Córdoba, la Provincia o ambas tienen intención de expropiar el Orfeo o, en su defecto, estudiar un mecanismo para adquirir inmueble. 

En el actual contexto socioeconómico, tal solución es lisa y llanamente imposible porque las prioridades del gasto público local apuntan a otra cosa. Obviamente, la salud se lleva todas las miradas. ¿Se imaginan la reacción de la gente si Llaryora expropia ese inmueble? “No tiene sentido”, coincidieron concejales del oficialismo y la oposición.

El alfajor de “Tati”

Voceros de Bugliotti comentan que la demolición no será tal, sino que el objetivo sería desarmar al Orfeo y construir un edificio con tres capas: un paseo comercial, oficinas y viviendas Premium. Una especie de alfajor de cinco pisos, que es la capacidad tope permitida para construir en ese terreno. Sin embargo, aún no hay ningún proyecto en ese sentido.

Debe remarcarse que en su presentación ante el Concejo, el empresario habló de demolición y no de construcción de un nuevo edificio a partir de la base del estadio, lo cual llamó poderosamente la atención de concejales que siguen de cerca el tema.
Cuando se anunció la demolición, la noticia corrió por las redes sociales y también la tomaron medios masivos, por la sencilla razón de que se trata de uno de los mejores domos del país, que sirve para espectáculos musicales, teatrales, deportivos, circenses y hasta como un mega salón de fiestas ya que sus tribunas son desmontables.

Sin embargo, hay que preguntarse: ¿es el Orfeo Superdomo un ícono de Córdoba?

Si bien es cierto que no se trata de un galpón acondicionado para espectáculos, darle categoría de “ícono” sería compararlo con el Teatro San Martín, La Cañada, el Arco de Córdoba, la Catedral o el edificio de Tribunales I, por nombra sólo algunos. 
Es cierto que se trata de un estadio cerrado puede albergar hasta unas ocho o nueve mil personas y que no hay otro semejante en Córdoba, pero eso no obliga al Estado a hacerse cargo, más en este momento.

Pero hay otro dato más: el propósito de las autoridades municipales de diluir la arremetida del empresario y llevar todo a una comisión del Concejo Deliberante puede terminar en un fiasco.

Esto es así porque si en lugar de demoler, Bugliotti le cambia el destino (que deje de ser un domo y pase a ser un paseo comercial con oficinas y departamentos), la situación es diferente. Es que el empresario podría presentar un Hábeas Corpus en la Justicia y pedir que se resuelva el tema en 60 días, por ejemplo. Eso dejaría a los inquilinos del Palacio 6 de Julio como burladores burlados.

Si no hay acuerdo, esto puede terminar finalmente en la Justicia, un lugar en el que “Tati” está acostumbrado a solucionar sus diferencias con el Estado y en el que tiene un palmarés, altamente beneficioso para sus intereses.